Los días pasaron y todos estaban despidiendo a Lucien en el hangar privado. Ara lloraba, pero Lucien, que ahora era más grande que ella, la abrazaba con fuerza.—Mami, estaré bien. Estaré con tía Ella y tía Moira. Hablaremos por videollamada a diario, y podrán ir a verme.— Pero te extrañaré, amor. No es lo mismo. No podré abrazarte.—Prometo pedirle a tía Ella que mande el avión por ti y mis hermanos. Así nos veremos luego.—¿Y por mí? —preguntó Lucca, pero Lucien sonrió.—Padre, tú puedes venir cuando desees.Un abrazo fuerte se sintió entre padre e hijo. Los gemelos corrieron a sus piernas.— Lucien, no te vayas. ¿Quién me enseñará a pelear? —decía Agus.—¿Y quién me enseñará matemáticas? Lucien, no te vayas —le decía Anny.—Pueden ir a verme o podemos hacer videollamada. Y prometo enseñarte, Anny.Lucien se agachó, los abrazó, se despidió de Kate, de Bastien y de sus hermanos. Y al final, en un rincón, estaba Addy. Su rostro imperturbable. No demostraría lo mucho que esto le dolía
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