Abrí con cuidado la puerta de la habitación de Diana. La encontré sentada sobre la alfombra, con sus muñecas esparcidas a su alrededor, inventando un mundo donde todo parecía más fácil. Se giró al escuchar el sonido y me regaló una sonrisa que me partió el alma.—¡Mami! —dijo, levantándose de inmediato y corriendo hacia mí.La abracé con fuerza. Hundí el rostro en su cabello, cerré los ojos. Por un segundo quise quedarme así para siempre, como si ese abrazo pudiera protegernos del mundo, de todo lo que vendría. Pero no era posible.Me arrodillé frente a ella, tomándole las manitas.—Mi amor —dije con voz suave, tratando de sonar tranquila, aunque por dentro se me desmoronaba el pecho—, necesito hablar contigo de algo importante.Diana me miró curiosa, con esos ojitos que parecían ver más de lo que deberían para su edad. Ladeó la cabeza, como solía hacer cuando algo no le quedaba claro.—¿Vamos a ir a algún sitio? —preguntó con esa inocencia que dolía.Asentí, obligándome a sonreír.—S
Leer más