El aire del bosque olía a tierra mojada, a sangre seca y a ceniza. Cada paso que dábamos se hundía en el lodo fresco, dejando una huella pesada, como si la tierra misma intentara retenernos. Las ramas bajas arañaban mi piernas desnudas tras la transformación, pero no tenía tiempo de cubrirme ni de detenerme. Eirik me había dado su chaqueta pero no cubría todo mi cuerpo.Mientras que Eirik con Aldan envuelto en una capa raída lo envolvía con tanto cariño, como a su mayor tesoro. Él se movía delante de mí, rápido, decidido, sin mirar atrás.La luna, antes testigo de nuestra desgracia, se escondía ahora tras nubarrones cargados de lágrimas amargas, como si anunciara lo que se avecinaba. Cada sombra parecía un susurro, cada crujido bajo nuestros pies era una advertencia. Nuestros nuestros sentían el peso del temor.Corríamos, tan rápido como nuestros pies nos lo permitían. Hacia dónde, no lo sabíamos, sólo corríamos.
Leer más
La primera batalla ganada
El amanecer comenzaba a teñir el cielo de tonos ámbar y rojo, como si la misma tierra hubiera sangrado durante la noche. A través de los árboles, la tenue luz filtrada apenas tocaba nuestros rostros, pero incluso esa pequeña promesa de día nos daba aliento.Aldan caminaba adelante, su cuerpo pequeño envuelto en sombras que parecían no disiparse con la claridad naciente. Eirik iba detrás de él, tenso como un guerrero en medio de la batalla, y yo… yo llevaba el alma hecha pedazos, intentando reunir cada fragmento de fuerza que me quedaba. Mi cachorro había pedido ayuda. Lo había hecho sin palabras, pero con todo el peso de su ser.Yo no iba a fallarle.Caminamos hasta alcanzar un claro oculto, un sitio que solíamos visitar cuando Aldan era más pequeño. Allí nos refugiábamos cuando el mundo era demasiado ruidoso, cuando los sueños pesaban más que el cuerpo. Un lugar sagrado para nuestra manada, donde los primeros ancestros habían invocado a la Luna
Leer más