✧✧✧ Más tarde, esa misma noche, en la mansión del señor Robinson. ✧✧✧ Tock~ Tock~ El toque a la puerta resonó en la habitación matrimonial. En el interior, la puerta del cuarto de baño se encontraba abierta, el suave ruido emitido por la regadera, cuando el agua tocaba el suelo llenaba el espacio, mezclándose con jadeos de deseo desbordante. —Ah… Fran~ —gimió Emily entre besos intensos y apasionados, aferrándose a su esposo desnudo frente a ella, que la sostenía entre sus brazos, apoyándola contra la pared fría y húmeda. La sensación del agua tibia cayendo por su cuerpo desnudo, empapando su larga cabellera pelirroja, se mezclaba con el calor del cuerpo de ese hombre frente a ella que la rozaba, cuyo cabello rizado se alizaba pareciendo más largo de lo normal, él pasó su mano por su frente apartando esos húmedos y rebeldes mechones de su oscuro cabello, sus ojos grises y afilados veían a Emily con deseo, mientras sus grandes manos la recorrían, tocándole descaradamente su

Emily lo miró a los ojos, sintiendo una conexión profunda con él en ese instante. Con toda la ternura del mundo, Franklin inclinó su cabeza y la besó suavemente. El beso fue un momento dulce. Era un gesto simple, pero para ellos significaba todo. En ese instante, el mundo exterior desapareció, y solo existían ellos dos, su amor y la nueva vida que llegaría a su hogar. Emily se separó ligeramente, sonriendo a través de las lágrimas. —No puedo esperar para conocerla —dijo ella, su voz llena de emoción. —Yo tampoco —respondió Franklin, acariciando su cabello—. La protegeremos y la amaremos siempre. Ambos compartieron una sonrisa, y el ambiente en la sala se llenó de una calidez indescriptible. La doctora les dio más información sobre el ultrasonido, explicando los próximos pasos en el proceso. Mientras hablaba, Emily no podía dejar de mirar a Franklin. Cada vez que él sonreía, sentía que su corazón se llenaba de amor. —¿Tienen un nombre en mente? —preguntó la doctora, rompiendo

✧✧✧ La noche de ese día. En la mansión del CEO Phillips. ✧✧✧ —Lo lamento mucho, señor Phillips… Su hija no sobrevivió. Las palabras que resonaron a través del teléfono provocaron una sonrisa cruel y maliciosa en su rostro. Estaba feliz. ¿Cómo no estarlo si finalmente había eliminado de su vida a la mujer y a la hija que pensó que arruinarían su futuro? Abril y Allison Phillips estaban muertas. Sentado en su cómodo sillón en la sala principal, Gerald observaba el paisaje nocturno. Su corazón latía aliviado, y en sus ojos brillaba la frialdad de su alma. —Señor… ¿Qué le dijo el médico sobre su hija? —preguntó el mayordomo, nervioso y de pie a un costado, tras haberle pasado el teléfono de la mansión. Gerald hizo un gesto despectivo con la mano, indicando que se fuera. —Ella está muerta. Las dos murieron. Quiero estar solo, vete. El mayordomo se sorprendió por un momento, pero rápidamente inclinó la cabeza con pesar. —Mi más sincero pésame, mi señor —dijo, comenzando a dirigirs

✧✧✧ La mañana del día siguiente, en la mansión del CEO Robinson. ✧✧✧ La luz de un nuevo día se filtraba a través de las grandes ventanas del comedor de la mansión Robinson. El aroma del café recién hecho y el pan tostado llenaban el aire, creando un ambiente cálido y acogedor. Emily, sentada en la mesa, sonreía mientras untaba un poco de mermelada en una tostada. —Mira, Emy~ ¡Es un barco! —exclamó Freddy, levantando su tenedor con entusiasmo, moviéndolo de un lado a otro, con un trozo de fruta, como si navegara en un mar imaginario. Emily rió al ver su alegría. Su hijastro, siempre encontraba la forma de hacer que cada momento fuera especial. —¡Es un barco muy veloz y tú, un capitán muy valiente!~ —respondió la pelirroja, imitando su entusiasmo con una sonrisa. Freddy se inclinó hacia adelante, sus ojos brillantes reflejaban la luz del sol. —¿Vamos a la playa hoy?, hace muchos años no vamos… —hizo un puchero el niño, sin tener idea de la noción del tiempo y su exageración—. Q

Emily estaba sentada en un sillón individual al fondo de la habitación. Tenía los dedos entrelazados, temblorosos, sobre el regazo. El silencio era pesado. Apenas sentía que podía respirar. Su rostro estaba empapado. Las lágrimas seguían cayendo, una tras otra, sin detenerse. Había perdido la noción del tiempo. No sabía si habían pasado minutos, una hora o más. Solo escuchaba su propia respiración agitada, y los sollozos entrecortados que le brotaban sin permiso. De pronto, la puerta se abrió con un "clic" seco. Emily alzó la cabeza de golpe. El CEO Franklin Robinson, su marido, ingresó. Llevaba el saco perfectamente ajustado, los botones cerrados, el cuello recto. Su cabello oscuro y rizado ligeramente alborotado, como siempre. Su mirada gris y penetrante se clavó en ella de inmediato. Emily se puso de pie de un salto, tambaleándose. Sus piernas flaquearon. —Franklin… —su voz salió rota, llena de llanto—. Por favor… por favor, encuéntralo, Freddy… nuestro bebé… se lo lle