>>> Narrador: ✧✧✧ Tres días más tarde. ✧✧✧ —¡DIJISTE QUE ME AYUDARÍAS! —gritaba furiosa Scarlett Evans—. El juicio se acerca y si no logro nada… yo… ¡Terminaré presa! ¡Los abogados de Franklin tienen todas las pruebas, confesiones de testigos! ¡Han hablado conmigo proponiéndome confesar todo para reducir mi condena! ¡Pero al diablo eso! ¡Huiré del país! ¡Pero no sin antes ver a esa Emily MUERTA! —las lágrimas de impotencia y rabia comenzaban a deslizarse por sus mejillas mientras sacaba un pañuelo para secarlas. En ese elegante club de Los Ángeles, Randall West se encontraba pensativo, con la vista fija en la pantalla llena de noticias sobre el caso de Erik Sinclair y el accidente del CEO Franklin Robinson. Los rayos del atardecer se filtraban por los ventanales de la oficina, proyectando sombras alargadas que hacían brillar su cabello rizado y rubio. —Eso era antes. Ahora no podemos hacer un solo movimiento, es arriesgado. Mi hermano no es un idiota. Debe estar más alerta q

—Tengo el nuevo anillo —dijo ese CEO con cariño y seguridad—. El que es hecho únicamente para ti, pensando en ti… A decir verdad, Emily, no sé en qué momento comencé a amarte, pero… Ahora está más claro que nunca. Con un gesto, ese CEO sacó el anillo del estuche y lo sostuvo frente a ella. —Lo siento por no haber visto en ti a la mujer que realmente eres. Traté de ver a otra en ti, pero fue inútil. Nadie se compara a mi bella Emily, eres única. Emily limpió sus lágrimas, y acarició el rostro de su hombre con dulzura. —Te amo, Franklin. Siempre te amaré. Él le puso el anillo de zafiros en el dedo, sintiendo cómo su conexión se fortalecía. —Te amo más de lo que puedo expresar, mi preciosa esposa —dijo ese hombre, mirándola a los ojos con sinceridad. Se acercaron, y sus labios se encontraron en un beso suave y lento. Era un momento lleno de ternura y amor, con cada roce de sus labios generando un calor familiar. Emily se sintió avergonzada, pero su deseo por él era innegab

>>> Emily Robinson: Mío. Este hombre que me sostiene entre sus brazos, me pertenece. Este que desde el inicio me hizo sentir hermosa, deseada, y ahora, también única y amada. Lo amo, aún si no es perfecto… No puedo evitarlo, mi corazón late con locura, mi cuerpo se derrite entre sus besos y sus caricias. Sentí sus dedos subir por mi muslo con una suavidad que me arrancó un suspiro. Tocándome la entrepierna, me acomodé, quedando de espaldas a mi hombre, sentada en su regazo, y separé mis muslos, permitiéndole ir más allá… Tanto como él quisiera. Me mordí el labio, tratando de mantener algo de control, pero era inútil. Franklin tenía una manera de tocarme que me volvía vulnerable, rendida… Loca por él. Embriagada de deseo. —Ah~ Fran… —gemí, mi cuerpo temblando con cada caricia de mi esposo—. Aún estás en recuperación… Realmente no quiero que te pase nada malo —le susurré llena de preocupación. Mientras sentía cómo su traviesa mano apartaba hacia un lado la ligera tela de mi m

>>> Narrador: ✧✧✧ Tres meses más tarde. En la mansión del CEO Phillips. ✧✧✧ —¡Whaaaaaw!~ —los llantos de la bebé resonaban en la sala principal. Mientras doña Loretta Sinclair, la cargaba en sus brazos. —Oh mi pequeña Allison, no llores, todo va a estar bien —la acurrucaba la señora entre sus brazos. La niña era como una pequeña copia de Abril, cabello rubio tan claro que parecería blanco, y ojitos grandes de ese hermoso tono miel. —¡Es por nuestra hija! ¿Qué clase de hombre eres! —gritaba Abril furiosa y entre lágrimas, mientras seguía al CEO Gerald Phillips, que salía furioso del salón. —Ya te dije. Si tanto amas a tu hija, déjala aquí y vete. Puedo ponerle una niñera de por vida. ¿Quieres dinero?, firma el maldito divorcio y lo tendrás, luego desaparece por siempre —Gerald se detuvo, volviendo a ver a la mujer rubia, se inclinó haciendo contacto con sus ojos color miel. Él lucía frío, vacío, harto de lidiar con ese matrimonio hecho pedazos desde hace tres meses—. No te

Dentro del coche de Abril Phillips, la atmósfera era de pura desesperación. La carretera, parecía un laberinto de luces parpadeantes que la desorientaban. El sonido de los motores rugía a su alrededor, pero para Abril, todo era un eco distante. —¡No puedo! —gritó la mujer, su voz llena de terror mientras luchaba por mantener el control del volante. Sus manos temblaban, y el sudor recorría su frente. Sentía que el coche se deslizaba, como si tuviera vida propia, desobedeciendo sus órdenes. En el asiento trasero, su madre, doña Loretta, intentaba calmar a la pequeña Allison, que lloraba en su asiento de seguridad. —¡Whaaaa!~ El llanto de la bebé se mezclaba con el ruido del tráfico. —¡Abril, por favor! —exclamó Loretta, su voz temblando de ansiedad—. ¡Concéntrate! Tienes que controlar el coche. Abril apretó los dientes, sintiendo que el pánico la consumía. —¡No puedo! —respondió, su voz llena de desesperación mientras miraba por el espejo retrovisor, el rostro de su madre re