Nicolás Valverde despertaba cada mañana con la misma sensación en el pecho: una mezcla de ansiedad y vacío. Durante las últimas semanas, había comenzado a experimentar extraños sueños que lo dejaban inquieto al amanecer, sueños en los que lo tenía todo, pero en los que faltaba lo más importante. Soñaba con poder, con riquezas inimaginables, con una vida que alguna vez había sido suya. En esos sueños, el mundo parecía doblegarse ante él, pero en cada uno, algo crucial faltaba: ni Aitana, ni Helena, ni sus hijos estaban a su lado. Solo él, completamente solo, rodeado de sombras.Una noche, después de un día particularmente difícil en la pequeña empresa que había fundado, el sueño volvió, más vívido que nunca. Nicolás se encontraba en una gigantesca mansión, más grande y majestuosa que cualquier propiedad que hubiera poseído en su vida. El mármol blanco brillaba bajo sus pies, y cada habitación estaba llena de obras de arte y objetos de lujo que parecían gritar riqueza. En el vestíbulo,
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