Lincoln tosió recuperando la capacidad para respirar, mientras Harper colocó la mano en su cintura, con una sonrisa satisfecha al ver la cara desfigurada y los brazos desgarrados de Lacey. Aún recordaba cuándo estuvo en ese lugar, las mordidas feroces, la sangre que emanó de su lucha y el dolor que la redujo a una chiquilla de dieciséis, contra un perro que la hacía caer a cada paso. Todo por celos, por su cercanía con Ken, aunque ninguno de ellos había visto al otro de otra manera. Alaric fue el único que intervino, pese a haber la seguridad con la que siempre cargaba y Lacey veía sin ningún remordimiento, pero ahora la espectadora era ella. Verla arrastrarse en medio del llanto y huir a duras penas fue un deleite. Sobre todo después de saber que había pagado para que arruinaran una de las cosas que más amaba. Los gritos de Adelaide fueron más fuertes, los intentos de mediar de Dorian subieron de tono y Lincoln veía los destrozos con el terror inundando sus ojos, mientras Mateo so
Leer más