Antes, cuando él me acompañaba distraídamente a ver televisión mientras miraba su teléfono, realmente anhelaba escuchar una explicación. Pero hay cosas que, cuando caducan, se echan a perder. Le dije con serenidad: —No necesitas explicar nada. Ya sea como cuñado o como esposo, podrás cuidarla bien.—¿Después de tantos años juntos, no confías en mi integridad?—, me agarró desesperadamente la mano, intentando evitar que me fuera. Miré fijamente sus manos, las mismas que habían abrazado a Laura. Sentí náuseas, no quería nada que estuviera manchado. Recordé aquel día cuando intenté retenerlo, rogándole que me acompañara al hospital, pero él se fue sin mirar atrás. De la misma manera, aparté su mano sin dirigirle ni una mirada.Pero él no era tan comprensivo como yo. Me agarró la muñeca con fuerza y, sin decir palabra, intentó arrastrarme de vuelta a casa. Por suerte, Gabriel apareció de la nada. Después de forcejear, finalmente me libré del acoso de Alejandro. Lo miré con frialdad: —Tienes
Ler mais