Vi a Ryan esperando en la puerta.Él me sonrió, todo contento, y dijo:—¡Buenos días, Aurora! Vámonos juntos a trabajar.Pensé que de todos modos tenía que tomar el autobús, así que no me importaba ir con él. Solo asentí.Pero, cuando llegamos abajo y vi que estaba sacando una moto eléctrica del pasillo, me quedé con la boca abierta. Le pregunté sorprendida:—¿Tú vas todos los días en esa moto a trabajar?—Obvio. Mi mamá me dijo que es económica, solo tengo que cargarla todos los días y listo. Además, la compré de segunda, me salió baratísima, solo me costó como mil.Dijo eso mientras se subía a la moto y me gritaba:—¡Aurora, ven, súbete de una vez!Sin dudar le hice una señal para que no insistiera:—Tranquilo, no hace falta, yo me voy en autobús.Ayer vi que el camino se ponía difícil cerca de la obra, lleno de baches por todos lados.Si me caigo, quién sabe qué le puede pasar a los bebés.Y además, no somos tan cercanos como para andar así.Ryan siguió llamándome:—¡No pasa nada,
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