No pude contenerme más y le acerqué el plato de sopa, interrumpiendo:—¡A comer, a comer! ¡Toma la sopa! ¡Dejemos ese tema!—Abuela, tía, no pregunten más. Yo sé lo que hago y tomaré una decisión después de pensarlo bien.Intenté frenar ambas partes, deseando solo terminar de comer.Mi tía, notando que entre ella y mi abuela no podían contra Lucas, aprovechó para cambiar el tema:—Sí, sí, coman antes de que se enfríe.Suspiré.Miré a Lucas de reojo, aliviada, y volví a mi sopa.Él también me miró, pero con una sonrisa en los ojos, sin mostrar incomodidad o nerviosismo.Con su origen privilegiado, acostumbrado a situaciones importantes desde pequeño, siempre mantenía la confianza, la calma y el control.Parecía que nada en este mundo podría alterarlo o ponerlo nervioso.Después de comer, Lucas se dispuso a marcharse.Intenté levantarme para acompañarlo, pero me detuvo:—Quédate sentada. Por la tarde descansa en cama, recuerda lo que dijo el médico. No te esfuerces.Me mordí los labios y
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