A primera hora, Lucas llamó para ofrecerse a llevarme al juzgado, preocupado por mi pierna, ya que la noche anterior le había comentado sobre la audiencia para evitar que viniera a buscarme sin avisar.
—No hace falta, es mejor que no estés presente en esta situación. Mis amigas vendrán a ayudarme —respondí.
—De acuerdo, esperaré tus noticias.
—Bien.
Cuando colgué, sonó el timbre: eran Sofía y Rosa con una silla de ruedas para facilitar mi movilidad. Era una sensación extraña ser empujada en ella por primera vez.
Sin embargo, lo que jamás esperé fue ver a Antonio también en silla de ruedas. Su enfermedad debía ser grave, aunque al vernos, no sentí ni compasión ni pena, solo lo absurdo de la situación.
—María, ¿qué le pasó a tu pierna? ¿Estás herida? —preguntó con genuina preocupación.
—Solo es superficial, nada grave. Gracias por preguntar —respondí con una sonrisa irónica.
En la sala, el juez se sorprendió al ver a ambas partes en sillas de ruedas. Por las explicaciones de Antonio, sup