El atardecer cayó sobre San Juan Bautista, tiñendo el cielo de un rojo ardiente, como si el horizonte predijera lo que estaba por venir. En la lejana Hacienda del Jaguar, una propiedad imponente rodeada de verdes extensiones y muros altos, la calma aparente ocultaba un secreto mortal: era el centro de operaciones de Legión, la organización más secreta y temida de los Estados Unidos, oculta secretamente en la Republica del Paraguay.El sonido de motores irrumpió en la serenidad de la tarde de la Capital Departamental. Desde la Ruta, una caravana de tres camionetas negras avanzaba como una serpiente amenazante. Los vehículos eran idénticos: todoterrenos blindados con vidrios polarizados y placas sin identificar, vehículos que en pocas oportunidades son vistas en l Ciudad. Sus llantas levantaban una nube de polvo que parecía envolverlas en un aura espectral mientras se acercaban al portón principal de la hacienda, pasando por LA MATILDE - SAN FLORENCIO hasta llegar al JAGUAR.En la caset

La habitación estaba sumida en una penumbra cercana, un silencio denso que parecía apretar el pecho de Lilith como un abrazo de sombras. En la penumbra, el reloj marcaba las horas, cada tic un recordatorio de lo que ya no era, de lo que nunca sería. La luz de la luna se filtraba a través de las cortinas, creando patrones en el suelo, pero para Lilith, eran sombras que danzaban al ritmo de sus pensamientos melancólicos.Sentada en el borde de la cama, la mirada perdida en la nada, su pecho se sentía como un espacio vacante, un agujero oscuro que se abría más y más con cada pensamiento recurrente. Había pasado la mitad de la noche sumida en un mar de recuerdos, ahogada por la culpa que le pesaba como una losa. Sus pensamientos navegaban en un ciclo interminable, siempre volviendo al mismo punto."¿Qué habría sido de ti, mi pequeño?", susurró, sintiendo cómo las lágrimas comenzaban a acumularse en sus ojos. La imagen de su bebé perdido, ese pequeño ser que no llegó a conocer, se dibujaba

El sol se filtraba a través de la rendija de la ventana, iluminando la fría y austera sala de entrenamiento de la mafia. Lilith estaba allí, inmersa en un mundo de dolor y superación. A medida que el día avanzaba con su tedio habitual, la joven luchadora buscaba en cada golpe no solo la fuerza física, sino también una manera de enterrarse un poquito menos en su propio sufrimiento.Sosteniendo el pesado peso de una barra en sus manos, se miraba al espejo, enfocándose en su reflejo, en la determinación que quería ver brillar más allá de las lágrimas y el desamor. "This is my fight song," susurró para sí misma, el eco de la voz de Rachel Platten llenando su alma de valor. Las palabras resonaban en su mente como un mantra, mientras sus pies plantaban firme en el suelo, listo para desafiar la tormenta que se desataba en su corazón.Cada levantamiento de la barra era un golpe contra el dolor que la consumía, un desafiante recordatorio de que debía comprometerse a ser más fuerte, no solo por

Eran las 2 de la madrugada, y la mansión Becker se mantenía despierta, iluminada en medio de la penumbra. La seguridad estaba reforzada, los guardias se movían con cautela entre las sombras, sus armas listas para cualquier amenaza. El ambiente era denso, sofocante, cargado de dolor y respeto. La matriarca de los Becker tenía claro y fuerte su legado que quedaría flotando como un fantasma entre los presentes.Lilith se encontraba en el despacho Secreto cuando le informan que los de la Mafia Rusa están llegando.— Máximo respeto, pero no olvides de informar a nuestros subordinados de que a mí no pueden tratarme como la Jefa, Kamill Becker, no tiene porque saber que yo soy la Líderesa de Legión, para ellos yo solo soy Lilith Ambrosetti.— Por supuesto mi señora — Responde el subordinado.Ellos ya habían tenido una reunión horas antes en donde quedó claro que nadie del mundo de la Mafia Rusa debía de saber que Legión estaba en poder de Lilith de lo contrario aquello significaba un gran pe

El viento soplaba con fuerza, moviendo las hojas secas entre las tumbas, y el cielo se había nublado de manera ominosa, como si la misma tierra lamentara la pérdida. En el cementerio, la lápida de Camila Becker se erguía solemne, una simple losa de mármol blanco con su nombre grabado en letras doradas, rodeada de flores que no parecían querer desvanecerse ni siquiera con el tiempo.Kamill y Maximilian se mantenían al lado de la tumba, sus rostros tensos, los ojos vacíos, como si el dolor fuera una carga que no podían despojarse. Maximilian miraba al suelo, las manos juntas frente a su pecho, su rostro marcado por una seriedad implacable. Kamill, por su parte, no mostraba emoción alguna. Estaba distante, como si la muerte de su abuela no le hubiese afectado en lo más mínimo. Su mirada estaba fija en el horizonte, ausente, como si se hubiera despegado por completo del dolor de ese momento.Entre tanto, Polina observaba con atención. Su cuerpo parecía estar parado en la penumbra, invisib