POV: Carttal AzacelMe estaba volviendo loco.Subí a mi oficina porque necesitaba aire, espacio, algo. Lo que fuera que me permitiera no perder el control. Cerré la puerta de golpe y me apoyé contra ella, conteniendo la rabia que me carcomía por dentro.Quería destrozar algo. Quería agarrar el primer objeto a mi alcance y hacerlo trizas. Pero sabía que no podía hacerlo. No ahora. No cuando los niños estaban abajo, asustados, sintiendo el mismo caos que yo llevaba por dentro.No podía darme el lujo de romperme. No ahora.Caminé de un lado a otro, pasando las manos por mi cabello, sintiendo esa presión en el pecho que ya me resultaba familiar. El veneno estaba confirmado. Isabella había sido envenenada. Nuestra hija. Nuestra pequeña.Y Cinthia… esa maldita mujer.Todos le creían. Todos la aplaudían. Todos la veían como una heroína. Como si hubiera salvado a Isabella por amor, por compasión, por instinto. Pero yo la vi. Vi esa mirada, esa seguridad forzada. Nadie actúa con tanta precisió

POV: Aslin VenturaVi cómo Cinthia se alejaba, moviendo la cintura con esa coquetería que tanto la caracterizaba, como si creyera tener el mundo a sus pies… o peor, como si creyera tener a Carttal en la palma de su mano. Y aunque me juraba a mí misma que no me afectaba, la verdad es que sí. Me preocupaba. Mucho más de lo que quería admitir.—Lin, ¿qué le pasa a esa mujerzuela? —soltó Verónica con una mezcla de burla y molestia—. Es obvio que vino aquí a clavar sus garras en tu marido y convertirse en la señora Azacel.Suspiré con fuerza, sin querer darle el gusto de saber cuánto me dolían esas palabras.—Debes tener más cuidado con ella —insistió, firme—. Solo te lo digo porque te quiero… No quiero que te sorprendas después.Asentí en silencio, aunque por dentro mi alma se revolvía.—No pongas atención —le dije, intentando sonar tranquila—. Ella siempre es así. Además, pronto se irá. Carttal me lo prometió…Pero incluso al decirlo… no pude evitar sentir una punzada de duda. Porque últ

POV : Tercera persona Aslin apenas podía creer lo que escuchaba. La idea de que Verónica, su mejor amiga, estuviera involucrada en algo tan terrible le dolía más que cualquier golpe. Sabía que Verónica no haría algo así sin una razón poderosa, sin estar obligada o desesperada. Pero, ¿qué otra explicación podía haber? Sus hijos estaban en peligro, y eso la consumía por dentro. La traición, real o aparente, era un puñal clavado en su pecho, pero el miedo a perder a sus bebés era más fuerte que cualquier rencor.Mientras tanto, en el auto que avanzaba rápidamente entre los árboles, Verónica apretaba con fuerza a Liam y a Noah contra su pecho. Sentía el temblor de sus pequeños cuerpos, su respiración acelerada, y esa fragilidad la rompía en mil pedazos. El miedo la envolvía como una sombra implacable. Sabía que estaba traicionando a su hermana, a Aslin, a quien amaba como a una hermana de verdad, pero no tenía elección. Debía hacer lo que fuera necesario para salvar a su hijo Zad y a Eri

Después de asegurarme de que Isabella finalmente se había quedado dormida, sentí un alivio momentáneo que me permitió moverme sin tanto ruido. Me levanté despacio, con el cuerpo cansado y el alma rota, y me dirigí hacia mi habitación. No podía perder tiempo, no cuando la vida de mis hijos estaba en juego.Al llegar, respiré hondo y miré a mi alrededor con cautela. Carttal no estaba en casa. Eso me dio una pequeña luz de esperanza. Si él me veía salir, no me dejaría ir sin pelear, y la última cosa que necesitaba era una confrontación ahora mismo. Así que aproveché su ausencia.Tomé un abrigo grueso que colgaba en la puerta y me lo puse apresuradamente. Cada movimiento era como un latido del corazón, tan fuerte que sentía que todos podían escucharlo. Bajé las escaleras con sigilo, con la mente nublada por el miedo y la desesperación, hasta que al fin llegué a la sala.El silencio era absoluto, pero justo cuando pensé que había logrado pasar desapercibida, un guardia apareció delante de

POV : Aslin Ventura De inmediato me levanté de la cama con esfuerzo, sintiendo cada músculo de mi cuerpo crujir y doler como si hubiera sido golpeado por completo. Pero no podía permitirme detenerme, no podía permitir que Carttal pensara que yo era una traidora. Mi corazón latía con fuerza y cada paso hacia él era una lucha contra el dolor, pero algo dentro de mí me empujaba a no quedarme quieta. Tenía que explicarle, tenía que demostrarle que jamás me atrevería a hacerle daño.Abrí la puerta y lo vi a lo lejos, a punto de tomar el ascensor. Sin pensarlo, corrí hacia él con todas mis fuerzas, ignorando el dolor que recorría mi cuerpo como fuego. Al darme cuenta de mi presencia, se detuvo y volteó a mirarme. En sus ojos vi algo que me hizo temblar: preocupación, esa mezcla de alarma y cuidado que siempre había despertado en mí un calor extraño en el pecho.—¿Qué haces fuera de la cama? —preguntó, acercándose con cuidado y sujetándome del brazo, como si temiera que pudiera romperme de