La bala salió con un estruendo. Daisy giró la cabeza en una fracción de segundo. Si hubiera reaccionado un instante más tarde, habría sido el fin.Cualquier otra persona, incluso con buenos reflejos, habría caído ante ese disparo. Pero Daisy no era cualquiera.El barbudo no se detuvo: jaló el gatillo por segunda vez, apuntando directo al pecho de Daisy. Ella no tuvo margen para esquivar. Entonces, una fuerza enorme la empujó a un lado, salvándola en el último instante. El que había llegado a tiempo para protegerla no logró evadir el proyectil y recibió el impacto.Solo cuando Daisy se estabilizó y alzó la mirada, se dio cuenta de quién era:—¿Fernando?Sin perder un segundo, Fernando se lanzó contra el hombre barbado con una furia implacable. Daisy, por su parte, aprovechó el momento para liberar a Blanca, aún inconsciente. Por fin sin nada que la atara, Fernando desplegó toda su destreza y, en un abrir y cerrar de ojos, redujo al líder enemigo. No lo mató, sino que se lo entregó a Thi
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