El ruido del motor se escuchó desde la ventana del carro. Camilo y Adriana miraron hacia afuera, preguntándose con quién se habían metido. El conductor, alerta, giró rápido el volante, pisó el acelerador al máximo y buscó la oportunidad para tomar otro camino. El carro iba a gran velocidad. Pero, el que venía detrás no se quedó atrás, se acercó y comenzó a adelantarlos con una actitud desafiante. Adriana agarró el asa del techo, viendo con más claridad, y notó que era el carro de José. —¡Para! —, le dijo rápido al conductor. —Yo reconozco este carro—. El conductor, aliviado, redujo la velocidad y, efectivamente, el carro que los seguía adelantó y cruzó delante de ellos. La puerta del carro se abrió rápido, y José salió, yendo directo hacia ellos. Para no exponer su relación frente a Camilo y el conductor, Adriana también salió del carro y fue a buscarlo. —¿Estás loco o qué? —, le preguntó en voz baja. —No respondes cuando te llamo, así que tuve que interceptarte—, dijo él, un poc
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