Una puerta de la oficina de José se abrió. Los asistentes se apresuraron a sacar a Renata de adentro, como si tuvieran miedo de que Adriana la viera. Se aseguraron de caminar por el lado más alejado de la sala de visitas y hasta pusieron a dos asistentes delante de Renata para taparla…
Adriana se rio por dentro.
¿Reunión?
¿Una reunión con Renata?
Volvió a mirar lo que había pedido para José. Todos los platos eran sus favoritos. Entonces, una sonrisa apareció en su cara.
Sus ojos brillaron con determinación mientras tomaba el celular y llamaba al restaurante:
—Hola, ¿mi pedido ya lo están preparando?
—Señorita, su orden ya está lista y ya va en camino. Llegará en unos diez minutitos —respondió el empleado con cortesía.
—Perfecto, ¿podrían agregar algunos condimentos extras?
—Por supuesto. ¿Tiene alguna preferencia en particular?
—Sí. Échale mucho picante. Lo más picante que tengan —Adriana dijo cada palabra con énfasis.
—Oh… entendido. Le incluiré más aceite de chi