Camila dormía profundamente en su habitación, pero su mente estaba atrapada en un sueño inquietante. Se veía a sí misma vestida de novia, caminando con un elegante vestido blanco hacia un altar adornado con flores. En sus manos, sostenía un ramo de rosas blancas; su corazón latía acelerado. Frente a ella, en el altar, estaba Adrien, impecable en su traje negro, esperándola con una sonrisa cálida y una mirada que le transmitía seguridad.Mientras avanzaba lentamente por el pasillo, escuchó de repente una voz fuerte y desesperada.—¡Camila, no lo hagas! —Alejandro gritó desde el fondo de la iglesia; su expresión era de furia y dolor.Camila se detuvo en seco, con el corazón martilleándole el pecho. Alejandro se abrió paso entre los invitados con pasos apresurados, sus ojos oscurecidos por la emoción contenida.—No te cases con él. ¡Eres mía, no lo olvides! No te dejaré ser feliz con otro hombre. Ven conmigo, te lo suplico. Te juro que te explicaré todo —dijo Alejandro, su voz impregnada
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