—¿Estás bien? —me cuestiona mi amigo, una vez que salimos de la estación de policía.—Sí, todo bien. Por favor, no le cuentes a Giselle lo que sucedió con la pulsera, no quiero espantarla y, antes de ir a casa, debemos de hacer otra parada.Cuando llegamos a casa, subo corriendo las escaleras, ignorando el llamado de Giselle, tal como sucedió en mi sueño, y después de guardar la pulsera en el lugar que le corresponde, bajo a la estancia donde me esperan tanto mi esposa como mi nana.—¿Sucedió algo? Te llamé, pero no me hiciste caso —musita Giselle.—Estoy bien, cariño. ¿Tú cómo sigues? —la cuestiono, enredando mi brazo en su cintura para después dejar un pequeño beso en sus labios.—Mejor, solo es un ligero malestar estomacal. Nada de importancia —asevera con una sonrisa.—Nos podrías dejar a solas, nana —le pido a la mujer mayor.—Iré a ver si ya está lista la cena —responde con un leve asentimiento.—¿Seguro que no ha pasado nada? —insiste Giselle cuando me ve lanzar un suspiro. La
Leer más