Con la licencia médica justificada, Luciana decidió descansar en casa. Ya en el último trimestre de embarazo, debía cuidarse mucho; así que dormir era su mejor remedio. Desde que llegó a su apartamento, comía algo ligero y se dormía otra vez. Incluso al día siguiente estuvo la mayor parte del tiempo descansando, hasta que llegó la tarde y despertó por fin sintiéndose mejor.Al correr las cortinas, vio que la nevada había parado, pero el paisaje seguía gris, frío y desolado. Sintió un vacío en el estómago y, de pronto, se le antojó un ramen instantáneo. “Por una vez, no pasa nada”, pensó, revisando su refrigerador. Había huevos y vegetales que podía añadirle, así que se dispuso a cocinarlos.En pleno proceso de preparación, su teléfono sonó. Miró la pantalla: era Alejandro.—¿Hola?—¿Estás en el departamento?—Sí, ¿por qué?—Estoy aquí abajo. Subo en un momento.—Ah, está bien —aceptó Luciana. Suponía que venía a hablar de los trámites del divorcio.Pocos minutos después, sonó el timbre
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