Luciana se quedó helada; era la primera vez que escuchaba a Alba llamar «papá» a Alejandro.¿De verdad su relación había llegado tan lejos?—Alba.Con la voz quebrada, Luciana intentó corregirla: —Es tu tío, no tu papá…—¡Es mi papá!Alba, hecha un mar de lágrimas, reclamó: —¡Claro que es mi papá! Mamá, no peleen ni se separen, ¿sí?Al mismo tiempo extendió los brazos hacia él: —¡Papá, papá! ¡Dile a mamá que no se enoje, que no se vaya! Buaaa…—¡Alba!A Alejandro se le partió el alma.Corrió tras ellas, miró a Luciana y pidió: —La niña llora demasiado, ¿puedo cargarla?Si seguía así, acabaría enfermándose.A Luciana también le dolía verla y, sin opción, soltó a su hija.—¡Papá!Alba se abalanzó sobre Alejandro y se aferró a su cuello.—Tranquila.Él la meció con ternura: —No llores, Alba. Si tú lloras, mamá también llora. Y tú amas muchísimo a tu mamá, ¿verdad?Con los ojos anegados, Alba miró a su madre; comprobó que, sí, estaba llorando.Aunque hiciera berrinche, nadie podía reemplaz
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