En su época, Daniel y Leonor eran la pareja ideal, casi de cuento.Recién casados, su amor era intenso y evidente.Pero la felicidad duró poco.La hermana menor de Leonor, Marisela Jiménez, fue abandonada por su novio; deprimida, intentó quitarse la vida varias veces y su estado era crítico.Alarmada, Leonor la llevó a la casa Guzmán para tenerla cerca y cuidarla con esmero.Su entrega era fraterna y sincera.Nadie imaginó que Marisela pagaría aquel cariño con traición, sin una pizca de vergüenza.En su vacío afectivo, sedujo a su cuñado, Daniel Guzmán.Daniel, incapaz de resistir la tentación, terminó en la misma cama con ella.Leonor no sospechaba nada; dirigía los asuntos de la familia y cumplía compromisos sociales sin detenerse un minuto.Al ver que su hermana recuperaba la alegría, incluso se sintió reconfortada.Hasta que, un día, Marisela apareció con un test de embarazo y, llorando, suplicó:—Hermana, ¡déjame a tu esposo! ¡Estoy esperando un hijo suyo!Para Leonor fue como si
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