—Señora Hernández.Marc frunció ligeramente el ceño, su tono frío y distante: —No es necesario explicarme nada sobre la ruptura del compromiso.Todo estaba dentro de mis planes.Isabella, fingiendo no entender, insistió: —Claro que sí. Hoy, cuando supiste que Estrella iría a recibirte, decidiste venir con el señor Torres. Lo entiendo perfectamente...Augusto, incapaz de contenerse, intervino con una sonrisa irónica: —Admiro su confianza, pero debo aclarar que la visita del presidente Romero no tiene absolutamente nada que ver con la señorita Hernández.—¿Cómo no va a estar relacionado con Estrella? El señor Romero viene a nuestra casa, ¿y no es por ella? Entonces, ¿para qué...?Isabella se detuvo de golpe, su expresión se oscureció al darse cuenta, y miró en mi dirección.Marc, con calma, arregló su manga y respondió con voz fría: —Para ser franca, señora Hernández, hoy he venido a recuperar a mi esposa.Aunque no lo dijo en voz alta, cada palabra fue clara y firme, dejando a todos ató
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