Gabriel, Lara y Tomás despertaron totalmente desorbitados, sin entender lo que había sucedido. Al mirar a su alrededor, descubrieron que los tres estaban en lo que parecía un cuarto de hospital, con un gran ventanal frente a ellos que estaba cubierto por un papel especial que lo hacía lucir como un espejo, pero claramente era para que no pudieran ver fuera de la habitación. Los tres estaban en camas de hospital, con batas médicas y vías intravenosas conectadas en sus brazos. Se miraron entre sí, verdaderamente confundidos por la situación.Lara, con la frente fruncida, observó a sus amigos.—¿Qué está pasando? ¿Dónde estamos? ¿Cómo llegamos aquí? ¿Qué demonios está pasando aquí? —Murmuró, en un tono apenas audibleGabriel, aún mareado, trató de levantarse, pero el dolor le hizo desistir. Tomás, más sereno, intentó arrancar la vía de su brazo, pero Lara lo detuvo.—No, Tomás, espera. Podría ser peligroso.En ese momento, una voz femenina resonó por unas bocinas dentro de la habitación:
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