200: Segunda dosisAlfa sonrió con una mezcla de satisfacción y malicia. Se acercó a Samuel, quien aún estaba atado a la silla, y le habló en un tono suave pero amenazante.—Samuel, sé qué harías cualquier cosa por tu familia. Y tengo una oferta que no podrás rechazar. —Dijo Alfa, sacando una segunda jeringa con el mismo líquido claro. —Esta dosis es para Dalton. Le permitirá volver a caminar, pero a cambio, debes convertirte en mi soldado y terminar tu tratamiento con el suero.Samuel sintió una oleada de desesperación y esperanza al mismo tiempo. Sabía que Alfa estaba jugando con sus emociones, pero la posibilidad de ayudar a su padre era tentadora. Apretó los dientes y miró a Alfa con determinación.—¿Por qué demonios haces todo esto? No entiendo cuál es tu fijación conmigo y mi familia. —Replicó Samuel, tratando de razonar con él.Alfa negó con la cabeza, su sonrisa desapareciendo.—Solo te diré que esta es mi manera de hacer las cosas, Samuel. Y tú tienes el potencial para ser una
201: La dueña y señora La atmósfera en la habitación se volvió tensa cuando la puerta se abrió lentamente. Una figura elegante y decidida apareció en el umbral: era la mujer cuya voz había guiado a Gabriel, Lara y Tomás hasta ese momento. Su cabello oscuro caía en ondas suaves sobre sus hombros, y sus ojos, de un intenso color azul, brillaban con una mezcla de determinación y desafío. La tensión se hizo palpable. Gabriel, Lara y Tomás intercambiaron miradas, sabiendo que lo que estaba por ocurrir cambiaría sus vidas para siempre. —Hola, chicos. —Dijo con una sonrisa enigmática, cuya serenidad contrastaba con el ambiente cargado de la habitación. —Soy Elena, la dueña de la agencia que Alfa dirige. El silencio se rompió abruptamente con un jadeo de incredulidad de Gabriel, que se quedó boquiabierto, mientras Tomás fruncía el ceño, intentando procesar la información. —¿Tú eres... la directora? —Preguntó Gabriel, casi sin aliento. —¿Cómo es posible que estés aquí? —Así es… Por eso me
Los cuatro se adentraron en la noche, cada uno perdido en sus pensamientos mientras recorrían las calles oscuras que los llevaban hacia la base de Alfa. El aire fresco de la madrugada acariciaba sus rostros, y el sonido de sus pasos resonaba en el silencio, creando una sinfonía que marcaba el inicio de su misión. Gabriel miró a sus compañeros de reojo, sintiendo una mezcla de nerviosismo y determinación. Estaban a punto de enfrentarse a uno de los mayores desafíos de sus vidas, pero sabía que juntos eran más fuertes. Lara caminaba a su lado, sus ojos verdes centelleando con una firmeza inquebrantable. Tomás y Elena, por su parte, lideraban el grupo con una resolución que irradiaba confianza. Llegaron a un callejón estrecho y oscuro, donde Elena se detuvo y sacó un pequeño dispositivo de su bolsillo. Con movimientos precisos y seguros, lo conectó a una caja de control en la pared y esperó. Unos segundos después, una puerta oculta se deslizó hacia un lado, revelando un pasaje secreto qu
Los ojos de Samuel seguían siendo fríos y distantes, su mente aparentemente estaba atrapada bajo el control de Alfa. Con una fuerza descomunal, Samuel lo apartó y se preparó para atacar de nuevo. Lara, viendo la desesperación de Gabriel, se lanzó hacia Samuel, intentando desviar su atención. Tomás y Elena continuaban luchando contra los otros guardias, pero la situación se volvía cada vez más desesperada. —¡Samuel, por favor, detente! —Rogó Gabriel con sus ojos llenos de lágrimas. En medio del caos, Elena logró neutralizar a uno de los guardias y se acercó a Gabriel, su rostro reflejando la gravedad de la situación. —Gabriel, tenemos que sacarte de aquí. No podemos enfrentarnos a ellos en estas condiciones. —Dijo, con un tono de voz firme pero comprensivo. Gabriel asintió, mientras que su mente estaba dividida entre la necesidad de proteger a sus amigos y el deseo desesperado de salvar a Samuel. —No puedo dejarlo así, Elena. Tenemos que encontrar una manera de liberarlo. —Respondi
La llamada de Alfa dejó a Gabriel con un nudo en el estómago. La voz fría y calculadora del líder de la organización resonaba en su mente, mientras las palabras sobre Samuel se repetían una y otra vez. Sentado en el suelo del almacén, Gabriel respiraba con dificultad, tratando de mantener la compostura.Lara, Tomás y Elena lo rodeaban, cada uno lidiando con sus propios pensamientos y preocupaciones. Sabían que no podían quedarse mucho tiempo en ese lugar; Alfa y sus guardias podían encontrarlos en cualquier momento. Pero también sabían que necesitaban un plan, una estrategia para salvar a Samuel y detener a Alfa.Elena se levantó y caminó hacia la terminal, donde aún tenían acceso a la información que habían descargado. Su rostro reflejaba una mezcla de determinación y preocupación.—Tenemos que actuar rápido. Alfa ya sabe que estamos tras ellos, y no nos dará tregua —dijo, mientras revisaba los archivos en la pantalla.Tomás se acercó y miró por encima de su hombro.—¿Hay algo en eso
—¿Hola? —dijo, su voz cargada de tensión.La voz de Alfa resonó al otro lado de la línea, fría y burlona.—Veo que sigues intentando salvar a tu preciado Samuel. Qué conmovedor. Pero te aseguro que es una causa perdida.Gabriel sintió una ola de rabia al escuchar esas palabras.—No importa lo que digas, Alfa. No me rendiré. Encontraremos una manera de liberarlo.Alfa soltó una risa cruel.—Oh, Gabriel, siempre tan testarudo. Pero déjame darte un consejo. Samuel ya no es el mismo. Se ha ido, y nunca volverá a ser quien fue. ¿Realmente vale la pena arriesgarlo todo por él?Gabriel apretó el teléfono con fuerza, sintiendo cómo la ira y la desesperación se mezclaban en su interior.—Sí, vale la pena. Porque es la única manera de detenerte y liberar a todos los que has manipulado.Alfa respondió con un tono burlón.—Muy bien, Gabriel. Veamos hasta dónde llega tu determinación. Pero te aseguro que este juego no terminará como esperas.Con eso, la llamada se cortó abruptamente, dejando a Gab
El líder de los mercenarios caminaba hacia la celda de Dalton, con su rumbo fijo, mientras que el sonido de sus botas resonaba en el pasillo de piedra, mezclándose con el eco de los gritos lejanos de otros prisioneros que habían sido capturados por órdenes de Alfa, siendo los vivos ejemplos de los crímenes cometidos por el líder de la agencia. Dalton, con el rostro demacrado y la mirada perdida, apenas levantó la cabeza cuando se abrió la puerta de su celda. El líder de los mercenarios se adentró en esta, con la mirada fija en la cabeza a gachas de Dalton, su mirada estaba enmarcada por su habitual semblante inescrutable; se acercó al castaño lisiado con pasos firmes, seguido de cerca por dos de sus guardias armados, como si Dalton pudiera defenderse en su estado deplorable. Dalton alzó la vista, manteniendo su cara póker y solo mantuvo su calma.—Dalton, Dalton, Dalton… —Musitó el líder fingiendo un tono amigable, sin dejar su postura fría y autoritaria. —Es hora de irse.Dalton revo
Pasaron varias horas en el aire, durante las cuales Dalton no pudo evitar reflexionar sobre su situación. Estaba secuestrado, prisionero de Alfa y sus mercenarios, sin saber qué le esperaba en Nueva York. La incertidumbre lo consumía, pero también lo veía como una oportunidad única de volver a ver a Samuel, solo debía buscar la manera de informarle sobre su llegada a Nueva York y así quizá su hijo iría a sacarlo. El soldado a cargo de él, estaba sentado frente a él, en los asientos del otro lado del avión, manteniendo una vigilancia constante. De vez en cuando, levantaba la vista de sus documentos y dirigía una mirada fría hacia Dalton, recordándole que cualquier intento de fuga sería como ponerse una diana de tiro en la frente.Finalmente, el avión comenzó a descender en un aeropuerto clandestino. Las luces de Nueva York brillaban a lo lejos, como un faro de esperanza en medio de la oscuridad. Dalton sabía que este era solo el comienzo de un nuevo capítulo en su vida, uno que estaría