CAPÍTULO 20. Yo

Victoria caminó hasta donde estaba Franco y se detuvo a su lado.

—Hace una semana recibiste la prueba de lo que somos capaces de hacer —continuó aquella voz—. Nos alegra que tu mujer sobreviviera… pero no seremos tan compasivos con tu hijo, a menos que hagas lo que te pedimos.

—¿Qué quieren? —gruñó el italiano y a su alrededor se hizo un silencio sepulcral.

—Mañana recibirás una dirección y una hora. Te encontraremos allí, para negociar la liberación de tu hijo —dijo la voz, y Franco miró a Victoria y la vio asentir.

—Entendido —declaró y la llamada se cortó en un instante.

Los miembros de La Santa callaban, pensativos, hasta que Paolo Alighieri se adelantó.

—Esta es una clara situación de rehenes, ¡nada menos que contra nosotros! —siseó—. Tenemos equipos listos para esto…

—¡No! —sentenció Franco—. No estamos negociando con cualquier secuestrador, sino con los Rossi. Y con ellos vamos a lidiar la Mamma y yo personalmente, porque alguien ha estado informándoles y todavía no sabemos qui
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