TENTACIONES PROHIBIDAS
TENTACIONES PROHIBIDAS
Por: Day Torres
PREFACIO

Eric escuchó el grito de su madre resonando a través de los pasillos de Hellmand Hall, la residencia ancestral de su familia, y se lanzó de la cama porque había jurado que la próxima vez no lo dejaría pasar.

Eric ya no era un niño, y ya no le tenía miedo a su padre. Empujó la puerta de su habitación con el hombro y el dolor del golpe desapareció justo en el momento en que vio a su madre acurrucada en el suelo, hecha un ovillo lastimado entre las piernas de su padre.

El puño de Eric se fue directo a su mandíbula, y lo vio rodar por el suelo. Había crecido para ser un hombre diferente, o eso quería creer, pero verlo golpear a su madre ya era más de lo que podía soportar.

Lo alcanzó en el suelo, se sentó a horcajadas sobre él y descargó su puño contra su nariz. Tormen Hellmand era un hombre grande, pero estaba demasiado borracho, como siempre. Si sangre salía de sus nudillos, más sangre salía de la nariz de su padre. Cada vez que su mano impactaba contra su cara, su cabeza golpeaba duramente contra el suelo. Una y otra vez.

Estaba ciego, lo sabía y no le importaba, así que lo golpeó con toda la rabia que había acumulado durante años, lo golpeó hasta que sintió que sus nudillos se deshacían, hasta que los brazos de su madre, que lo abrazaban por detrás, lograron detenerlo.

Miró hacia abajo como si despertara de un sueño y vio la sangre correr desde la cabeza de su padre.

—¿Lo maté…? —murmuró temblando y su madre lo obligó a levantarse.

—Vete… —dijo con los ojos llenos de lágrimas—. Vete, Eric.

—No… —Miró a la figura ensangrentada de su padre y luego a ella que sollozaba desesperadamente—. Mamá… ¡ven conmigo!

—Yo no puedo irme… —respondió—. ¡No puedo irme! ¡Él nos perseguirá…!

—¡Entonces déjame matarlo! —le gruñó.

—¡Noooo! ¡Por favor, no, hijo! —La súplica en sus ojos era tan grande que a Eric se le revolvió el estómago. ¿Cómo podía defenderlo después de que la maltrataba tanto?—. Yo no puedo irme, ¡pero tú sí, hijo! ¡Por favor, vete! ¡Si te quedas te meterá a la cárcel, sabes el poder que tiene! ¡Vete, Eric!

Lo empujó hacia la puerta y él corrió. Corrió lejos del lugar donde había nacido. Corrió lejos del padre que dejaba medio muerto. Corrió hasta que con el único dinero que llevaba en el bolsillo compró un pasaje en el primer tren que salía y se subió a él.

Y mientras escapaba a algún país desconocido, sin dinero, sin amigos, sin ayuda… él, Eric Hellmand, legítimo heredero de Hellmand Hall, juró que un día regresaría para vengarse.

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