Capitulo 4

La vida de Michelle no era como todo el mundo imagina, al menos como las personas que la miran arriba del escenario piensan.

Ella no estaba siempre de fiestas, ni se sentía la reina del mundo dentro de su vida, ni tampoco le gustaba seducir hombres para obtener dinero.

Michelle era una mujer común, de veintiséis años, una vida tranquila, quizás con un pasado alocado y misterioso, pero su vida actual es como la de cualquier otro.

Ella no tenía compromisos con nadie, no porque odiará el amor y a las personas, sino porque estaba muy ocupada y ninguna pareja podría aceptar lo que ella hacía los jueves por la noche. Tenía grandes problemas a solucionar, no quería sumar otro más.

Tenía un trabajo normal en la semana, su única amiga no tenía ni idea del club, ni de su nombre artístico, Michelle no tenía familia y la única persona en la que podía confiar era Olivia.

No hay mucho que decir sobre ella, al menos dentro de lo que la bailarina quiere revelar por el momento. Aún hay un gran misterio que la rodea, sin embargo, ella no está preparada para enfrentarlo.

Michelle hace una mueca mientras estaciona en el garaje de su edificio, aún se sentía una estúpida por cómo había actuado frente a ese hombre.

Ella estaba acostumbrada a que los clientes la miren con deseo, su trabajo era provocarlos sobre un escenario, hacía meses que lo hacía sin protestar. Sin embargo, a pesar de que no entiende porqué ese hombre estaba en aquel pasillo VIP, donde se supone que los clientes no pueden estar, le molestaba el hecho de que se haya puesto de esa manera al verlo.

¿Porqué se había sentido putamente nerviosa?

Después de todo, solo le había hablado escasas palabras y ella no le dio tiempo a nada más, no tiene que porqué darle demasiada importancia, tiene suficientes problemas como para estar mirando de más a alguien del club.

Con un largo suspiro tira su bolso contra el sillón de la sala, comenzando a arrastrar sus pies para caminar hacia la cocina y tomar una porción de tarta que ha dejado en el horno para cuando llegara.

Había sido un día demasiado agotador, a las seis ya estaba arriba y trabajando, tenía un pedido importante para entregar y no se podía dar el lujo de rechazarlo. Para colmo en la noche tuvo que asistir al club, por lo que a esta hora ya no daba más, quería meterse en su cama y dormir largo y tendido.

Hace una mueca cuando ve todos los sobres que hay arriba de la mesa ratona, y aunque no quiere abrirlos, tiene que hacerlo. Las deudas comienzan a hacerse presentes cada vez que abre uno nuevo, tiene tantas cosas por pagar y no está segura de que si solo dos días bailando en el club podría lograr que soportara todas las cuentas a su nombre. Después de todo, aceptó bailar todos los sábados, esperando que valiera la pena.

Levanta la mirada cuando escucha que la puerta de su departamento se abre, dejando ver a su mejor amiga allí.

—¿Cómo está Paula?

Oh si, ella le decía a su amiga que los jueves y martes iba a visitar a Jeffs, una vieja amiga a la que está en una etapa difícil. Ella la ve, pero solo los martes, ya que los jueves sin dudas tiene que ir al club y ni puede decirle a su amiga esa parte.

No quería ver el rostro de decepción por parte de Olivia, no podría soportarlo de ella.

—Ella está bien, mucho mejor que la última vez que la vi —la mujer intenta sonreír mientras junta las cartas y facturas de arriba de la mesa.

—¿Porqué te veo tan mal? ¿Sucedió algo con ella? —Michelle hace una mueca

—No, no es ella —guarda las boletas en el primer cajón del mueble

—¿Tus cuentas? —Michelle levanta la mirada— ¿Que? ¿Vas a mirarme como si fueras mí madre y estás regañándome?

—No me gusta hablar sobre el dinero, lo arreglaré —le asegura

—A la m****a, estoy harta que me esquives todo el tiempo con eso —su mejor amiga se queja y se sienta-. Mañana iremos a averiguar presupuestos.

—No, ni se te ocurra, Olivia.

—Es mí dinero y hago lo que quiera con él. Necesito que lo tomes y lo inviertas en tu negocio, solo piensa en cuanto te cobrarán de interés si haces eso en un maldito banco.

—Ese dinero es para que cambies el auto.

—Mi auto anda bien y puedo aguantar un poco más —Olivia se acerca a su mejor amiga, quién está apoyada sobre la encimera—. Por favor, Mich. Deja que alguien te de una mano una vez en tu vida.

—Oli, no creo que...

—¿No dijiste que trabajabas temprano? —dice ella con una sonrisa mientras acaricia su mejilla

—Comienzo en unas horas —dice ella con un largo suspiro

—Bien, haremos esto. Ve a dormir, te ves cansada, yo me iré a casa, llamaré a Leslie para que cuide a Thomas y te acompañaré

—¿Estás segura de que puede quedarse con Thomas?

Desde el otro lado de la ciudad era el empresario quien se sentía demasiado cansado también. Tuvo que ser amable con Russell y quedarse a tomar unas copas con él, aunque no había podido mantener su cabeza ocupada en otra cosa que no sea ella.

Louis sabía que la tenía de algún lado, solo tenía que recordar de dónde y quién diablos era esa mujer fuera del escenario.

—¿Todavía estás enojado porque quise conseguir un baile privado? —cuestiona Francis

—No, no es eso -suspira

—¿Entonces? ¿Aún sigues afectado por la bailarina? —una risa burlona sale de sus labios

Louis decide ignorarlo, no quiere lidiar con su amigo mientras que su cabeza es un desastre.

Louis Davidson Fox era ahora dueño de una editorial prestigiosa a nivel internacional. Su abuelo la había fundado hace varios años, siendo heredada por su padre y ahora por él mismo, convirtiéndose en un CEO multimillonario con solo 28 años de edad.

Sin embargo, Louis tampoco era el hombre que todo el mundo imaginaba. Y si, cuando alguien dice CEO de una compañía, joven y millonario, se imaginaba a un hombre arrogante y mujeriego, quién se cree el centro del universo. Él no era así, Louis era lo contrario a lo que los medios intentan hacer creer.

Era un hombre normal, quizás un poco adicto al trabajo, se centraba demasiado en la empresa tratando de dar lo mejor de si y de no defraudar a lo que fue su padre. Salía con algunas mujeres de vez en cuando, pero por el momento no había querido nada serio.

Su madre lo había criado como un hombre ordenado, correcto, dulce y exitoso. Él era una copia de Margaret, aunque a veces solía tener ciertos aspectos de su padre.

Cuando el hombre falleció el año pasado, luego de un extraño suceso, el cual aún tiene la causa abierta por ser un tiroteo entre bandas delictivas, Louis tuvo que ponerse al frente. Su hermano menor Feliz no estaba interesado en lo más mínimo con la empresa, siempre fue un alma libre que andaba de aquí para allá mientras trabajaba como modelo y viajaba por el mundo.

En el último tiempo, dónde había cada vez más trabajo, se había vuelto un hombre muy solitario. Francis era su mano derecha allí y el editor en jefe, el único que confiaba ciegamente. Dentro de la empresa también estaba Zoe, la mujer con la que más tiempo había tenido una relación.

En fin, un hombre normal, con demasiado trabajo y estrés encima, sumándole de que ahora estaba atormentado por aquella bailarina que había huido de él.

Terminó yendo a casa, el viernes era el último día dónde debía ir a la empresa y el sueño lo estaba matando.

De solo pensar en todo lo que había que hacer hoy en la empresa a Louis le dolía la cabeza. Nunca había sido un buen anfitrión, su padre era el rey de los eventos y él solo se quedaba en un rincón, bebiendo y conociendo mujeres.

Ahora era su turno de hacerlo, ya que él no estaba y su madre se rehusaba a meterse con cualquier asunto que tuviera que ver con la empresa. Margaret se había refugiado en su mundo de la moda en cuanto su esposo falleció, a ella solo le interesaba tener su tienda y mantener su mente ocupada para no caer en depresión ante la repentina perdida.

Él quiere quejarse por la falta de cafeína al salir del ascensor cuando a la primer persona que ve es a Zoe, quién se cuelga de su brazo con una sonrisa en su rostro mientras caminan por los largos pasillos hacia su oficina.

—¿Porqué tan serio? -pregunta la pelirroja con sus ojos curiosos

—Mal sueño, nada más. ¿Ya estás lista para comenzar con todo?

—Se están ocupando, los preparativos están casi listos. Tenemos un momento para nosotros -ella muerde su labio inferior y se separa de su cuerpo para cerrar la puerta de la oficina detrás de ellos.

—Zoe, hoy no —suspira, acariciando los costados de su cabeza mientras que va directo hacia su silla- ¿A qué hora llega Jane?

—En media hora tiene que estar aquí —responde ella con un largo suspiro. Mueve la silla a un lado y se sienta en sus piernas, acariciando su cabello—. La prensa vendrá en una hora, deberías relajarte un poco.

—Sabes que las fiestas no son lo mío —hace una mueca—. Gracias por la ayuda, no sé que habría hecho son ti y sin Francis.

—Ya te acostumbrarás —le sonríe— ¿Estás libre esta noche?

—No lo sé. ¿Que tienes en mente?

—Tomar algo, tu y yo. Hace tiempo no salimos, creo que será bueno para que saques tu cabeza un poco de la editorial —ella se inclina y deja un beso en sus labios—. Podríamos ir a casa luego.

—No te prometo nada —él sonríe de lado y abraza su cadera— ¿Cuando tenemos que viajar a España?

—En dos semanas —responde ella mientras se inclina a besar su cuello—. Serán unos buenos días —le asegura con una sonrisa en el rostro

—Estaba pensando que...

La puerta de su oficina se abre de repente, dejando entrar a Francis con un montón de cajas en sus manos. El hombre se apresura a dejar las cosas en el escritorio mientras susurra un "Torbellino en camino"

Con una mueca en su rostro Zoe se pone de pie al mismo tiempo que Luna entra por la puerta, corriendo directamente hacia Louis.

—La abuela me prometió unos cupcake riquísimos. Dice que hay en la fiesta ¿Eso es cierto? —la pequeña de cuatro años se acerca a Louis y lo toma de la mano

—Si, cariño. Habrá unos buenos dulces hoy, pero no puedes comer demasiados —le responde con una sonrisa

—Cambio de planes de la mesa dulce —dice Francis mientras los sigue de camino al pasillo

—¿Que? ¿Cómo?

—Olvidé decirle a Kane —responde refiriéndose a su asistente—. Acudimos a una pastelería de última hora. Pero te aseguro que serán tan buenos colo los otros, incluso más

—Mierda, Francis. Sabes que me gustan los otros —se queja Louis

—Quiero ir abajo, iré a buscar unos dulces —dice la niña con felicidad—. Creo que está llegando.

—Bien, vamos a ver qué tal —Louis le da una rápida mirada a su amigo mientras sigue caminando.

Cuando llega a al lobby principal, los ojos de Louis se desconciertan. No puede creer lo que está viendo frente a sus ojos.

En el piso número 14, en el lugar común que conecta con todas las oficinas de la editorial, se encuentra la bailarina.

Ella camina de espaldas, en dirección al elevador y en el momento que se gira sus ojos de conectan y él queda sin palabras.

La mujer está bellísima, con unos jeans casuales y una blusa blanca que deja ver parte de su escote, al igual que el pantalón abraza sus curvas, terminando el atuendo con unos magníficos tacones.

¿Que diablos hacia ella allí?

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