Capítulo cinco. Eres mi cielo, mi cielo

A la mañana siguiente Natasha y Emma se reunieron con Gerald para desayunar en la terraza del hotel.

—¿Mala noche? —preguntó Gerald, apenas las vio llegar.

—Algo así, no ha sido nada fácil este primer encuentro —dijo en tono bajo para no llamar la atención de Emma, quien fingía ver la pecera con interés y lo hacía. Sus ojos estaban fijos sobre aquellos peces de colores, pero sus oídos estaban muy atentos a lo que decían los adultos.

—No puedes negarle la verdad a Emma, es una niña muy inteligente, bastó ver a Collins para asimilar que es su padre, Natasha, considera oportuno decirle la verdad —le sugirió el hombre.

—No es tan sencillo y mucho menos fácil, Gerald. Sabes todo lo que he sufrido por causa de ese hombre; no quiero exponer a Emma a lo mismo. Además, él está casado con otra mujer y parece muy feliz —su tono era celoso, se lamentó por eso, pero no pudo evitar sentirse herida al ver como aquella mujer se colgaba de su brazo.

Odiaba sentirse vulnerable, pero no podía mentirse a sí misma. Le dolía que Ava Smith pudiera llamarlo mío, mi esposo en público, mientras ella solo fue un sucio secreto para Michael durante un año y medio que duró su relación.

—Sé que no debe ser fácil para ti, pero Emma merece saber la verdad, ella ama a su padre, porque tú nunca le has hablado mal de él; ella cree que se marchó simplemente y que un día volverá. ¿No te has fijado en lo celosa que es contigo? Incluso lo hace conmigo, no deja que te toque o que te demuestre cualquier tipo de afecto. Ella espera a que su padre vuelva.

Natasha se mordió el labio, miró a Emma para asegurarse de que no estuviera escuchando y habló:

—Ava Smith no aceptará a la hija de otra mujer en la vida de su esposo, prefiero que Emma siga esperando y que no sufra una desilusión, Michael Collins ya ha demostrado en el pasado que no es un hombre en quien uno pueda confiar.

—Pero eso no cambia que él sea el padre de Emma —insistió Gerald.

—No lo cambia y tampoco soluciona nada, para el caso estaríamos igual o mucho peor —espetó a la defensiva.

—Será mejor olvidarnos del tema, no llegaremos a nada y discutir contigo por él sería una completa tontería —Gerald comprendía que la situación no estaba para estirar la cuerda, no quería dañar su relación con Natasha y menos por un hombre que la había lastimado de una y mil maneras en el pasado.

Emma se acercó cuando ellos guardaron silencio, saludó y se sentó a la mesa. El desayuno fue en completo silencio. Comprendiendo que hablar ahora estaba de más.

Mientras tanto Michael no podía concentrarse en nada que tuviera que ver con el trabajo. Su cabeza, mente y corazón estaban con Natasha.

Se mesó el cabello con impaciencia, miró el reloj más veces de las que podía imaginarse. Desde que Natasha se marchó el tiempo dejó de importarle, porque todos los días, todas las horas, minutos y segundos eran exactamente lo mismo sin ella.

—Lamento interrumpirlo señor, pero necesito que me firme estos documentos y el cheque mensual para los medicamentos de su madre —Michael levantó la mirada para ver a su secretaria, en cinco años había cambiado a más de diez, porque en todas quiso encontrar una Natasha, para él todas eran deficientes y Aurora era la única que le había aguantado más.

—No se preocupe, Aurora, esto es importante y no importa lo que yo esté haciendo o incluso en el lugar donde yo me encuentre su trabajo es hacer que yo firme esto cada mes sin falta —le recordó y la mujer asintió.

—Sí, señor Collins —respondió recibiendo los documentos y el cheque antes de salir de la oficina.

Michael cerró los ojos, estaba cansado de todo lo que le rodeaba, si no fuera por Natasha y su madre, él seguramente habría renunciado a todo desde años atrás. Lamentablemente, no podía darse ese lujo. Si al menos su padre viviera, quizás su vida hubiera sido menos complicada.

«Deja de lamentarte, no llegarás a ningún lado. Recuerda quién eres Michael, siempre debes dar la cara por la gente que amas, debes defenderla, así tengas que sacrificar tu propia vida.» Las palabras de su padre se abrieron paso por su mente que estaba a punto del colapso. Por lo que se vio agradeciendo a la persona que llamaba a su móvil personal.

—Tengo algo para ti, he conseguido el número personal de la señora Petit, ¿Estás interesado? —Michael casi sonrió al escuchar las palabras de Ryan.

—Pasaré por tu despacho esta tarde, quizás con suerte me tengas algo más que un simple número de teléfono —dijo esperanzado.

—No puedo garantizarte nada, pero podría ser que sí. Dasha Petit es un verdadero misterio —le adelantó y Michael asimiló la razón, era porque la famosa y aclamada Dasha Petit no existía.

Michael se despidió con un poco más de esperanza en el corazón, pronto tendría las respuestas que deseaba.

Cerca de las cuatro de la tarde al otro lado de la ciudad: Emma buscaba información sobre Michael Collins en el navegador y minutos más tarde se desplazaron varias páginas con datos del empresario.

—Michael Collins, es uno de los empresarios más ricos de la ciudad de Nueva York, con tan solo treinta años, ha asegurado su imperio y amasado una cuantiosa fortuna para que por lo menos tres o cuatro generaciones de su familia no pasen ninguna necesidad, pero… ¿Cuál es la razón para que a fecha de hoy no tenga hijos con la hermosa Ava Smith?

Emma arrugó la nariz, mientras escuchaba por los auriculares las noticias. Buscó otros artículos con la esperanza de que se hablara de su madre y él, pero no había nada ¡Nada que le indicara que en verdad era hija de Michael! Hasta que…

—Esa mujer es mi mamá —susurró al ver una foto de Michael y Natasha, no era una foto romántica, era más bien una foto para la revista de negocios, pero Nat como asistente personal de Michael había sido fotografiada con él aquel día.

Emma suspiró, leyó el artículo con un poco de dificultad, el inglés no era su fuerte, sobre todo porque en París hablaba francés y pocas veces español.

—¿Emma, abre la puerta cariño? ¿Por qué has pasado el seguro? —gritó Natasha al otro lado de la puerta.

La pequeña cerró las páginas del navegador y bloqueó la Tablet antes de caminar y abrir la puerta para dejar pasar a su madre.

—¿Emma?

—Lo siento mamá, no me di cuenta de que estaba cerrada con seguro —se disculpó moviendo el piecito, fingiendo inocencia.

—Está bien, cariño. Me preocupo por ti y sinceramente no quiero que estés molesta conmigo por lo sucedido ayer por la noche.

—Yo solo quería saber si ese hombre. Michael Collins era mi padre, pero si dices que nuestro parecido es una mera casualidad, lo aceptaré mamá, pero por favor no me mientas —le pidió abrazando la cintura de Natasha.

El corazón de la mujer se arrugó dentro de su pecho al escuchar las palabras de su hija. De alguna manera no se acostumbraba a la madurez que tenía a tan corta edad; cuando ella tenía cinco años su única prioridad era jugar a las muñecas, pero Emma era todo lo contrario, había ocasiones en las que se sorprendía tanto que hasta se asustaba.

—Lo siento cariño, siento tanto no haber podido darte un padre. No sabes el dolor que me causa —le dijo con lágrimas en los ojos.

—No llores mami, tú has sido una maravillosa madre, solo quisiera que también fueras feliz. Quizás papá tuvo un motivo muy grande para dejarnos, tal vez él no quiso hacerlo —Natasha no supo qué responder ante aquellas palabras e hizo lo único que podía hacer. La tomó en sus brazos y la abrazó tan fuerte como si su vida dependiera de ese momento.

—Te amo, Emma, quiero que sepas que no hay nada más importante en el mundo para mí que tú. Eres mi motor, mi vida, mi todo —le confesó con toda la sinceridad y amor de la que fue capaz.

—Yo también te amo mami, eres mi cielo, mi cielo —dijo tomando las mejillas húmedas de su madre, para luego dejarle un beso en la frente.

El corazón de Natasha explotó de felicidad y dolor al mismo tiempo, era una sensación abrumadora. Ella no quería mentirle a su hija, pero no estaba preparada para contarle la verdad, su verdad.

—Te llamaré cuando la cena esté lista, ¿o prefieres darte un baño antes? —le preguntó cambiando el tema.

—Cenaré primero y luego me daré un baño, ¿puedo quedarme en mi habitación? —Natasha sabía que aquello no era una pregunta, era una petición y sonrió.

—Claro que sí cariño. Mientras le pediré al tío Gerald que se ocupe de conseguirte un colegio para que no pierdas clases —anunció antes de salir de la habitación.

Emma volvió su atención de nuevo a la Tablet, buscando más y más información de su padre…

Natasha se dejó caer sin ceremonia sobre el sillón, echó la cabeza hacia atrás y suspiró consciente de que no podría engañar a su hija por mucho más tiempo.

El sonido de su móvil le hizo apartar aquellos pensamientos de su cabeza y con resignación abrió el mensaje. Un mensaje que la dejó fría. Aunque decir fría era un término que no lograba abarcar lo que le había provocado aquel corto, pero peligroso mensaje. Cuatro palabras que casi hicieron detener a su corazón.

«¿Es Emma, mi hija?»

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