V - Primera vez

Luego del partido, Bianca se fue con su cuñado. Nathaniel por su cuenta, quedó deseando más de los labios de Rose Lyndon-Holt, llamó a su hermano por teléfono para que le diera el número de Rose y su dirección. Gian se lo dió, pues así esperaba que actuara su hermano, así que lo siguiente que hizo Nathaniel fue comenzar a llenarla de atenciones. —Sabes que te debo mucho, hermano. Esto lo hago porque quiero  ser feliz. Te prometo que haré las cosas bien. Voy a divorciarme de Bianca y seguiré adelante, le daré todo lo que pueda necesitar. 

—O tal vez no lo harás. Siempre dices que harás lo correcto, pero a la hora de la verdad, hermano, no lo haces porque siempre algo suele ser “más grande que tú”. -Las palabras de su hermano sonaba a reproche, pero sabía que era la realidad. Así era como funcionaba su vida. 

***

 Bianca tuvo que dejar el hotel y rentar un apartamento, supuso que su plan no le tomaría más de un mes, así que fue lo único que pagó de renta en aquel piso. No llevaba ni dos días en aquel lugar cuando recibió un regalo proveniente de Nathaniel. —¿Qué es esto? –El mensajero le daba la caja y el recibo para que firmara y lo hizo. Al abrir el paquete quedó sorprendida al ver el juego de joyas finas que estaban dentro de su estuche.

—El hombre que las envía debe quererla bastante. –"Nada más lejos de la realidad", pensó Bianca. —Que disfrute su regalo, señora.

—Gracias. –Leyó la tarjeta que venía con aquel juego que le pareció demasiado ostentoso. "Por el inicio de algo maravilloso". Firmaba: Nath Giordano. Como esposa jamás le había dado un regalo ni siquiera de aniversario, ni flores, ni tarjetas, pero a Rose, una desconocida que le llamó la atención, sí, y por lo que veía, había gastado una fortuna para llamar su atención. —No puedo aceptarlo. –Dejó de lado el estuche y se acostó en su sofá, suspiró, como le habría encantado haber recibido aquel regalo como Bianca y no como Rose. Recibió una llamada en su W******p, el real, el de Bianca, contestó y escuchó la voz de su esposo del otro lado. —Nathaniel.

Bianca.

Sus voces eran frías y distantes. Bianca respiró profundamente y alejó el teléfono un momento solo para pensar que decir. —¿Llamas por el informe de la bodega de vinos?

Sí. –Era obvio, él solo la llamaba para eso. —¿Cómo estás? ¿Puedes enviarlo a mi correo? ¿Cómo está Roma?

Bien. Si. Bien. Lo enviaré más tarde, Nathaniel. Estoy concertando una cita médica.

¿Estás enferma?

No. Es chequeo. No te preocupes por mí. Hablamos luego, Nathaniel. –Colgó y se acurrucó en su sofá pensando en que acababa de hacer. Una mentira tras otra, pero al menos se había sentido bien dejarle plantado una vez. Aunque, ahora que lo pensaba, si debía ir al médico, una cita con un ginecólogo para someterse a un tratamiento de fertilidad, y así cuando lograra estar con su esposo, pudiera embarazarse rápido. Tenía que lograrlo. Su teléfono volvió a sonar y contestó sin ver quién era, se sobaba las sienes al sentir una ligera jaqueca. —¿Bueno?

Querida cuñada, ¿Qué le dijiste a mi hermano? Está haciendo preguntas si estás enferma o si alguien en Roma sabe algo.

Dije que iría al médico por un chequeo, cosa que sí debo hacer. Necesito que me digan que estoy bien para concebir. ¿Lo entiendes Gian?

Alargaré la mentira un poco más. Le diré que tú has buscado un donante de esperma porque quieres ser madre. ¿Qué te parece?

Gracias.

Le di tu dirección como Rose a Nathaniel, los regalos comenzarán a llegar pronto.

Ya comenzaron a llegar. Esta mañana llegó un estuche con un collar y unos aretes, diamantes, con forma de flores. –Escuchó el teléfono de "Rose" y al ver el nombre de "Nathaniel" en la pantalla volvió a la llamada. —Debo colgar, Gian. Luego hablamos.

Suerte, Bianca. –Colgó y respondió en el otro celular.

¿Hola? ¿Quién habla? –Fingió no saber quién hablaba y se acomodó en su sofá para iniciar aquel coqueteo.

 —Rose. Soy yo, Nathaniel, ¿Te llegó mi regalo?

¿Hablas del lindo collar y los aretes?

Tu voz suena familiar.

¿Qué? –Bianca tembló, tosió un poco y buscó imitar otro tipo de acento o voz. —Nath, Nath, seguro ya hablas con tantas chicas a la vez que escuchas la voz de las otras. Que decepción, pensé que era única.

Lo siento, me recordaste a alguien. Ja. Cariño, eres única. Quiero que uses algo elegante y sensual, te pongas ese conjunto de joyería que te regalé y estés lista cuando llegue mi chófer. Te llevaré a un sitio maravilloso.

¿Cuándo? Porque no porque me llamaste estaré disponible para ti, guapo. Creo que por eso te aburres tan rápido de las mujeres. Están para ti siempre. Pero yo no quiero ser una más... Estoy dispuesta a ser la que elijas.

Eso suena interesante. Ya comienzas a ganar mi atención. Y veo que has oído de mi.

Tu reputación te precede, Nathaniel Giordano. Pero, me gustas. Y tu regalo me encantó. –Seguía los consejos de su cuñado para coquetear con su esposo, aunque dentro de sí misma se sentía nerviosa, todo aquello sucedía por primera vez igual que el beso. Pensar en lo que podía pasar luego, el llegar a estar juntos, no sabría cómo esconder de él que era una niña inexperta, su teatro se caería.

Iba a enviarte flores pero quería que fuera memorable, seguro muchos hombres te han enviado flores.

Me habrías ganado. No me lo vas a creer, pero mis experiencias amorosas son pocas, y ninguno ha sido como tú. Búscame mañana en la noche. Ocho de la noche. Con algo de suerte, me verás con tu bonito collar y tus aretes puestos.

¿Con algo de suerte?

Con algo de suerte. Hasta pronto, Nath. –Colgó, estaba decidida a ser quien llevar la voz cantante en aquel coqueteo. Decidió que era mejor reservar una cita médica, lo hizo y para aquella tarde estaba lista para ir.

***

—Hablé con Bianca. Iba a ver un ginecólogo. –Nathaniel escuchó a su hermano y lo miró. —Dijo que quería ser madre. Probaría inseminación artificial.

—Ella no puede tener hijos de otro hombre si está casada conmigo.

—No seas injusto. Ella está sola en Roma, al menos tú podrías ser su donante de esperma. Dile que venga a América, aquí se hacen en una clínica todos los procedimientos. Ni siquiera la tienes que tocar si no quieres.

 —No, no. Dile que espere. Nos vamos a divorciar. Así podrá tener los hijos que quiera con quién quiera.

—Nathaniel... La hiciste perder diez años de su vida. Ya tiene veintiocho, conforme pase el tiempo se le hará más difícil iniciar una familia. No seas injusto.

—No ha sido la vida muy justa con ninguno de los dos, pero sabes tan bien como yo, que de no ser por mi, ella estaría en la calle. Papá quería que yo me casara. La escogí a ella, sus hermanas, Stella y Susan son unas brujas, pero Bianca era diferente. Cuando supe que la dejarían en la calle por no ser una Rizzó sino una bastarda la salvé, tiene mi protección, dinero, una mansión. ¿Qué más puede pedir? Yo sé desde que me casé con ella que no me amaba, así que no la obligué a tener ningún tipo de relación conmigo. Le dije que podría tener otros hombres si quería, pero que fuera discreta. Y seguro los ha tenido.

—¿Y no crees que haya una mínima posibilidad de que ella esté esperando por ti y que seas tú quien haga de hombre para ella?

—No, no lo creo. Le dejaré la fábrica de vinos. Nos separaremos, y luego, podrá irse con quién quiera... Y yo puedo hacer mi vida. –Nathaniel pensó en Rose y sonrió. Le gustaba aquella mujer. Su cabello era dorado como el sol, sus labios carnosos y su cuerpo, exhuberante. —Y yo creo que ya conocí a la mujer que podría amar.

—¿Hablas de Rose?

—Sí, hablo de Rose.

***

Gozaba de salud, su cuerpo estaba listo para concebir, y ella estaba dispuesta a intentarlo. Se peinó su larga cabellera de lado, se puso las joyas que su esposo le había regalado y un vestido largo color rojo, el escote en corazón adornaba sus senos y los hombros caídos le daban la sensación de un largo cuello y esbeltez completo. Se sentía como una modelo. Bajó en cuanto escuchó el claxon del auto y subió encontrándose con Nathaniel. Antes habían quedado y Bianca había contado las horas para encontrarse con él. Fue impresionante. Peinado de lado, con un traje color negro, su colonia masculina era atractiva, cítrica, y estaba encendiendo lo más profundo dentro de ella. —Buenas noches, Nathaniel. –Él miró su cuello y la oreja que tenía al descubierto. Brillaban con el diamante de las joyas que él mismo había obsequiado. —¿Complacido?

—Muy complacido. Buenas noches, Rose. –Bianca sonrió, su boca con el carmín hacía que resaltara, se acercó dándole un beso a Nathaniel, le acarició las mejillas y se separó de él limpiando la marca del labial. —Wow... Más que complacido.

—¿A dónde iremos? Tengo mucha curiosidad de saber a dónde me vas a llevar.

—Quiero conocerte mejor. Así que tenemos una reservación para cenar. Tú dijiste algo ayer. No quieres ser una más de las mujeres que me frecuentan, quiero ser más.

—Se vale soñar, ¿No? Sé que estás casado, no te preocupes. Yo puedo esperar que resuelvas tu situación

.

—Es bueno saberlo, que eres paciente. Ahora espera. –El chófer conducía mientras Nathaniel mantenía a la mujer sujeta de la cintura y la acercaba cada vez más a su cuerpo. Bianca sentía nervios, la mano de Nathaniel dibujaba círculos sobre la tela de su vestido, satén, y la sensación le parecía tremendamente erótica. Se sentía extraña pues jamás Nathaniel de joven le había parecido atractivo, pero ahora, con treinta años, le parecía todo un hombre magnético.

 —Tú eres dueño de la fábrica de vinos "L'Amour" ¿Cierto?

—Sí, y no. La maneja Bianca. Ella hace toda la gestión. Pienso dejarla cuando nos divorciemos. –No esperaba aquella noticia. Ella no quería la fábrica de vinos, ella quería dejar de sentirse sola. —Ha hecho un trabajo excelente. Pienso dejarla en herencia.

—¿Tú la amas? Porque ese es un regalo gigante de amor.

—No, no la amo. Pero como empresarios, la respeto. Y es una mujer inteligente, sagaz, buena para los negocios. La fábrica ha estado en prosperidad. Sería un tonto si quitara de "L'Amour" la mejor gerente que han tenido. Además, se lo merece.

—¿Y cómo fue estar con ella?

—No estuve con ella, me fui el día después de la boda. Solo hablamos por teléfono, correo, y es todo. No la veo siquiera.

—Es la historia matrimonial más triste que he oído. ¿Jamás le hiciste el amor?

—No, nunca. No habría podido. No iba a ser capaz de soportar su odio, sería su primera vez, y ella, sé que yo no le gustaba. Sus hermanas si me querían, pero yo la preferí a ella. Para obligaciones, ella era la mejor opción, Rose.

—Y a mi... ¿Me harías el amor? –Con el cambio de tema, Nathaniel sonrió. La miró y ella se acercó más a él, tomó su mano con la de ella y entrelazó sus dedos. —No quiero hablar de cosas tristes, prefiero cosas más placenteras, Nathaniel.

—Estoy de acuerdo contigo.

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo