Capítulo 4

Al llegar a casa, tanto Misha como yo nos quitamos el uniforme, ella se pone un encantador vestido azul cielo que la hace ver como una muñeca de porcelana; en cuanto a mí, me pongo una blusa roja y una falda negra, por el escote de la blusa se asoma ese rubí en forma de gota que me regaló Nikolai hace años, era de su madre y me siento honrada de haberlo recibido. Nunca me lo quito. 

—Es muy bonito —dice Misha con sus enormes ojos fijos en la joya.

—¿Te gusta? 

Asiente con la cabeza.

—Perteneció a tu abuela, la mamá de tu papá y algún día cuando crezcas será tuyo. —Me hinco frente a ella y la veo con ternura.

—¿En serio? —pregunta sorprendida.

—Claro, cuando seas una señorita y… termines una carrera. —Debo de motivarla de alguna forma a seguir estudiando, por ahora sobornarla con un rubí funcionará—. ¿Ya pensaste qué quieres ser de grande? —Me levanto y acomodo mi falda. 

Misha corre hacia la cama y toma su pegaso para después darme la mano y juntas salir de la habitación.

—Quiero ser veterinaria —dice viendo a su pegaso.

—Suena lindo. 

Bajamos por las escaleras despacio.

—También quiero ser doctora, quiero curar personas como tú.

—¿Ah sí? —Supongo que no puedo tomar muy en serio su proyecto a futuro a su corta edad.

—Sí y maestra también.

Acaricio su cabeza y la dejo ir corriendo hacia el jardín, levanta su pegaso y se pone a moverlo en el aire, imaginándose todo un mundo. Me encantaría ser como ella y no sufrir de esa ansiedad que te da cuando eres adulto y no te puedes quejar porque tienes muchas cosas que hacer. Admito que extraño cuando vivía con mis padres, cuando lo que más me preocupaba era sacar buenas notas; no tenía que darme cuenta de los gastos de una casa, no veía por llenar las alacenas con comida y mis deberes eran reducidos. Ahora las cosas son diferentes.

Quiero que mi pequeña crezca de forma sana, que no conozca la maldad ni la crueldad, podría meterla en una esfera y aislarla de todo, pero tal vez eso es excesivo y más peligroso, me conformo con verla crecer en una familia normal sin balas ni sangre, que no conozca lo que es luchar por su vida y que nunca tenga necesidad de empuñar un arma. Quiero que se vuelva una mujer de bien, que estudie para algo que le guste y que a eso se dedique, para cuando yo llegue a la edad donde la muerte esté cerca y casi tocando a la puerta, pueda irme en paz sabiendo que todo quedó en orden y que mi hija podrá vivir sin mí, sin mi protección y que lo único con lo que tendrá que lidiar es con su luto.

¿Mis padres se habrán ido preocupados por mí y por Ed? Lo más seguro es que sí. ¿Será cierto que cuando un alma no encuentra descanso es porque que quedó algo inconcluso en su vida? Si es así, me temería que mis padres estuvieran vagando como fantasmas, llorando por sus hijos, por el camino que tomaron y por las oportunidades que desperdiciaron.

Nikolai es un buen cocinero y le gusta hacer cosas elaboradas, si no se hubiera dedicado al crimen sería un chef maravilloso. Hoy hay una pizca de euforia en su mirada o tal vez soy yo la loca que cree que está disfrutando de preparar la cena para su amiguita

Empiezo a levantar todo lo que no necesita: los frascos que ya abrió los vuelvo a cerrar, las verduras que no cortó las regreso al refrigerador, limpio las moronas y acomodo sus instrumentos; supongo que en otra dimensión –en una donde yo jamás hubiera escapado de ese teatro– estaría haciendo lo mismo, tomando sus armas, limpiándolas y acomodándolas después de cada tortura.

—Irina fue mi más grande apoyo cuando mi madre murió, me visitaba al gulag cada semana, éramos muy unidos. —dice Nikolai tomándome por sorpresa.

«No tengo motivos para odiarla», me lo repito una y otra vez en la cabeza, como si fuera un mantra.

—Es muy guapa —digo sin pensar y me muero de ganas de atrapar las palabras aun en el aire, pero es demasiado tarde y busco una forma de arreglarlo—. ¿Está casada? 

¿Esa es la forma de arreglarlo? ¿En serio tengo interés de saber su estado civil? No, no, no… esa no era la forma, «¿Dios?, si estás ahí, mejor ya llévame». Claramente Nikolai es muy inteligente, no estoy hablando con cualquier hombre, él aprendió a detectar mentiras, ¿qué me hace pensar que no sabrá lo que pasa por mi cabeza con esas preguntas tan obvias? 

—Sí, supongo que es hermosa, muchos andaban tras de ella, incluso Óscar buscó su corazón, pero no lo consiguió —responde como si no se hubiera dado cuenta de mis verdaderas intenciones.

Comienza a picar las verduras con maestría, siempre me ha sorprendido su habilidad para usar el cuchillo, supongo que no la aprendió necesariamente en la cocina.

—¿Óscar? Vaya… Que ni se entere Cat.

—Supongo que ya a nuestra edad debe de haberse casado, su interés siempre fue ser madre. —Fríe las verduras, saca trozos de carne y los pone a marinar echando especias que ni siquiera sabía que teníamos.

Me siento sobre la isla detrás de Nikolai y una punzada en mi corazón migra hasta mi cerebro; una sola idea desplaza mi mantra y lo hace pedazos: tal vez quiera a Nikolai para formar esa familia si aún no lo ha hecho. ¡Claro! ¿Quién mejor para auto-sabotearme que yo misma? Bien dicen que tu peor enemigo, vive dentro de ti. 

—Su padre era amigo del mío y junto con el padre de Óscar se hacían cargo de la organización, pero solo uno dirigía, mi padre, los otros dos lo apoyaban con ideas, dinero, recursos y mano de obra…

—¿Quién decide quién manda? —pregunto. 

—Mi abuelo le heredó su lugar a mi padre y mi padre a mí, cada miembro de la triada delegó sus responsabilidades de esa forma, pero es un lugar que se gana a base de mayor poder adquisitivo y mejor desempeño en el trabajo —dice buscando las palabras correctas—. Si el líder comienza a perder la cabeza, acepta trabajos riesgosos para su gente, pierde hombres, pierde dinero y pierde territorio, la triada se reúne y cambian de líder por las buenas o por las malas. 

—Y supongo que tú familia demostró merecer ese lugar. —Suspiro y levanto los hombros.

—Mi padre tuvo muchos errores con su familia, pero fue un gran líder, conquistó mucho territorio, hizo alianzas inteligentes y beneficiosas, por ello muchos hombres lo seguían hasta la muerte sin dudar… Situación que yo heredé al ser su hijo: muchos me siguieron ciegamente y tuve que responder a esa fe con seguridad y victorias…

—Cosa que lograste…

—Así es, fui muy querido por mis hombres y temido por mis enemigos, pero eso es otra historia, parte de mi pasado, ahora solo me concentro en mi familia y en hacer las cosas bien, sé que Óscar hará lo necesario para continuar con lo que quedó inconcluso.

Pensar en Nikolai siendo ese mafioso sanguinario y cruel me da escalofríos, esa imagen choca con la que tengo del hombre frente a mí, sonriendo y regalándome una mirada llena de cariño; como si esos ojos de león ahora solo supieran destilar miel.

—¿No temes que no lo acepten como a ti?

—No lo harán, eso me queda claro, incluso sospecho que muchos desconfiaron de él después de mi muerte, tal vez pensando que fue el causante, pero se ganará su lugar, lo sé, él fue el más unido a mí, era mi mano derecha, no le costará agarrar el paso.

—¿Crees que Irina te delate? —pregunto sintiéndome en confianza.

Su mano se cierne al mango del cuchillo, aprieta la mandíbula y voltea a verme. Por un momento temo que lo haya hecho enojar y no sé si sea el momento de correr. Él jamás me ha herido, pero… ¿lo haría en un momento de enojo? Es un hombre de armas tomar, vivió envuelto en violencia, lo esperado sería que sí, que se volviera posesivo y golpeador, pero… ¿en verdad eso podría suceder?

—No lo haría, no debería. Somos amigos desde pequeños, nuestra fidelidad se formó desde ese entonces. —Camina hacia mí con el cuchillo en mano mientras habla en voz baja.

No puedo evitar pensar que ese cuchillo termine en mi cuerpo por atreverme a sospechar de su amiga, pero ni siquiera me ve a los ojos, simplemente camina hasta que se planta frente a mí y de una sola intención encaja el cuchillo en el cuchillero que está a mi lado. No puedo evitar dar un brinco.

—¿Te asusté? —pregunta desconcertado, como si su acción no hubiera sido sospechosa.

—Sí, de hecho sí —respondo tragando saliva.

—¿Creíste que te apuñalaría? —Frunce el ceño y se cruza de brazos, parece escéptico.

«El escorpión solo sabe picar», esa frase que decía mi madre llega a mí con su propia voz, como si estuviera detrás de mí juzgando a Nikolai y a mi carente percepción del peligro. Ella argumentaba que una persona no cambiaba y que tarde o temprano mostraba quien es en verdad; que las malas mañas son algo arraigado a nosotros y que es de tontos esperar que alguien cambie. Tal vez eso soy, una tonta pensando que ese mafioso sexy frente a mí se volverá un tierno gatito, pero en el fondo sé que en cualquier momento el león feroz saldrá. ¿Qué pasará si eso ocurre? ¿Seré una víctima más? No, imposible, nos amamos y las cosas no tienen por qué ser así.

—Lo siento… yo… —No sé cómo explicarme.

Me toma del rostro con cariño, sus manos –aunque algo rasposas– son cálidas. Acerca mi rostro al suyo y me besa con ternura.

—Jamás te haría daño —dice contra mis labios—. Primero moriría antes de levantar mi mano contra ti.

—Lo siento, estoy muy nerviosa…

—Lo sé… Desde que vimos a Irina.

Aprieto los dientes y desvío la mirada, trato de cambiar la conversación, tal vez retomar lo anterior y olvidar lo del cuchillo.

—Estaban… ¿comprometidos o algo así? —pregunto, pero después me arrepiento.

Mejor hubiéramos continuado con el tema del cuchillo. Me sonríe de forma arrogante, ya sabe mi temor y le divierte, pone sus manos sobre mis rodillas y las separa lo suficiente para colocarse entre mis piernas; ese simple gesto hace que mi cuerpo sufra un escalofrío.

—¿Comprometidos? —pregunta sin borrar su sonrisa.

—No lo sé… ¿No es como en la antigüedad? Se supone que… antes se casaban no por amor si no…

Empieza a jugar con los botones de mi blusa, ignorándome.

—…por mantener… el… ¿poder?…

—Y… ¿crees que por eso ella y yo tuvimos que estar comprometidos? —Levanta esa mirada felina hacia mí y su rostro se acerca lo suficiente en cuanto termina de desabrochar el último botón.

—Es solo una amiga… —dice Nikolai casi ronroneando en mi oído antes de posar sus manos en mis caderas y acercarlas más a él, haciendo que choquen contra las suyas provocando un espasmo en todo mi cuerpo— …no tienes nada de qué preocuparte —dice contra mi boca con esa voz ronca y grave, sus ojos se fijan en mis labios mientras sus manos ascienden por debajo de mi blusa desabrochada la cual resbala descubriendo mis hombros.

Sinceramente, en este momento se me acaba de olvidar que estaba celosa, es como si mi cuerpo no pudiera recordar ese odio que latía dentro de mí y ¿cómo hacerlo? Este hombre me está enloqueciendo y aun no me hace nada.

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