CAPÍTULO 4: CORAZÓN EN JUEGO.

Respiro profundamente su olor a bebé y pienso en que no importa qué, Daniela vale cualquier sacrificio.

Lo único que importa es su bienestar, así tenga que luchar contra viento y marea.

— ¿Cómo te fue en clases?—pregunto parpadeando para alejar las lágrimas que quieren asomar. Sigo cargándola en brazos y dándole cariñitos, disfrutando su cercanía en éstos tiempos tan inciertos para mi.

—Bien. — responde con su pulgar derecho en la boca. Respiro profundo, mirándola con desaprobación.

—Dedito afuera, Dani. — digo con paciencia.

—No, dedito rico. — susurra sonriente y yo le hago cosquillas.

Daniela no es una niña de muchas palabras.

De hecho sólo dice ocho: Abu, Mamá, Tío, Si, No, Dedito, Rico y Bien.

Su psicóloga dice que es algo en lo que influyó sólo tenernos a mamá y a mí.

— ¿Te gustaría comerte un heladito de Flo’s Coffe?— pregunto a mi nena con ternura. Daniela para de reír y me mira con los ojitos rebosantes de alegría.

Asiente, como siempre y luego algo detrás de mí llama su atención.

Me giro y veo a Pablo a través del cristal haciéndole muecas a Dani, él sonríe y la saluda a alegremente.

Entra a la tienda con prontitud y Daniela le tiende los brazos, abriendo y cerrando sus manitas con anhelo.

—Pero mira nada más, ¡qué cuchitura de tío!— exclama Pablo haciendo sonrojar a Daniela.

Ella sólo lo abraza del cuello y esconde su rostro.

—Está oliéndome, Dina. — susurra Pablo sonriendo mientras Daniela le hace cosquillas.

—Sí, sobre eso… Descubrimos que huele a las personas para familiarizarse con ellas. O al menos eso dijo la psicóloga. — indico un poco apenada.

No es que me avergüence de Daniela, pero sí me preocupan algunas actitudes que ella posee y otros niños no tienen.

— ¿Puedes llevarla por un helado donde Flo?— pregunto y Pablo ni siquiera contesta. Se apresura a salir de la tienda con Daniela en brazos.

— ¿Vas a darme un beso, princesa? Te compraré un helado, creo que merezco uno…— lo escucho decirle mientras se alejan.

—Martina renunció oficialmente, Dina. Se va con el modelo brasileño. — informa mi mamá refiriéndose a la niñera y yo me atraganto con mi saliva.

— ¿Qué? ¡Pero si la contraté hace un par de semanas!— grito sin podérmelo creer.

—No tendrías éste problema si Daniela compartiera con todos sus familiares, estoy segura de que tendrías más ayuda si decidieras…—comienza a decir y la interrumpo.

—Mamá, no quiero. Ponte en mis zapatos, ¿y si me la quitan?—digo sintiendo un nudo en la garganta.

*************

La cena no es igual si no está Pablo con nosotros. Reímos, hasta lloramos (de risa) con sus ocurrencias e historias. La verdad es que desde hace un tiempo la casa se ha sentido un poco apagada. Desde el nacimiento de Daniela me he enfocado en proveer para cualquier necesidad y por supuesto, intento colmarla de atenciones y apapachos, pero falta algo. No soy estúpida, sé lo que es un hogar disfuncional, y me encanta que Daniela parece estar en su elemento cuando él nos visita.

Sin duda la sangre llama, pero ¿qué tan fuerte puede llamar?

Terminamos nuestra deliciosa lasaña hecha por mamá y nos toca, al desastre andante y a mi, limpiar los platos.

—Creo que es hora de que lo conozca, Dina. — dice de repente Pablo y me entrega los platos sucios.

Yo niego categóricamente.

—No puedo. — susurro nerviosa y empiezo el proceso de remojarlos.

— ¿Por qué?— pregunta él y se recuesta del mesón de la cocina, a  mi lado. Cruza los brazos, dándome a entender que dará pelea por ahondar en la conversación.

—Porque… Porque… ¡No es el tiempo!—gimo exaltada y comienzo a ocupar mis manos.

Enjabono platos y ollas, asegurándome de quitar los restos de comida con la esponja.

—Sólo son excusas. — farfulla Pablo y comienza a secar los platos que ya lavé.

—Claro que no. — mascullo enojada, él suspira muy fuerte.

—Tienes que dejar tus prejuicios y rencores, Dina. Eso no le ayuda a la niña. Sé que eres una maravillosa madre, pero te animo a que no dejes de serlo ahora. Tú sabes bien que todo niño necesita crecer con una familia sana y fuerte, no una disfuncional porque su mamá parece tener un lapsus brutus interdictus. — dice Pablo enojado.

—Muy bien sabes que tu padre fue pieza clave para esto, que no sé por qué me ha odiado tanto, pero se encargó de que desapareciera de la vida de tu hermano. —digo, removiendo esa herida que nunca fue atendida.

—Sigo viendo que Daniel sólo es una víctima más de esto. Ni siquiera tuviste la decencia de explicarle, de enviarle un mensaje, una carta. Una relación tan maravillosa no debía haber terminado de esa forma, Dina. —dice sonando un poco molesto y yo siento que mi cabeza palpita.

— ¿Qué querías que le dijera?, o mejor ¿en qué momento, antes o después del nacimiento de Daniela? ¿Crees que lo mejor era aparecerme con una bebé en brazos cuando tu hermano estaba justo a la mitad de su carrera? …¿de verdad crees que soy tan insensible como para no pensar en él, en lo difícil que debió ser para él que yo desapareciera dejándolo aparentemente sin una razón?— grito, perdiendo los estribos.

Abro la boca para refutar, pero él me hace señas que guarde silencio.

—Má. — escucho la vocecita más hermosa del mundo.

Mi bebé está abrigada con su pijama y trae a su peluche favorito colgando de una pata de una manera graciosa. No puedo creer que así tan perfecta como es, se formó dentro de mi.

—La llevaré a su cuarto. Piensa en lo que te dije, Dina. No es mi problema, pero por el bienestar de Danielita soy capaz de abrir la bocota. — amenaza y toma a Daniela en brazos.

Ella se acomoda en el hombro de él y cierra los ojos inmediatamente, arrugándome el corazón como una uva seca.

¿Tendrá razón?

¿Será que todo esto solo ha sido una terrible metedura de pata?

Suspiro pesadamente y le pido a Dios que me guíe, porque no hay forma alguna de que yo pueda lograrlo sin su ayuda.

Cierro los ojos fuertemente con la imagen de mi hija tatuada en el interior de los párpados y los vuelvo a abrir sintiéndome decidida.

Debo calmarme y pensar bien las cosas.

Termino de enjabonar los platos, los enjuago, seco y organizo en su lugar; pensando en que debo pensar muy bien lo que haré, porque quizá hasta mi corazón se encuentre en juego en ésta situación.

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