[CAPÍTULO TRES]

Salí del cuarto de baño con el albornoz secándome el pelo con la toalla después de darme una ducha totalmente relajante. Me acerqué a la cama donde tenía mi bolso, me senté sobre ella y abrí el bolso, quería coger mi cuaderno y releer todo lo que tenía apuntado, eso me relajaba y me hacía suspirar y desear tener a alguien en mi vida. Rebusqué dentro del bolso y no aparecía, ¿Por qué? Pensé, probablemente se había quedado en el salón. Me levanté de la cama y Salí de mi cuarto en dirección a la sala de estar donde hacía unos minutos había dejado a Maya. Se había quedado dormida en el salón. Me acerqué con cuidado hacia ella y le desperté con delicadeza para no asustarla. Abrió los ojos y me miró.

—¿Ronnie? — le sonreí.

—Vamos—le dije—te acompaño hasta tu cuarto.

Se incorporó y la ayudé a ponerse en pie. Con cuidado caminamos hacia su habitación. Entramos en ella y la ayudé a acurrucarse sobre la cama.

—¿Cuándo tienes que volver a verte con el médico? —pregunté mientras le cubría con el edredón.

—Dentro de cuatro días.

—Bien, le pediré permiso a mi jefe.

—No tienes por qué hacerlo.

—Lo haré, solo será por unas horas. Sigue siendo tu jefe y lo entenderá. Ahora descansa.

Caminé hacia la salida, pero antes de que saliera me acordé y me volví para verla.

—¿Por casualidad no habrás visto mi blog en el salón?

—¿En el que confiesas tu amor por mi jefe felizmente casado?

—Exacto, ese mismo—ignoré su comentario.

—No, ¿por qué?

—No lo encuentro en mi bolso, pero no importa, quizás se me cayó en algún lado del salón mientras mirábamos las cosas del bebé.

—Es probable, —dijo entre bostezos—buenas noches.

—Buenas noches—contesté y apagué las luces.

Cerré la puerta tras mí y caminé de regreso al salón. Me acerqué al sofá donde estábamos sentadas. Rebusqué por debajo de los cojines, pero no aparecía, busqué en el suelo, hasta debajo del sofá, pero nada, no aparecía. Me puse de pie y empecé a hacer memoria de todo lo que hice con el blog. Recordé que lo llevé a la oficina de Daniel para evitar que las de Nancy lo vieran y se las ocurriera curiosearlo. Que ordené el despacho y me puse a mirar las fotografías que estaban sobre la mesa, en todo ese tiempo no tenía el blog en mis manos. No podía ser, ¡mi blog estaba en la oficina de mi jefe! Debía cambiarme, tomar mi coche—exacto, tenía un auto y de los buenos, pero no podía utilizarlo en el lugar donde trabajaba, no quería que se preguntaran qué hacía una chica que lo tenía todo trabajando como secretaria— e ir a por él antes de que lo encontrara mi jefe, pero entonces pensé, él tenía que hacer un viaje en la mañana, no pasaría por la oficina hasta después del viaje, si necesitaba algo de allí me lo comunicaría primero. Suspiré aliviada. Ya pasaría a recogerlo al día siguiente.

Recogí la mesa, apagué la tele, una plasma enorme, e igualmente apagué las luces del salón y la cocina y regresé a mi cuarto a echarme en la cama y dormir. Tenía que recuperar mi cuaderno.

Amaneció, pero no quería despertarme todavía. Decidí quedarme a dormir un rato más ahora que podía. Minutos después tuve que salir de la cama, algo me incomodaba y no podía estar tranquila hasta que tuviera mi blog en mis manos. Me metí en la ducha. Me arreglé.

Cuando salí al salón, Nian, la asistenta, había llegado y estaba ordenando la casa. Era asiática y hacía muy bien su trabajo.

—Buenos días señorita Bellwood—me saludó con su sonrisa habitual.

—Buenos días Nian—dije casi apurada acercándome al refrigerador de la cocina—¿qué tal está?

—Muy bien gracias—me contestó.

Cogí un vaso del armario y me serví un vaso de jugo de frutas. Me lo bebí todo en seguida.

—Por favor, no se olvide de avisarme por cualquier cosa que le pase a Maya—le pedía lo mismo casi todas las mañanas.

—Así lo haré señorita.

—Muchas gracias. Tengo que irme ya.

—Que tenga un buen día.

—Gracias—eso esperaba después de pensar en el nudo que tenía en el estómago, algo me preocupaba y no sabía qué era.

Con mi bolso a mano, atravesé el salón y salí por la puerta. Le di los buenos días a Max, me ayudó a llamar a un taxi y me subí en él.

Llegué a mi lugar de trabajo una hora más tarde de lo habitual. Subí al ascensor y en cuestión de segundos estaba en la compañía. No sé por qué, pero me encontré con que había algo de alboroto. No entendía nada, así que me acerqué a Alba, estaban dirigiéndose a alguna parte.

—Alba, ¿qué está sucediendo? — le pregunté mientras seguía a todos a un destino que no conocía.

—El buenorro del hermano de tu jefe ha llegado esta mañana y quiere reunirse con todas las empleadas en la sala de reuniones, nadie conoce el motivo, parece que le molesta algo.

—¿Molestarle algo? —no le encontraba ningún sentido, Daniel no estaba allí y no es que trabajara con nosotros, ¿por qué tendría que molestarse?

—Quizás quiera elegir a la chica con la que casará—se acercó Nancy a nosotras y se estaba pintando los labios mientras se observaba en un espejito haciendo morritos. Puse los ojos en blanco, ni que formáramos parte de un cuento de princesas.

Dirigí mi mirada al frente donde estaba Nicolás junto a la puerta apoyado contra la pared de cristal de la sala de reuniones. Algunos empleados masculinos estaban observando curiosos desde algunas esquinas.

—Ahora que lo pienso bien, creo que algunos…empleados—dijo fijándose en Mario, era un poco afeminado—deberían entrar también, ¿quién sabe? Tal vez nos llevemos una sorpresa.

—¿Qué crees que estás haciendo? —Luis se había acercado a él—¿a qué se debe todo esto?

—Creo que también deberías entrar, si es que tanto te interesa saberlo. — dijo para luego darle la espalda y entrar en la sala.

Nicolás y Luis eran enemigos a cámara lenta, todo el mundo en la compañía sabía que no se aguantaban, Daniel lo toleraba, pero tampoco le caía bien, debió pasar algo entre los tres para que acabaran en esa situación, mas nadie podía hacer preguntas al respecto.

Cuando todos hubimos entrado en la sala, Nicolás cerró la puerta. Con las manos metidas en los bolsillos viajó con su mirada hacia todos los que estábamos allí, algunos compañeros habían entrado y creo que era más por curiosidad que por otra cosa.

Caminó hacia la mesa y no entiendo cómo es que no me había fijado en que sobre ella estaba ¡mi blog! Me llené de horror y estuve a punto de caerme al piso.

—¿Estás bien? — preguntó alguien, era la voz de un compañero. Asentí con la cabeza y ni siquiera me volví para ver quién me hablaba. Solo pensaba en una manera de desaparecer y dejar de existir.

Nicolás tomó el blog en su mano, lo miró unos segundos y luego lo alzó mostrándonoslo.

—¿De quién es esto? —cerré los ojos, estaba muerta. Algunos se pusieron a murmurar, otros negaban con la cabeza y era normal, solo yo sabía de ese blog, hasta ahora. —¿Qué? ¿es que nadie lo reconoce?

—¿Por qué es importante ese cuaderno? —se atrevió a preguntar alguien, era una chica.

—Por su contenido, la dueña sabrá a qué me refiero. —no obtuvo ninguna respuesta— Supongo que debería leer algunas páginas, quizás así le refresque la memoria a la dueña…o al dueño— esto no podía estar pasando, debía estar soñando.

Vi cómo abría el cuaderno entre sus manos. Quería ir corriendo a reclamarlo, pero si nos había reunido era porque ya sabía lo que ponía, estaba definitivamente perdida.

—…es tan perfecto, ¿por qué tuve que encontrarlo tan tarde? — se puso a leer lo que yo había escrito en ese blog, oculté mi rostro con la mano—su sonrisa es lo mejor del día, aunque no me la dirija a mí, —vi como negaba con la cabeza, sonrió, pero borró la sonrisa en cuestión de segundos y volvió a mirarnos. Debía hacer algo para que se acabara esa tortura, ¿pero qué? Mis compañeros no debían saber que estaba enamorada de mi jefe felizmente casado. —¿hasta ahora no lo reconoce nadie?

—Seguro que se está refiriendo a Daniel—murmuró Nancy, le hablaba a Alba.

—¿A quién se le ocurriría permitirse enamorarse de ese hombre? Todas sabemos que es imposible, eso es sufrir a lo tonto. —chasqueó con la lengua. Sabía que tenían razón, pero odiaba que hablaran de mí aunque hasta ahora no sabían que yo era la dueña de ese blog, pero seguro que pronto lo sabrían si yo no hacía algo pronto.

…es tan atractivo, apuesto— soltó un suspiro y continuó leyendo—atento, respetuoso…—parecía que le pesaba leer todo aquello, nos miró cansado por no recibir la respuesta que esperaba—de acuerdo, ganáis, nadie aquí reconoce este cuaderno, lo único que puedo hacer ahora es esperar a mi hermano y mostrárselo, seguro que él sabrá de quién se trata. —se me detuvo la respiración, por supuesto que Daniel sabría que se trata de mí, conoce mi letra— y conociendo a mi hermano, seguro que sabréis qué es lo que pasará.

No tenía otra opción, tomé mi móvil y decidí escribirle un mensaje a Nicolás, era el pulmón de mi jefe, por supuesto que tenía su número entre los contactos de Daniel.

Yo

El blog es mío, por favor no siga leyéndolo y tampoco se lo muestre a su hermano.

Le di a enviar con el corazón acelerado y esperé a que todo saliera bien.

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