CAPÍTULO 4. Un contrato prematrimonial

Sohan clavo sus ojos en Elliot con una expresión que variaba entre la sorpresa y la indignación. Su mano se había cerrado con fuerza sobre su muñeca, impidiéndole golpear a Kali, y había puesto a la muchacha detrás en él en un solo movimiento.

—No. —Lo escuchó decir con aspereza—. No me pida que respete su cultura si usted no va a respetar la mía. Y en la mía no se golpea a las mujeres.

Sohan se liberó de su agarre con un gesto exasperado, pero no replicó.

—¿Ya tomaste una decisión?

La mandíbula de Elliot se tensó en una línea perfecta y poderosa y tragó en seco antes de responder.

—Le ofrezco una disculpa por lo que sucedió anoche. Estoy dispuesto a asumir la responsabilidad por mis actos —dijo mientras su familia contenía la respiración—. Me casaré con su hija.

—¡¿Qué?! —la exclamación cargada de sorpresa de Kali lo hizo volverse para enfrentar unos ojos que eran como plata derretida, y estaban a punto de echar chispas—. ¡Pero claro que no!

Elliot gruñó con frustración y la tomó de la muñeca para arrastrarla lejos de todos.

—¡Suéltame! —exclamó ella y Elliot se dio la vuelta bruscamente, haciendo que se estampara contra su cuerpo.

Kali se quedó un poco aturdida, y se estremeció recordando la dureza de acero de aquel pecho. No había podido evitar tocarlo como si fuera algo perfecto, algo que ni siquiera sabía que deseaba…. Pero la voz de Elliot la sacó de su ensoñación.

—¡Cállate de una p**a vez! —siseó él por lo bajo—. ¡Que no haya dejado que tu padre te pegara no significa que no te merezcas unas buenas nalgadas, así que no me provoques! ¡Esto tampoco me hace ninguna gracia, pero no estoy dispuesto a arruinar a mi familia solo por una inconsciente como tú!

—¡Tu familia no tiene por qué arruinarse! Si tengo que hacer una declaración pública y decir que fue mi culpa lo haré, pero no voy a casarme contigo…

—Tú vas a hacer lo que yo te diga si quieres salir bien librada de esto —la amenazó Elliot—. ¡Si estamos así es por tu culpa así que ahora te aguantas!

—¡Eres un arrogante! —exclamó.

—¡Y tú una loca! —replicó él.

—¡Eres un… eres un…! ¡Ni muerta me caso con un hombre como tú! ¿Me oyes? —Ya suficiente tenía que soportar que los hombres de su familia le dieran órdenes como para también tener que aguantar que Elliot Davies se las diera—. ¡Ni muerta!

—¡No tiene que ser para siempre! —contraatacó él con rabia, hablando lo más bajo que podía—. ¿O te piensas que estoy feliz de casarme con una mujer fea?

Kali se echó hacia atrás como si acabara de abofetearla y Elliot quiso morderse la lengua. Solo lo había dicho para herirla, pero no sabía que iba a funcionar tan bien. ¿En qué momento se había convertido en un patán? No lo sabía, sin embargo, estaba demasiado cabreado como para pedir disculpas. Ella sacaba lo peor de él. Lo peor de lo peor.

—¿Eso qué significa? —siseó ella abriendo mucho los ojos—. ¿Qué si yo fuera una mujer hermosa no le pondrías peros a este matrimonio?

Elliot solo gruñó en respuesta y Kali entendió a la perfección. Era exactamente igual al resto de los hombres, no le importaba en lo más mínimo lo que tenía en el cerebro, solo si su rostro era lo suficientemente hermoso como para ser mostrado como un trofeo más.

Instintivamente se llevó las manos al velo, como si necesitara ajustarlo, y él reparó en aquel gesto. La vio cerrar los ojos y tratar de serenarse.

—¿Qué quieres decir con que no tiene que ser para siempre? —dijo muy bajo mirando hacia su padre.

Elliot respiró profundo y asintió.

—Solo quiero salir ileso de toda esta m****a en la que me metiste. Si nos casamos te irás a América conmigo, allá podremos divorciarnos y…

—¡Eso no va a pasar! ¡No seas iluso! ¡Después que te cases conmigo todo estará perdido! No conoces a mi padre, buscará la manera de que no podamos romper este matrimonio. ¿Crees que dejará que nos burlemos de él? —replicó ella con frustración.

—¡Pues tú creíste que podías salirte con la tuya! ¿O no?

—¡Yo sola sí! ¡Pero prefiero enfrentar la ira de mi padre sola que casarme contigo y…! —Kali se interrumpió en el mismo momento en que Elliot la tomó por los brazos y la acercó violentamente a él.

—¡Pues eso debiste pensarlo antes de meterme a mí y a mi familia en esto! ¡Así que vas a seguirme la corriente, y te vas a casar conmigo, y ya buscaré yo la manera de deshacerme de ti luego! ¿Me entendiste?

Kali forcejeó para soltarse y Elliot la agarró con más fuerza.

—¡Te odio! —rugió Kali mientras sus ojos se cristalizaban de la impotencia.

—¡Créeme, yo te odio más! —replicó él antes de arrastrarla de vuelta con el resto de su familia.

Sohan los miró con recelo. Él tenía cara de sentenciado a muerte y ella de insurgente en plena rebelión, pero no podía hacer otra cosa que revolverse inútilmente porque la mano de Elliot sobre su muñeca parecía un grillete.

—Ya puede anunciar lo que tenga que anunciar —siseó Elliot mirando a Sohan a los ojos.

—¿Estás seguro? Porque después que salga por esa puerta y anuncie el compromiso, ya no hay vuelta atrás —advirtió Sohan.

—Hágalo —respondió Elliot y Kali trató de soltarse de su mano.

—¡No…!

—¡Basta! —rugió Elliot en respuesta y ella le pateó la rodilla sin contenerse.

Elliot lanzó un gruñido de dolor, pero no la soltó hasta que ella terminó de desahogarse a gritos. Pero la realidad era que solo había dos personas que decidían en aquel asunto y Kali no era una de ellas.

—Lo único que me alegra de todo esto —espetó Sohan—, es que a partir de mañana ella será tu m@ldito problema.

Salió del salón, haciéndoles una señal para que lo siguieran, y todos caminaron tras él, con la estupefacción y el nerviosismo retratados en los rostros.

Kali no se molestó en cambiarse de ropa. Durante todo el tiempo que su padre anunciaba el compromiso estuvo a su lado, envarada, con los puños apretados y la rabia bailándole en los ojos.

A Elliot no le pasó desapercibida la confusión y la sorpresa de los invitados cuando Sohan Dhawan anunció que su hija menor se casaría con un hombre occidental; y definitivamente vio un gesto de frustración en la cara de Rowan, como si hubiera estado plenamente convencido de que se casaría con Kali y de verdad le molestara no hacerlo.

Elliot se la habría regalado, y habría añadido otros tres millones a la dote de Kali solo para no tener que casarse con ella, pero por desgracia, así no era como funcionaban las cosas.

El resto de la noche fue patética y agotadora. Richard y Andrew se quedaron con él, para que se emborrachara en un ambiente controlado, no fuera que regresaran a América con tres o cuatro esposas más.

Richard podía sentir su impotencia y su frustración, pero Elliot ya no era un niño. Era cierto que el rechazo de Emma había sido muy duro para él, pero eso no justificaba todo lo demás. Solo esperaba que pudiera salir de aquel desastre lo más pronto posible.

Al día siguiente, a las nueve de la mañana, uno de los sirvientes llegó con una solicitud formal de parte del señor Dhawan. Debían reunirse para hacer lo acuerdos previos a la boda, y a Elliot simplemente le pareció extraño que Kali estuviera allí.

—¿No se supone que esto solo se discute entre hombres? —gruñó Elliot en el oído de su padre.

—Sí, no tengo idea de por qué la hizo venir a ella también, pero sus razones tendrá Sohan —respondió Andrew y se sentó donde le indicaban.

La mesa era rectangular y larga, no lo bastante como para que tuvieran que gritarse, pero sí suficiente como para que no pudieran irse a las manos.

Sohan se sentó en un extremo con Kali a su izquierda, y Andrew hizo lo mismo en el otro extremo. Elliot quedó frente a Kali, y buscó algún rastro en su expresión, pero ella mantenía la vista fija en la mesa.

—Andrew, les agradezco que vinieran —empezó Sohan después de saludarlos—. Esta reunión es puro protocolo, pero debemos efectuarla para que dejar claro todo lo que respecta a este matrimonio.

Elliot simplemente asintió. No había mucho que pudiera objetar a aquellas alturas.

Sohan empujó hizo una señal a su criado y este puso delante de los Davies sendas carpetas.

—¿Qué es esto? —lo increpó Andrew.

—Contratos —contestó Sohan sin una gota de emoción en la voz—. Son los contratos prematrimoniales.

—No hay problema —dijo Elliot en dirección a su padre—. No me interesa su dinero…

—No es cuestión solo de dinero —replicó Sohan y Elliot achicó los ojos—. Esto es para establecer cómo será la vida matrimonial.

Elliot frunció el ceño, mientras por su mente pasaban toda clase de absurdas posibilidades.

—¿Perdón? ¿Se supone que vas a dictar cómo vamos a vivir…? —Estaba listo para indignarse cuando Sohan lo cortó con voz calmada pero severa.

—¿Crees que soy idiota? ¿Crees que no sé que podrían divorciarse en cuanto regresen a América? Tú eres un hombre inteligente, Elliot Davies, pero yo soy más viejo, y ustedes dos ya me han provocado suficiente vergüenza —espetó—. El acuerdo es simple: van a vivir bajo el mismo techo hasta que yo me muera, después pueden hacer lo que les dé la gana. Van a comportarse públicamente con el decoro y el respeto que un matrimonio exige, y van a participar en al menos en dos de las celebraciones familiares cada año… ¡Y esto último solo es para darme el placer de ver cómo se matan frente a mis narices!

Elliot abrió la carpeta y empezó a leer aquel contrato de arriba abajo. Era un abogado talentoso, lo sabía, pero después de veinte minutos en silencio, levantó la vista hacia Kali y en los ojos de la muchacha solo encontró un furioso: «Te lo dije».

—¿Tenemos que meter a nuestras empresas en esto? —siseó Elliot, deteniéndose en aquella última cláusula que hablaba de la posibilidad de un divorcio.

—Sí, tenemos —sentenció Sohan—, el primero que solicite el divorcio tendrá que pagar esa indemnización al otro. —Elliot miró aquella cifra, eran muchos ceros juntos—. En tu caso, si le pides el divorcio a mi hija, tendrás que pagarme con tu parte de la corporación Davies Inc.

—¡Eso es absurdo! Davies Inc. es una sociedad cerrada. ¡No hay en la junta nadie que no sea de la familia…! —gruñó Elliot levantándose.

—¡Exacto! ¡Eso es lo único que parece tener cierto valor para ti, así que espero que no lo arriesgues haciendo una estupidez! —replicó Sohan con furia—. Y antes de que pienses que puede ser ella la que te pida el divorcio, déjame aclararte: Si Kali te pide el divorcio yo no seré quien pagará esa suma, y ella no la tiene. Así que será extraditada a este país, y yo mismo la pondré en la primera cárcel de mujeres que encuentre. ¿¡Quedó claro!?

Elliot no pudo disimular la mirada de odio que dejó caer sobre Sohan Dhawan, pero la verdad el hombre parecía muy satisfecho de sí mismo.

—No soy un hombre ingenuo, Elliot. Ninguno de los dos va a burlarse de mí. Ustedes los jóvenes creen que pueden salirse con la suya, pero las cosas son distintas en este país. Así que, o aprenden a ser un matrimonio como es debido, o se declaran la guerra para ver quién pide primero el divorcio.

Elliot y Kali se miraron y Andrew cerró los ojos porque era más que evidente cuál de las dos opciones estaban eligiendo. Y lo peor del caso era que ni siquiera necesitaban abrir las bocas para declararlo, era suficiente con la forma en que se veían.

—Pues la guerra será —siseó Sohan—, pero por suerte cuando ese infierno se desate ya estarán a buena distancia de mí. Ahora firmen —sentenció Sohan y Elliot miró a su padre con desesperación.

Andrew no se movió ni un solo milímetro, estaba dispuesto a respaldar a Elliot en cualquier decisión que tomara, aunque ello significara la ruina de su compañía.

—Siempre podemos reconstruirla —le dijo a su hijo, como si hubieran tenido un pensamiento en común, pero Elliot negó con vehemencia al escucharlo. No podía hacerle eso a su familia, no podía arruinarlos a todos solo porque no quería arruinar su propia vida.

Se inclinó sobre la mesa y firmó antes de lanzar los documentos frente a Sohan y salir de aquel salón sin mirar atrás.

Elliot no supo cómo pasó los dos días siguientes, pero le parecieron eternos mientras se arreglaba todo para la boda.

Sohan había accedido a que fuera una ceremonia íntima. Sabía que Kali acabaría por hacer alguna de las suyas así que prefería que el escándalo, si lo había, no fuera público.

Se trasladaron desde el hotel a la mansión familiar Dhawan, y Elliot pasó por cada uno de los rituales sin entender absolutamente nada de ninguno. Repetía palabras que no entendía y hacía cosas que para él no tenían ningún sentido.

La impotencia dominaba cualquier otro sentimiento que pudiera tener, y parecía que Kali estaba exactamente igual. Ante la preocupación general, no había aceptado vestir otro color que no fuera el negro, y aunque el sari recamado en adornos dorados era precioso, a su familia seguía pareciéndole que atraía el infortunio. Protestó de todas las formas posibles, echó a perder cada ritual hasta que la obligaron a hacerlos bien, y casi les dio la noche tratando de celebrar aquella m@ldita boda.

Finalmente, Sohan decidió que todo terminara con una ceremonia tradicional de occidente, como una forma nada sutil de hacer entender a Elliot que aquello ya estaba hecho y no había forma de revocarlo.

Los novios se pararon frente a un sacerdote que solo sabía Dios de dónde había salido y se miraron con rabia, mientras este hablaba del matrimonio y sus deberes como esposos.

—Kali, Elliot. ¿Vienen a contraer matrimonio sin ser coaccionados, libre y voluntariamente?

—¡NO! —exclamaron los dos al unísono y el cura se sobresaltó.

—¡Pues a nadie le importa! —le gritó Sohan al espantado padre—. ¡Cáselos! ¡Ahora!

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