3. Conociéndote

A la mañana siguiente.

Alondra encendió el ordenador, conectó la cafetera, ya que el ingeniero le había comentado que le encantaba el café. Sirvió una taza para ella y comenzó a pellizcar un emparedado que Aline le llevó muy temprano, hasta devorarlo.

Escuchó unos firmes pasos que se acercaban, escondió los restos de su desayuno, dio un pequeño sorbo a su café.

—Buenos días.

Escuchó la voz de él, con una energía especial en su tono.

Saludó a todas las personas por donde iba pasando, a la señora de la limpieza, a las secretarias y demás compañeros. De pronto dejó de escuchar ruido.

—Alondra ¿Dónde andas? —le llamó a su extensión telefónica, estamos en reunión, en la sala de juntas, ven por favor.

Ella se acercó con timidez, sin comprender para qué la requerían.

Todos estaban concentrados en la sala de reuniones, ingresó sin hacer ruido, entonces continuo al verla entrar. La joven se sorprendió al escucharlo hablar, motivando e inyectando a su equipo de trabajo entusiasmo. Álvaro esbozó una gran sonrisa al verla. Después de un breve lapso de tiempo cada uno regresó a sus lugares, logrando percibir que el ambiente se sentía diferente, con cierta ligereza y una gran energía positiva.

Posterior a ese instante, se dirigieron a su oficina.

— ¿Cómo estás, Alondra?

—Bien ingeniero —ella sonrió al responder.

Durante el resto de la mañana, se dedicaron a trabajar de nuevo y se entretuvieron un buen rato.

—Ya es muy tarde, acompáñame, quiero explicarte unas cosas mientras almorzamos.

Alondra se quedó paralizada.

—Salir a comer —cuestionó con inquietud. «No tengo dinero», su voz interna se encargó de recordárselo.

—Anda vamos —el ingeniero solicitó

La chica pasó saliva, se permaneció estática.

— ¿Ocurre algo? —Álvaro indagó.

— ¿Es... necesario que vaya?

Se escuchó nerviosa.

—Sí, no es bueno quedarse todo el día en la oficina, hay que salir a despejarse, allá te sigo explicando.

Alondra le escuchó decir.

—Será muy cerca —Álvaro pronunció con amabilidad.

— Yo… olvidé mi cartera —dijo lo primero que se le vino a la mente, mordió su labio inferior. Lo miró llena de nerviosismo, entonces, prefirió no decir nada para no enredarse de nuevo con sus propias palabras.

El ingeniero le sonrió con ternura.

— ¿Eso te preocupa?

—Pues sí.

Álvaro tocó su mejilla con una calidez que la joven, desconocía.

 —Anda vámonos.

Alondra se quedó estática dudándolo.

—Vamos, que tengo hambre. —El ingeniero caminó hacia la puerta y la abrió; extendiendo su brazo para cederle el paso.

Recorrieron unas calles, de la avenida principal, ‘Reforma’, apreciando el tradicional ‘Ángel de la independencia'. Durante el camino charlaron sobre algunas cosas. Álvaro la vio sonreír, sin poder evitarlo, admiró la hermosa sonrisa que tenía. Posterior a ese pequeño instante llegaron al lugar que él comentó disfrutaba mucho.

—Me permites sugerirte un buen corte de carne.

Ella afirmó con la cabeza y sonrío, además le escuchó pedir una copa de vino tinto.

—Dime qué tal te ha parecido el trabajo, ¿te está gustando? —Álvaro la cuestionó.

—Si —respondió entusiasmada, en ese momento timbró el viejo teléfono de Alondra.

El ingeniero estaba tan cerca de la joven, que pudo alcanzar a ver el nombre que aparecía en su pantalla.

—Ernesto. — Ella se emocionó al leerlo.

— ¿Tu novio? —preguntó sin poder eludirlo.

Alondra sonrió de nuevo.

—No, mi hermano —respondió.

Él no pudo evitar sonreír, su mirada se cubrió de cierto brillo.

A continuación la joven, tomó la llamada.

Ernesto: Flaca ¿Qué crees?

Alondra: ¿Qué?

Ernesto: Gané el ascenso.

Una amplia emoción la invadió, los ojos se le llenaron de lágrima.

Alondra: Te felicito —la voz de ella se le rompió un poco—. Me da mucho gusto.

Ernesto: Nuestras vidas van a ser diferentes, ya lo verás— Se escuchó emotivo.

Durante esos breves segundos en los que hablaron, Alondra se olvidó que el ingeniero estaba frente a ella. Justo cuando elevó la mirada, se sonrojó. Ernesto hablaba tan fuerte que estuvo segura que él, había escuchado todo, en especial la parte final.

—Tengo que colgar. En la noche hablamos, felicidades hermano—Inhaló profundo—. Lo lamento —se dirigió a su jefe.

—No te disculpes— se quedó pensativo «¿Qué ocurrirá con ellos?», se cuestionó.

Álvaro cambio la conversación, observando su incomodidad. Tocando asuntos breves de la oficina que necesitaba que le dieran prioridad, se pusieron de acuerdo con rapidez, ya que Alondra de manera ágil hizo breves sugerencias que a él le fascinaron.

—Hoy me retiraré más temprano de lo habitual, tengo algunas cuestiones que hacer, te dejaré trabajando en lo planeado.

—De acuerdo. —Ella movió su cabeza afirmando.

Él quedó convencido con la labor que realizaría Alondra, para comenzar una presentación sobre los cambios y las nuevas iniciativas que iban a proponer.

La chica se sintió incómoda, cuando escuchó a Álvaro pedir la cuenta, en el instante mordió su labio inferior.

El ingeniero la observó atento. Intentó poder recordar cuantas veces la había visto hacerlo y en qué momentos. Y se dio cuenta que comenzaba a conocerla un poco más.

— ¿Sucede algo Alondra? —la miró atento.

— Yo… le pagaré lo de mí, comida.

 Álvaro de nuevo le brindó una sonrisa inyectada de una gran dosis de ternura.

—Yo te invité, además ha sido por cuestiones de trabajo.

—Pero…

—Ni una palabra más —Álvaro la silenció con su dedo índice.

La joven de nuevo se mordió el labio inferior. Mientras él sonrió divertido.

Volvieron a la oficina, un rato después, el ingeniero se retiró, Alondra terminó sus pendientes y en punto de las siete ella hizo lo mismo.

Camino a su casa, pensaba en la rutina tan desagradable que se vivía, era igual día tras día. Alondra se sentía tan agotada, ellos le hacían la chillona a su mamá, siendo los hermanos mayores, ‘Karla, Luis y Hugo’, y esta les soltaba dinero. No podía evitar ponerse de mal humor, cuando escuchaba que le pedían. Por lo que Alondra y Ernesto habían decidido no darles, tuvieron que dejar dinero en el apartamento de Aline, para que no supieran que lo tenían, si se enteraban en donde lo guardaban estaban seguros que se los quitarían, además que sabía lo que recibiría por ocultarlo.

Ella ‘su madre’, les había pedido que le entregaran un comprobante de sus ingresos por supuesto que ambos se negaron. Poco a poco recordaba su última conversación…

— ¿Cuándo me van a dar dinero?

—En cuanto nos paguen mamá —Alondra, respondió molesta.

Después de un día largo de trabajo, y de mucho tráfico para volver al ‘Estado de México’, por fin regresó a casa. La piel se le erizó, al ver sentado en la sala a Luis, a Hugo, (sus hermanos), en compañía de Juanjo bebiendo al parecer su tercer, seis de cervezas.

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Gran complicación con aquella familia y con aquel hombre cerca. ¿Habrá alguien que pueda ayudarla?

Saludos con cariño.

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