2. MIradas penetrantes y sonrisas amigables.

Seis meses después.

Me despierto entusiasmada, hoy exactamente hace una semana me mudé aquí, presiento que será un año espectacular.

No es muy normal que una chica de diecisiete esté muy entusiasmada con ir a una nueva escuela, hacer nuevos amigos y cambiar totalmente su vida, pero todo lo hago por mis padres. Ellos son todo para mí y si piensan que nos irá mejor aquí es porque así debe ser. Nos mudamos puesto que mi padre lo transfirieron de su pequeño puesto a uno más elevado aquí en esta ciudad y él sin dudarlo aceptó. Dice que promete mucho.

Me quito el pijama y me empiezo a duchar. Mientras tomo la ducha pienso que de verdad espero que pueda hacer amigos, ya que verdaderamente quiero hacerlos, en mi otra escuela no era precisamente señorita popularidad, pero tampoco era la nerd que todos molestaban. Tenía una mejor amiga, bueno aún es mi amiga, sólo que nos separan muchos kilómetros. Se llama Katie, hemos estado enviándonos correos y hablando por w******p, la extraño.

Salgo envuelta en una toalla, me seco el cabello ya que me lo he lavado y me seco el cuerpo. Me coloco mi ropa interior y mis jeans favoritos, los amo porque son cómodos, nada como unos jeans, una blusa manga larga y mis zapatillas color crema. Me peino un poco el cabello, aplico un poco de brillo labial, tomo mi mochila y bajo a desayunar.

Al llegar a la cocina me encuentro a mamá preparando lo que parecen ser unas tortillas. Ella dice que el desayuno es la comida más nutritiva así que todas las tardes ve un programa de cocina, así a la mañana siguiente tiene una nueva receta.

—Buenos días, mamá —la saludo con un beso en la mejilla.

Mi madre es una mujer de casa, sale poco y se preocupa por el hogar, es muy parecida a mí físicamente. Tiene ese rostro de niña que nos caracteriza. A mí no es que me agrade mucho pero ella dice que pocas tienen ese privilegio y que de hecho fue lo que hizo que papá se enamorara de ella.

—Buenos días, Kim —responde con una sonrisa gigante.

—Buenos días familia. Kimberly no hay tiempo de desayunar, hora de irnos —habla papá mientras baja las escaleras.

Tomo una manzana de la cocina, me despido de mamá y salgo con papá hacia el auto, siempre ha sido así, papá me lleva a la escuela camino al trabajo.

En unos veinticinco minutos llegamos a la escuela.

—Espero con todo mi ser que te vaya bien en tu primer día, muñeca.

Mi padre es como mi mejor amigo. Nos llevamos muy bien y confío en él. Sé que nunca me defraudaría. Él lo hace todo por mí.

Recuerdo cada momento que he pasado con él. Las sonrisas, las carcajadas y la dicha que siempre siento cuando estoy con él. Lo adoro con toda mi alma.

—Gracias, papá —digo bajando del auto y lanzándole un beso al aire.

Agarro fuerte mi mochila y empiezo a caminar hacia las instalaciones. Es una escuela grande, donde al parecer la mayoría son de dinero, mucho dinero, todavía no me creo que estudie aquí, pero aun así estoy contenta de hacerlo, mi padre me dijo que consiguió un préstamo para pagar el primer semestre, el cuál es carísimo, pero sí mis notas son excelentes podré obtener una beca a mitad del año.

Voy caminando cuando escucho la bocina de un auto así que me sorprendo, casi me atropella, es un auto lujoso y muy caro al parecer.

De él se bajan tres chicas que enseguida me intimidan con su ropa cara y sus bolsos finos ya que yo sólo llevo unos viejos jeans. Siempre en toda escuela hay este tipo de chicas. Jamás me han agradado, en sus ojos se nota la dureza de sus corazones y la frialdad que las carcome.

Siempre trato de evadirlas o simplemente ignorarlas. No me gustaría relacionarme con personas así. Mi perfil siempre ha sido bajo, pocos amigos, pero confiables, buenas notas, pocas fotografías en redes sociales, sólo he tenido dos novios, ya saben de esos que te llevan a comer helado y ver películas, pero sólo eso. En el fondo me considero una adolescente normal. No como en las películas que exageran todo, como esas chicas populares que sus padres no saben ni como se llaman y hacen fiestas todos los fines de semana. Esas cosas no pasan.

—Mira por dónde vas, perra—me dice una de las chicas que tiene el cabello castaño.

Cuando estoy dispuesta a responder ya se han ido las tres. No acostumbro a responder a esos tipos de insultos pues poco los recibo.

Doy un suspiro y sigo mi camino.

Entro a la gran escuela, dispuesta a empezar de nuevo y hacer nuevos amigos, pero mis esperanzas se vienen abajo cuando me doy cuenta cómo me miran aquí, me siento como un bicho raro, la mayoría de las chicas se visten muy bien, bueno, no tan bien como esas chicas del estacionamiento, pero si mucho mejor que yo.

Estoy acostumbrada a estudiar en colegios totalmente normales, claramente hay dos o tres chicas que se creen aquellas protagonistas de Mean girls pero hasta allí. Es muy diferente cuando todas las chicas de la escuela son así. Cuando todas parecen protagonistas de una teen movie.

Con la cabeza abajo empiezo a caminar desorientada hasta que encuentro la dirección, allí me atiende una secretaria refinada y muy esbelta, me entrega mi horario y camino a mi primera clase; ciencias económicas, perfecto, no es que sea mi preferida, mi día va de lo mejor.

A unos veinte minutos de estar caminando de aquí para allá encuentro el aula, creerán que soy una estúpida por no preguntar, pero no lo piensen, con las miradas cargadas de desprecio que dan las personas tampoco lo harían.

Toco la puerta y un señor de edad me abre.

—Llega tarde señorita... —se detiene buscando mi nombre en el papel que tiene en su mano

—Kimberly Presscot —susurro lo suficientemente alto para que sólo él escuche.

—¡Oh! usted es la nueva —afirma sin expresión alguna.

—Sí, señor.

—Bueno que no vuelva a pasar, entre y tome asiento —me invita.

Sin pensarlo entro y absolutamente todos me quedan viendo, puedo observar de reojo que se encuentran las chicas del estacionamiento, la chica de cabello rojizo se lima las uñas, la rubia teclea su celular y la castaña me mira, pasea su mirada desde mis zapatos hasta mi rostro, cuando termina de hacerlo se ríe, así que rompo contacto visual con ella.

Me siento en la fila de atrás, al lado de una chica que al parecer no me mira con desprecio.

—Hola, que no te intimide todas esas miradas —me dice.

La miro bien y se viste muy lindo, su cabello es castaño y sus dientes son blancos, más o menos es de mi altura y se ve muy simpática.

—Hola, trataré de que no sea así —le respondo y ella ríe, una risa sincera.

—Me llamo Tania —se presenta y me tiende su mano, hay una perfecta manicura en ella.

—Kimberly —respondo y agarro su mano con la mía, la cual sólo tiene un barniz de brillo.

Me sonríe y puedo notar que lo hace de verdad, tal vez si que encontré una chica normal que puede llegar a ser mi amiga.

En toda la clase estuvimos charlando. Lo sé, debí prestar atención, pero no puedo desperdiciar la oportunidad de encajar en algún grupo de chicos buenos como Tania. Espero haber sido de su agrado, así como ella es del mío.

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