BIANCA
Sentí el frío subir por mi espalda y supe que mi rostro debía estar blanco como un papel.
—Lo despacharé de inmediato y puedes verlo fuera de la oficina cuando termine tu jornada laboral —prosiguió—. Si hubiera sabido lo que sucedió entre Antonio y tú, no le habría dicho que estabas aquí.
—No lo hagas. Iré a verlo.
—Antonio se pondrá furioso si se entera.
—Sé que no se admiten visitas personales, pero será rápido y además, el señor De Santi no está aquí. No tiene por qué enterarse.
—Hazlo bajo tu responsabilidad —me advirtió y asentí, yendo a la oficina de Vitto sola.
Cuando abrí la puerta, lo vi de pie, irreconocible. Parecía como si no hubiera dormido en toda la noche. Estaba muy pálido y con los ojos inyectados en sangre. Cerré la puerta y me quedé de pie, mirándolo con un extraño sentimiento.
—Bianca… —susurró, acercándose a mí. Retrocedí dos pasos y se detuvo—. Necesito explicarte las cosas…