El Cisne Blanco - Sobre el Lago
El Cisne Blanco - Sobre el Lago
Por: kesii87
CAPÍTULO 1 – DÓNDE LA FELICIDAD RESIDE.

Me encontraba en mi nuevo hogar, ya llevábamos viviendo allí tres años, tenía mi propio círculo de amigas, mujeres de mi misma edad que también habían tenido que venirse a vivir a aquellas agradables casitas a las afueras de la ciudad.

Carly Johnson era una joven de unos 28 años (mi misma edad), tenía el cabello moreno, de tez media, ojos marrones, estatura mediana, pero era muy guapa. A mí me parecía una joven muy sensual. No parecía ser la típica chica en la que todos los hombres se fijan, pero tenía mucho encanto.

Estaba prometida con Josh Samuel, que era todo un hombre de negocios, tenía una pequeña tienda de lencería y su mujer solía ser la modelo que usaba para decorar la tienda con las prendas que vendía. Había logrado que otras empresas del sector comprasen sus productos a precio de coste y que de esa forma se vendiesen en otros establecimientos, como os digo, era todo un hombre de negocios.

En cuanto a su aspecto, era un hombre de cabello pelirrojo, ojos verdes, estatura mediana, muy delgado, y un tipo bastante normal, no parecía destacar demasiado entre las mujeres. Era demasiado simple, a día de hoy, no sé qué es lo que vio su mujer en él.

Ellos eran mis vecinos más allegados, los que vivían más cerca y con los que más trato tenía.

Luego estaba Laia Coll, que era extranjera, y era una mujer realmente imponente, de estas que siempre están rodeadas de gente y siempre logra hacer lo que quiera con ellas.

Era una joven de unos 30, tenía el cabello castaño, de estatura mediana, ojos claros y complexión atlética.

Laia estaba casada con Paul Coll, un multimillonario que se dedicaba a los negocios en la bolsa, llevaba toda la vida en ello, y parecía no cansarse nunca de aquello.

Charlotte era la más joven, no vivía cerca de nosotras, pero conocía a Carly desde la infancia, así que venía a menudo. Tenía 25 años, era morena, de ojos verdes, estatura baja, delgada y era muy guapa. Era extranjera, pero nunca quería hablar de ello, parecía que realmente le incomodaba la situación en la que se encontraba, así que el resto tan sólo no hacíamos preguntas.

David había cambiado su lugar de trabajo, había pedido una plaza en una comisaría cerca de allí y se la habían concedido.

Vivíamos en una urbanización enorme.

Íbamos a visitar a mi familia en navidad, pero aquella navidad habíamos decidido pasarla allí, porque sus padres venían a pasarla con nosotros, desde Florida. Así que, mi familia también se había apuntado.

El timbre me hizo salir de mis pensamientos, era Carly, mi vecina de al lado, que quería que la ayudase a elegir los colores para su banquete de bodas, pues se casaría el año que viene, su futuro marido, Josh se lo había pedido en un restaurante, a pleno pulmón, mientras cantaba una canción junto a sus empleados de la tienda. Fue una pedida de mano de lo más romántica.

A menudo le gustaba fantasear sobre mí y sobre David, solía asegurar que me lo pediría pronto. Pero yo no quería forzar las cosas, estábamos mejor que nunca, y en aquel momento no me importaba estar unida a él por un papel, tan sólo quería seguir a su lado, como ahora.

La puerta sonó tras nosotras, haciéndonos salir de nuestro hipnotismo.

  • Isa ¿me ayudas con las bolsas? – Preguntó David hacia mí, percatándose entonces de que teníamos visita – ah, hola Carly.
  • Salgo en seguida – respondí mientras el negaba con la cabeza.
  • Lo haré yo, podéis seguir con lo vuestro.
  • No seas tonto, Dave – le regañaba Carly, mientras se levantaba del sofá, dejando el libro de muestras sobre la mesa – échale un vistazo Isa, volveré luego, para que me des tu opinión.

Me lancé a sus brazos, tan pronto como la vecina se había marchado, y le abracé con fuerza, mientras besaba sus labios, como tanto me gustaba.

  • Me encanta que me recibas así – reconocía mientras yo sonreía divertida.
  • ¿qué tal te ha ido el trabajo? – Pregunté.
  • Bien, Philip y Jim han vuelto a esconderme la taza para hacer la gracia. – respondía divertido, haciendo que yo riese también.
  • ¿la que te regalé por tu cumpleaños? – Pregunté mientras el asentía.
  • Vamos arriba, quiero celebrar contigo una cosa. – rogaba, mientras tiraba de mí hacia las escaleras que daban a la planta superior.
  • ¿y qué pasa con la compra? – Pregunté, rehusándome a ir con él, no paraba de pensar en los yogures que podrían estropearse con el calor.
  • La compra puede esperar.
  • Se van a descongelar la tarta. Y también hay yogures – le reñí, mientras el reía divertido.

Descargamos las bolsas del coche y las llevamos a la cocina, para luego ayudarme a ordenarlo todo y cuando lo hubimos echo volvió a agarrarme por la cintura.

  • ¿qué te pasa hoy? – pregunté, con curiosidad, pues él no solía ser tan insistente en el día a día.
  • Hoy es nuestro aniversario. – me comunicaba, haciendo que yo sonriese feliz.
  • ¿y? Es esta noche cuando vamos a cenar por ahí, siempre lo hacemos así.
  • Hace 3 años que volví a buscarte a tu casa, y te rapté a punta de pistola. – me informó, haciendo que yo riese al acordarme de aquello, éramos dos locos enamorados en aquel entonces, sobre todo él, que había montado toda una escena a las afueras de mi casa, aquel día.
  • Lo sé.
  • Deberíamos salir a celebrarlo ahora, no puedo esperar hasta la noche. – insistía, mientras yo volvía a reír, era algo que solía hacer casi a diario en aquel lugar, reír.
  • Estás muy raro. ¿ha pasado algo en el trabajo? – Pregunté, mientras él negaba con la cabeza.
  • No tiene nada que ver con el trabajo – respondió, mientras yo le miraba divertida.
  • ¿es por tus padres? – Pregunté preocupada, temiendo lo peor - ¿han cancelado en el último momento? – insistí, mientras él negaba con la cabeza, una y otra vez.
  • Te quiero, cariño – reconoció, mirándome a los ojos mientras acercaba su rostro al mío para besarme.
  • Yo también te quiero.
  • Mis padres llegarán mañana – admitió, mientras yo sonreía, intentando tranquilizarle. Sabía que era lo que le preocupaba, pues mis suegros no me habían conocido en persona aún - ¿estás lista?
  • Lo estoy.
  • ¿le pediste el día libre a Marc? – preguntó. Marc Damons, era mi jefe, Ahora trabajaba en una tienda de manualidades, hacíamos cosas para zurdos, yo me encargaba de la decoración, mientras Marc construía casi todo, las sillas, las mesas, los bolígrafos, las tazas, y un largo etc. Asentí hacia él. - es una suerte, no voy a tener que detenerle.
  • ¿cómo ibas a detenerle? No ha hecho nada malo – le espeté divertida, mientras el reía por mis palabras.
  • Encontraría algo contra él. – me espetaba divertido – por entretener a mu mujer de esa manera.
  • Es mi trabajo – le reñí, mientras el negaba con la cabeza, en señal de que no quería seguir hablando sobre ello. - Mis padres llegarán pasado mañana. ¿estarás bien? – pregunté, ya que sabía que después de lo ocurrido entre nosotros, mi familia aún tenía sus diferencias con él y no terminaban de aceptarle del todo.
  • Ah, se me olvidaba. Encontré esto el otro día…- comenzó, mientras sacaba un pequeño estuche del bolsillo y lo ponía delante de mí - … espero que te guste. - mi corazón dio un vuelco cuando lo cogí en mis manos. Tenía la certeza de que me estaba pidiendo matrimonio en aquel justo instante, pero tan pronto como abrí la caja, mi ilusión y mi sonrisa desapareció. Él no quería pedirme matrimonio, se trataba de un colgante, un hermoso colgante con una forma redonda y una bonita piedra lunar en el centro. - la mujer dijo que simbolizaba los amantes perdidos: decía que había una historia que decía que si un chico se lo regalaba a su chica esta se quedaría a su lado, sin importar los problemas de sus familias, y le amaría por siempre.
  • ¿es el que mi abuela confundió con un anillo de compromiso? – pregunté, admirando como el asentía.
  • Pensé que lo había perdido, pero el otro día en el garaje, ordenando las cajas que había traído de mi antiguo apartamento… lo encontré entonces.
  • Vaya, ha estado ahí todo este tiempo…- comencé. Estaba algo decaída y desilusionada, pero intenté fingir que no era así, no quería que pensase que no me había gustado. Me había encantado el regalo, pero había esperado que fuese otra cosa, eso era todo.
  • ¿no te ha gustado? – Preguntó, notando mi desilusión, aunque había intentado que no se me notase, él siempre tenía un don para pillarme. Era imposible engañarle.
  • Claro que me ha gustado – respondía, mientras él agarraba mi rostro entre sus manos y me escudriñaba con la mirada. En busca de cualquier atisbo de mentira.
  • ¿esperabas otra cosa? – preguntó, mientras yo bajaba la mirada avergonzada, pero el volvió a agarrar mi rostro y lo levantó, obligándome a mirar hacia él. Negué con la cabeza, intentando que él me creyese, aquello era demasiado vergonzoso para mí – Esperabas que fuese un anillo.
  • No necesito un anillo – mentí, mientras él agarraba mi mano y tiraba de mí hacia arriba, hacia nuestra habitación, sin lugar a dudas querría recompensarme con sexo, pero no necesitaba nada de eso. Sólo lo necesitaba a él.
  • Quédate aquí, tengo que coger una cosa, vuelvo en seguida.
  • Dave – le llamé, haciendo que el volviese a mirar hacia mí. - no necesito un anillo, solo te necesito a ti.
  • Lo sé. Ven – me llamó, para luego besarme despacio, con la ternura que necesitaba en aquel momento. - voy al baño, vuelvo en seguida.

Era un inoportuno, justo ahora tenía que ir al baño. Entró en el baño y salió antes de que me hubiese dado cuenta de ello. Miré hacia el sin comprender.

Se paró frente a mí y me beso dulcemente en la frente, para luego mirar hacia abajo, justo hacia nuestros pies, haciendo que yo también mirase, y me percatase de que tenía los cordones de uno de sus zapatos desatados.

Observé cómo se agachaba, seguramente para volver a atarlos

  • Isabel Santiago…- comenzó, mientras levantaba una caja muy similar al a que me había dado con anterioridad, sin haberse levantado del suelo aún, y me la ofrecía. - …
  • ¿es una broma? – Pregunté divertida mientras agarraba la caja, dispuesta a abrirla y encontrar en ella otro collar – me has comprado otro colgante y tenías que hacer la gracia ¿verdad?
  • No es un colgante – reconocía mientras se levantaba y se sacudía los pantalones, parecía defraudado por mi reacción. - ábrelo – me animó, mientras yo tenía mis dudas, no sabía si me estaba vacilando o no – iba a dártelo esta noche, pero eres demasiado ansiosa.
  • ¿qué es? – pregunté mientras lo abría y descubría un anillo de compromiso. Me quedé de piedra al verle frente a mí, en aquella cajita, era precioso, el acababa de… ¿me había pedido matrimonio? – es un anillo. ¡Vaya! ¿es de verdad? – pregunté ilusionada mientras lo sacaba de la caja y me lo ponía en el dedo, sin dejar de dar saltitos y sonreír como una tonta.
  • Acabas de cargarte el momento, Isa – me espetó malhumorado – pensaba proponértelo esta noche y…
  • Propónmelo ahora – le rogué, mientras el negaba con la cabeza, defraudado.
  • Ya es tarde, te has cargado el momento. – me regañaba, mientras yo insistía.
  • Mira, me lo quito, lo meto en la caja, y repetimos. – le propuse, mientras le daba la caja con el anillo dentro, para volver a repetir aquella escena, pero él parecía enfadado aún.
  • Ya sabes lo que es, sabes lo que significa, ¿de que serviría repetir la misma escena?
  • Fingiré que no lo sé. – imploré, mientras el bufada del aburrimiento.
  • Incluso lo he intentado, pero te has puesto a decir que era un colgante y te has cargado toda la magia.
  • ¿y qué importa?
  • Quería que al menos esto fuese especial.
  • Pero si ya es especial, tonto. Es especial porque eres tú quien me ha dado el anillo. Y porque me muero de ganas de ser tu mujer.
  • ¿de verdad? – Preguntó ilusionado hacia mí, mientras yo sonreía hacia él
  • Te quiero, David McFarell.
  • Te quiero señora McFarell.

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