Isabel vive en una pequeña urbanización junto a David. Todo parece perfecto en su vida, parece que finalmente podrá ser feliz en aquel mundo de locos. Pero un día, todo su mundo se viene abajo, y las mentiras, los engaños y el dolor invaden su vida, y se da cuenta de que todo lo que ha vivido no parece real. Cuando toda esperanza está perdida, aparece alguien que hace que todo vuelva a cobrar sentido. Todo esto y mucho más en la segunda entrega de El Cisne Blanco.
Ler maisMe encontraba en mi nuevo hogar, ya llevábamos viviendo allí tres años, tenía mi propio círculo de amigas, mujeres de mi misma edad que también habían tenido que venirse a vivir a aquellas agradables casitas a las afueras de la ciudad.
Carly Johnson era una joven de unos 28 años (mi misma edad), tenía el cabello moreno, de tez media, ojos marrones, estatura mediana, pero era muy guapa. A mí me parecía una joven muy sensual. No parecía ser la típica chica en la que todos los hombres se fijan, pero tenía mucho encanto.
Estaba prometida con Josh Samuel, que era todo un hombre de negocios, tenía una pequeña tienda de lencería y su mujer solía ser la modelo que usaba para decorar la tienda con las prendas que vendía. Había logrado que otras empresas del sector comprasen sus productos a precio de coste y que de esa forma se vendiesen en otros establecimientos, como os digo, era todo un hombre de negocios.
En cuanto a su aspecto, era un hombre de cabello pelirrojo, ojos verdes, estatura mediana, muy delgado, y un tipo bastante normal, no parecía destacar demasiado entre las mujeres. Era demasiado simple, a día de hoy, no sé qué es lo que vio su mujer en él.
Ellos eran mis vecinos más allegados, los que vivían más cerca y con los que más trato tenía.
Luego estaba Laia Coll, que era extranjera, y era una mujer realmente imponente, de estas que siempre están rodeadas de gente y siempre logra hacer lo que quiera con ellas.
Era una joven de unos 30, tenía el cabello castaño, de estatura mediana, ojos claros y complexión atlética.
Laia estaba casada con Paul Coll, un multimillonario que se dedicaba a los negocios en la bolsa, llevaba toda la vida en ello, y parecía no cansarse nunca de aquello.
Charlotte era la más joven, no vivía cerca de nosotras, pero conocía a Carly desde la infancia, así que venía a menudo. Tenía 25 años, era morena, de ojos verdes, estatura baja, delgada y era muy guapa. Era extranjera, pero nunca quería hablar de ello, parecía que realmente le incomodaba la situación en la que se encontraba, así que el resto tan sólo no hacíamos preguntas.
David había cambiado su lugar de trabajo, había pedido una plaza en una comisaría cerca de allí y se la habían concedido.
Vivíamos en una urbanización enorme.
Íbamos a visitar a mi familia en navidad, pero aquella navidad habíamos decidido pasarla allí, porque sus padres venían a pasarla con nosotros, desde Florida. Así que, mi familia también se había apuntado.
El timbre me hizo salir de mis pensamientos, era Carly, mi vecina de al lado, que quería que la ayudase a elegir los colores para su banquete de bodas, pues se casaría el año que viene, su futuro marido, Josh se lo había pedido en un restaurante, a pleno pulmón, mientras cantaba una canción junto a sus empleados de la tienda. Fue una pedida de mano de lo más romántica.
A menudo le gustaba fantasear sobre mí y sobre David, solía asegurar que me lo pediría pronto. Pero yo no quería forzar las cosas, estábamos mejor que nunca, y en aquel momento no me importaba estar unida a él por un papel, tan sólo quería seguir a su lado, como ahora.
La puerta sonó tras nosotras, haciéndonos salir de nuestro hipnotismo.
Me lancé a sus brazos, tan pronto como la vecina se había marchado, y le abracé con fuerza, mientras besaba sus labios, como tanto me gustaba.
Descargamos las bolsas del coche y las llevamos a la cocina, para luego ayudarme a ordenarlo todo y cuando lo hubimos echo volvió a agarrarme por la cintura.
Era un inoportuno, justo ahora tenía que ir al baño. Entró en el baño y salió antes de que me hubiese dado cuenta de ello. Miré hacia el sin comprender.
Se paró frente a mí y me beso dulcemente en la frente, para luego mirar hacia abajo, justo hacia nuestros pies, haciendo que yo también mirase, y me percatase de que tenía los cordones de uno de sus zapatos desatados.
Observé cómo se agachaba, seguramente para volver a atarlos
Tumbada sobre la cama, inmersa en mis pensamientos, sin haber podido pegar ojo en toda la noche, aún mantenía los ojos cerrados, intentando poner la mente en blanco para dormir. Pero era en vano, ya había amanecido hace bastante rato, y podía escuchar los maravillosos sonidos que me embriagaban de aquel lugar.Pero, aun así, quería seguir resistiéndome a salir de la cama un poco más, necesitaba saber qué era lo que quería en mi vida, deseaba decidir cuál sería mi elección final.Siempre había pensado que después de David no habría nadie más, que él sería el definitivo, que se convertiría en mi esposo y juntos formaríamos una familia, ese había sido siempre mi deseo, amanecer junto al hombre al que amaba durante el resto de mi vida. Pero algo había cambiado entre nosotros, parecía que David
Me encontraba en casa de Laia, junto a David, Josh y Jaume, pues mi novio había insistido en que mi amigo debía asistir, aunque por supuesto él no sabía que nosotros ya no podíamos ser eso nunca más.Jaume no dejaba de mirarme y yo no dejaba de ignorarle, no quería que nadie se diese cuenta de que él sentía algo por mí. Tenía miedo de que aquello le trajese problemas con su hermana o incluso con mi novio.Ayudé a Laia a recoger los platos de la cena, mientras él los fregaba, intenté no sentir nada cuando rozó mi mano con la suya al coger mi plato, incluso intenté no mirar hacia sus ojos cuando me habló…Ve sacando los platos del postre – me pedía, mientras Laia volvía al salón, a coger algunos platos más.Caminé hacia él y puse los platos que a
Todo se había vuelto un caos en mi vida desde que él no estaba, pero aun así intentaba seguir adelante, pues no quería volver a hacerle daño, no después de haber sentido lo que había sentido al verle llorar por mi culpa.Las cosas con David no habían mejorado, discutíamos todo el tiempo, y apenas hablábamos sobre nosotros. Ya ni siquiera estaba segura de querer casarme con él.Había pasado una semana, y volvía a trabajar, centrándome en los preparativos de la boda de Carly, intentando alejarle de mis pensamientos.Llegué a casa casi media hora después de la hora en la que se suponía que debía llegar. Y David estaba en el salón, esperándome, junto a un enorme baúl de madera que parecía hecho a mano.Lo ha traído Jaume esta mañana – me informaba, al darse cuenta de q
Habían pasado dos días desde el regreso de David, y todo se había ido al cuerno con él. Era imposible mantener una conversación con él sin que acabáramos lanzándonos los trastos a la cabeza.Necesitaba dejar de sentir eso, necesitaba volver al lago, al único lugar donde todo parecía solucionarse, al único lugar que me traía paz en aquel momento.Apenas eran las seis de la mañana, cuando salí a caminar, sabía que no podía ir hacia el lago en coche, pues no tenía uno que manejar, así que tan sólo podía caminar.Casi una hora después llegaba hasta su casa, su coche estaba allí, así que él aún estaba allí.Estaba cortando leña, como de costumbre. Miró hacia mí al verme aparecer sola, y sudando, podía intuir que había venido caminand
Casi había anochecido, aquella misma noche, podía escuchar a Jaume despidiendo a los invitados, mantenía los ojos cerrados mientras mi cuerpo miraba el lago, por la parte trasera de la casa.Había refrescado, podía sentir el frío sobre mí.Él venía hacia mí, podía escuchar sus pasos, y eso me aterraba, que pudiese reprocharme el haber estado a punto de estropear el día de su hermana. Sinceramente, no quería que la única persona que me quedaba se alejase de mí también, ya me sentía demasiado sola en aquel momento.Lo siento…- comencé, al mismo tiempo que él hablaba.¿Te apetece ir a dar una vuelta? – Preguntó mientras señalaba hacia el bote que él mismo había construido.¿no es peligroso navegar de noche? – Pregunté, mientras &e
Aquella noche estábamos de celebración, pues era el cumpleaños de Laia, y tanto ella como Josh, como el resto de nuestros amigos estaban allí.Jaume estaba mucho mejor con sus heridas, y como de costumbre no me dejaba que me acercase demasiado, aun así, solía fingir que no me importaba.Achuché a Laia al verla aparecer junto a JoshNo teníais que haberos molestado – decía hacia mí, mientras volvía la vista para buscar a su hermano, encontrándolo junto al taller, tonteando con una de las hijas del panadero. Eso volvería a traerle problemas con su padre, pensaba mi amiga. - por cierto, tengo que hablar contigo – dijo volviendo la vista hacia mí – he oído que David volverá la semana que viene.¿cómo te has enterado?Uno de los chicos de comisaría se lo dijo a Josh.
Último capítulo