-XLVI-

Los llantos hicieron sobresaltar a todos los que permanecían en el exterior.

Entre ellos, Peter, Shelly, Izan y Adelain, quienes entre los tres últimos, se miraron entre ellos con una enorme sonrisa en sus rostros.

Peter, anonadado, no apartaba los ojos de la puerta de la casa.

¿Cómo podían haberle engañado sobre esa... gente?

En el tiempo que llevaba con ellos había podido constatar que en absoluto eran salvajes, bueno, a excepción de sus bacanales y fiestas paganas, sino que podía corroborar que eran aún más humanos que los propios humanos.

Sí, se convertían en lobos.

Sí, eran criaturas sobrenaturales.

Pero el sentido de la familia, de la camaradería, de la protección y todo lo relacionado con el vínculo entre parejas superaba, con creces, a los matrimonios entre los humanos.

Volvió a dar gracias por haber ido a parar allí...

Y por fin, haber conseguido lo que tantos años deseó.

Amar sin esconderse.

Amar de verdad.<

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