En fila india, entraron Hicks y el doctor Montgomery. Hicks esposado y escoltado por dos oficiales, y el doctor con su típico traje oscuro acompañado de su semblante analítico.
—Está bien, quédense afuera, el señor Hicks no irá a ningún lado —les ordenó Terry a los oficiales—. Quítenle las esposas.
Los oficiales obedecieron en cada una de las peticiones y luego se fueron cerrando la puerta.
— ¿Cómo has estado? —le preguntó el jefe a Hicks.
Él sonrió con un poco tristeza.
—Mi esposa y mi bebé están a salvo así que bien —respondió masajeando sus muñecas—. Convivir con delincuentes es un sueño.
—Veo que no abandonas el sarcasmo —comenté con un tono burlón.
Extrañaba a ese idiota.
—Convivir ta