Capitulo 1

Capítulo 1

   Los gritos retumbaban en toda la casa cuando Zeleo abrió la puerta, Por un momento quiso dar media vuelta y volver a la casa de Sara, la había pasado muy bien anoche y tal vez ella aún no se había despertado, recordó que se vistió y la dejó ahí acostada, podría hacerle el desayuno y quedarse el resto del día con ella, o tal vez podría ir a casa de su novia con la excusa de que la extrañaba.

   Cuando por fin Zeleo se decidió a irse de su casa para visitar a su novia, alguien se asomó por la puerta.

   —Zeleo —dijo su padre abriendo sus ojos avellanas en sorpresa, sin duda no se esperaba que el estuviera ahí tan temprano.

   — ¡Vete de un vez Mateo! —gritó Juliett apareciendo detrás del padre de Zeleo quien se había apartado para dejar entrar a su hijo.

   —Creo que llegué en mal momento —musitó Zeleo, no entendía qué hacía padre en la casa de su mamá, pero debía de ser importante para que Juliett se viera tan enfadada.

   —No, ya tu padre se iba —gruñó Juliett cruzándose de brazos, lucía su habitual vestimenta ejecutiva, dándole el aspecto de la abogada poderosa que siempre quiso ser.

   —Si —dijo Mateo soltando un suspiro exasperado—, hablamos luego, hijo.

   Mateo le dio unas suaves palmadas en el hombro a Zeleo y seguidamente salió de la casa cerrando la puerta a sus espaldas. Juliett tomó una profunda respiración mientras Zeleo caminaba hacia la cocina.

   —La leche está caducada —murmuró Zeleo viendo la fecha de caducidad del envase, seguidamente agarró una manzana y se la llevó a la boca observando los demás producto que habían dentro de la nevera.

   —Y todavía tiene el descaro de decirme que yo soy la infiel —gritó su madre enfurecida mientas abría su portafolios sobre la mesa y registraba todos los papeles que tenía en él, sin prestarle la mínima atención a los que Zeleo había dicho, pero él estaba acostumbrado, cuando su madre estaba molesta hablaba de mil y un cosas hasta que por fin se descargaba totalmente y se iba a trabajar, así que Zeleo simplemente la observaba sin interrumpir.

   —Ese idiota se cree que puede venir a mi casa y echarme en cara que soy una mala madre —continuó Juliett negando con la cabeza—, ¿por qué él no se ocupa de su hijo entonces?, por supuesto que es más fácil criticar a los demás, se cree que por darte dinero diariamente ya cumple su función como padre, es un idiota, estúpido idiota.

   Pero fue el idiota del que te enamoraste una vez. Pensó Zeleo aunque ya eso comenzaba a ponerlo en duda, sus padres se odiaban porque al parecer su padre había engañado a su madre con otra mujer.

   “Piensa que porque tiene dinero puede conseguirse a cualquier chica que desee, pues le dejo el camino libre.” Había dicho su madre cuando logró hacer vigente el divorcio.

    -Hijo, espero que no seas como tú padre -expresó Juliett corriendo el cierre de su portafolios-, él es un idiota egocéntrico. En cambio tú, querido hijo, puedes hacer la diferencia para limpiar el nombre de los hombres.

   Juliett se colocó sus lentes de poco aumento que usaba a diario, acercándose para depositarle un beso en la mejilla a Zeleo.

   —Mi pequeño doctor —le desordenó el cabello cariñosamente—, ¿te espero a la hora de la cena, o irás a alguna parte con Anaís?

   Zeleo frunció el ceño mientras terminaba de comerse su manzana, no quería ver a Anaís ese día, estaba cansado y solo quería ver la televisión o repasar sus lecciones para el examen del lunes.

   —Estaré para la hora de la cena.

   —Recuerda que a las chicas nos gusta pasar el tiempo con nuestros novios —dijo su madre comenzando a caminar fuera de la cocina hacia la puerta—, invítala a cenar si quieres, adiós cariño, estudia, te quiero.

   Salió de la casa dejando a Zeleo solo, él tomó una profunda respiración mientras botaba el tallo de la manzana en la papelera, a veces no entendía a su madre, recordaba que Anaís no le caía bien a ella y luego ahora parecían las mejores amigas.

   Zeleo se encogió de hombros, dirigiéndose a su dormitorio, tenía mucho sueño ya que no había dormido mucho en la noche con Sara.

***

   Los ronquidos parecían intensificarse hasta el punto de hacer estremecer las paredes de su habitación, Nicole estaba acostada boca arriba con la boca abierta, mientras su cuerpo estaba extendido como una estrella de mar, ocupando cada extremo de la cama de tamaño matrimonial.

   — ¿Diara? —susurró su madre asomándose por la rendija de la puerta.

   Diara estaba limando sus uñas mientras veía un programa a volumen bajo desde el sillón al lado de su cama donde dormía Nicole, al ver a su madre hizo un gesto con su cara en una pregunta muda que decía: “¿qué ocurre?”

    Su madre inclinó la cabeza hacia un lado indicándole que saliera para hablar con ella, así que Diara se levantó tratando de hacer el mínimo ruido posible para no despertar a Nicole.

   —¿Quieres desayunar? —Dijo su madre una vez que Diara se sentó en uno de los taburetes de la mesa de la cocina—, ¿quieres un té de manzanilla, o un zumo de manzana?, escuché que es bueno para una resaca.

    Diara soltó una ligera carcajada antes de decir:

   —Yo no tomé, ni siquiera me duele la cabeza, aunque, sí acepto tu oferta de darme el desayuno.

   Marta bajó sus hombros volteando a ver a su hija con una expresión un poco decepcionada, mientras le ofrecía un plato con huevos y tostadas que Diara se apresuró a sostener.

   — ¿Por lo menos bailaste? —dijo su madre sentándose al lado de Diara—, espero que te hayas divertido aunque no hayas bebido.

    Diara le dio un gran mordisco a su tostada mientras giraba los ojos sin poder ocultar su entretenimiento por la extraña conversación que a los oídos de una familia normal sonaría disparatada.

   —Si bailé, fue divertido, y además, si iba a manejar no podía beber —dijo dándole otra mordida a su tostada.

   —Mi pequeña responsable —dijo Marta—. Pero pudiste haberme llamado y yo las hubiera ido a buscar.

   —De igual forma, Niki se emborrachó por las dos. Además, no creo que sea prudente que ingiera alcohol, soy propensa a irme en vomito con todas las cosas que tomo.

   —Tonterías —replicó Marta—, tienes que vivir tu vida al máximo Nena.

   De repente Diara se atragantó y su madre se levantó del taburete rápidamente para ofrecerle un vaso de agua que sacó de la nevera, Diara se lo tomó rápidamente aun teniendo leves convulsiones por la tos.

   —Vivir tu vida al máximo —repitió Diara de forma burlesca—, una madre normal me diría que estudiara y tal vez no me dejaría ir a fiestas, y yo me tendría que escabullir por la ventana de mi habitación y luego huiría con un chico en un motocicleta hacia una fiesta descontrolada donde; me emborracharía y drogaría, pero tú me privas de todo eso dejándome hacer lo que yo quiera.

   Marta soltó una carcajada mientras negaba con la cabeza, Diara terminó de comer y antes de que ella se levantara, su mamá le quitó el plato de sus manos para lavarlo por ella, haciendo que Diara girara los ojos.

   —Gracias, pero yo podía hacerlo.

   —Te arruinarás tu manicura y tienes que estar impecable para la entrevista que te harán mañana.

   La entrevista, por un momento se Diara  se había olvidado de eso.

   — ¿Sabrás acerca de qué será la entrevista?

   —Creo que es para un contrato con una empresa —dijo su madre secando con un paño el plato que Diara había usado y seguidamente lo guardó en el estante.

   —Modelar para una empresa —dijo Diara sintiendo la emoción crecer en su pecho, ese había sido su mayor sueño, modelar para una empresa de ropa.

   —Lo sé, ¿no es genial?, tengo que ir a la tienda para comprar unas nuevas pestañas, quiero que luzcas impecable.

   — ¿Quien luce impecable? —dijo Nicole entrando a la cocina, seguidamente abrió la nevera para tomar un vaso de agua.

   —Tú no —bromeó Diara observando como el cabello rubio de Nicole estaba totalmente revuelto, su maquillaje embarraba distintos lados de su rostro, dándole un aspecto horroroso.

   — ¡Por Dios Niki! —Dijo Marta llevando una mano a su pecho al verla-, date un baño, pareces un espantapájaros.

    — ¡Vaya, gracias! —Dijo Nicole cerrando sus ojos con fuerza—, me siento como si me hubiera atropellado un tractor. No recuerdo ni siquiera como llegué aquí.

   —El portero me tuvo que ayudar junto con el vigilante del edificio, estabas totalmente dormida —dijo Diara—, además ¿no recuerdas que te ibas a casar y tener tres hijos con Lucas?

   Los ojos azules de Niki se abrieron de un modo que le dio el aspecto de una lunática, seguidamente se cubrió la cara con las manos, restregando sus ojos.

   —Cielos, ¡Qué vergüenza! debía de estar realmente borracha, espero que Lucas no piense que soy una chiflada.

   —Tranquila —replicó Diara—, él estaba mucho más borracho que tú, apenas y se le entendía lo que decía.

   Nicole observó sus manos totalmente negras por el maquillaje frunciendo el ceño.

   —Recuerdo a otro chico... uno muy atractivo —dijo Nicole—, estaba hablando contigo.

   Marta quien había permanecido silenciosa escuchando la conversación se inclinó reposando sus codos sobre la mesa, mirando a Diara con los ojos muy abiertos.

   — ¿Conociste a un chico atractivo?, ¿cómo es que soy la última en enterarme?

   Diara soltó una casta carcajada mientras pensaba en aquel chico, sin duda no lo  había podido sacar de su cabeza desde que se despertó, pero trató de no enfrascarse en él y convertirlo en una obsesión, porque no lo volvería a ver.

   —Solo era un chico —se encogió de hombros—, ni siquiera recuerdo como era que se llamaba.

   Zeleo, Zeleo, Zeleo, Zeleo...

No había podido sacar su nombre de su cabeza por más que intentara olvidarlo, simplemente su nombre se le quedó tatuado en su mente.

   — ¿Pero recuerdas como lucía? —Insistió su madre—, descríbemelo, ¡con detalles!

   Diara rodó los ojos sin poder borrar una pequeña sonrisa que invadía su rostro, simplemente su madre era muy especial.

   —Bueno... —comenzó Diara— su cabello era negro y era alto.

   —Tenía un copete súper sexy que hacía que su cabello le cayera con algunos mechones a su frente —interrumpió Nicole—, y unos ojos azules que te hipnotizaban.

   —Pensé que estabas tan borracha que no recordabas nada —dijo Diara mientras sus mejillas se tornaban de un suave carmesí.

   Nicole se encogió de hombros diciendo:

   —Chicos como él, quedan tatuados en tu cabeza para siempre. Al igual que Lucas, solo que tu Romeo estaba mucho más atractivo y sobrio.

   —Si —dijo Diara—, ahora que recuerdo, te quistaste tu camisa y comenzaste a gritar que eras la mujer tetas grandes.

   — ¡Oh por Dios! —Dijo Nicole llevando una mano a su pecho—, dime que me cubriste.

  —No fue necesario —replicó Diara—, le quitaste la camisa a un vagabundo y luego te la colocaste.

   — ¡Oh Dios mío! —Nicole lucía como si estuviera a punto de vomitar—, me voy a bañar.

   Nicole salió de la cocina dejando a Diara y Marta solas, su mamá levantó una ceja interrogativamente sin dejar de mirar a su hija.

   — ¿En serio eso sucedió?

   Diara comenzó a reírse mientras negaba con la cabeza.

   —No llegó a ese extremo —dijo—, pero eso le enseñará a no emborracharse en otra fiesta.

   — ¿Y de quien era el chico del que ella hablaba?, ¿eso quiere decir que el capítulo de Erick quedó cerrado?

   Diara rodó los ojos levantándose de la butaca, arreglando su cabello con algo de brusquedad.

   —Era una niña —refunfuñó—, ya supéralo.

   Marta soltó una carcajada tan fuerte que Diara sintió el impulso de reír también, pero se contuvo queriendo demostrar que estaba molesta, aunque no lo estaba.

   —Cariño —dijo su madre limpiándose una lagrima que salió de su ojo—, no te avergüences, todos pasamos por nuestro primer enamoramiento, a mí me pareció tierno.

   Diara le iba a replicar, pero simplemente hizo una mueca y se encaminó a su habitación, solo quería olvidarse de los chicos, se prometió que jamás se enamoraría o dejaría que un chico se enamorara de ella y eso lo estaba cumpliendo hasta ahora.

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