Capítulo 4

Había pasado una semana y no había nuevas señales de ataque, aun así así los nervios de Alisha se negaban a ceder. Y la presencia del gran hombre que llenaba toda la sala con su sola presencia no ayudaba. No podía negar que sentía una atracción desde el día que lo conoció, el guardaespaldas estaba bien en todas las medidas, de pies a cabeza, pero era más que eso. Algo muy profundo, más primitivo dentro de ella que llamaba por él, aceleraba sus latidos cuando su figura estaba cerca haciendo que cada parte de su cuerpo se sintiera viva y aunque intentaba ocultarlo, cada día era más consiente de ese sentimiento.

Pero había notado que últimamente mantenía cierta distancia de ella. Sin embargo, lo había pillado mirándola como si fuera la mujer más sexy del mundo, eso elevaba el ego de cualquiera, incluso el suyo.

Esa mañana se encontraba sola en su apartamento que por primera vez en años le pareció enorme. Se había acostumbrado a la constante presencia de Cristian por toda la casa, después de los días que había pasado junto a ella con la justificación de protegerla, que sentía un hueco en su pecho. Se golpeó molesta sus sienes. No era como que se hubiera enamorado de él ni nada. Ni ella misma se comprendía. Pero sabía que no podía pasar de algo más que una atracción y menos con los sucesos recientes. Se despertaba tantas veces en la noche que había doblado la dosis de pastillas de dormir que tenía escondida en lo último de la gaveta de ropa interior. Desde que Cristian se había enterado de su pequeño problema de insomnio y su medicación, se había inclinado por darle cosas más naturales como té o infusiones de alguna planta amarga que su amigo le había sugerido, pero eso apenas si funcionaba, y ella necesitaba algo más concreto.

Suspiró tomando un sorbo del café y miro la pantalla de su teléfono. Apenas eran las 10 de la mañana. Maldijo internamente. Era su día libre y no tenía idea de que emplear su tiempo. Tenía todo el trabajo al día, no podía salir a menos que Cristian estuviera a un metro de ella. El plasma de 55 pulgadas ultra HD de la sala retrasmitía las misma series que había visto en las largas noches de vela, y el internet no le llamaba la atención. Desde el primer incidente de ataque había cerrado todas las redes sociales.

-Demonios, necesito hacer algo- gritó en dirección al techo.

Miró alrededor en busca de algo que le llamara la atención hacer. Ni siquiera estaba desorganizada la casa. No tenía un ama de llave, pero le pagaba a una persona que venía tres veces por semana y se encargaba de tenerle la casa lista y limpia. Ni siquiera de eso tenía que preocuparse. Más tarde tal vez se pondría a cocinar, era la única labor doméstica que se permitía ella misma, y le encantaba.

Cerró sus ojos y la imagen de su guardaespaldas volvió de nuevo a su cabeza. Los abrió de golpe y se enderezo. Desde aquella noche él se había quedado en la otra habitación, velando por su seguridad. Los primeros días le costó trabajo acostumbrarse, llevaba mucho tiempo viviendo sola y lo otro es, que la hacía sentir prácticamente desnuda bajo su mirada no importaba lo que se pusiera, por lo que optó por la ropa más recatada que tuvo, pero para final de los días volvió a su ropa casual de siempre, un short corto y una blusa blanca holgada que le llegaba a la altura del ombligo. Nunca olvidaría la expresión de él al verla la primera vez así. Juraba que había visto sus ojos cambiar de color.

El timbre de su teléfono interrumpió sus pensamientos.

-Que sucede Ania- dejó la taza sobre la mesa y se recostó cómodamente.

-Buenos días Directora, estoy aquí abajo, en el garaje del edificio, le traje algunas cosas, crees que puedas enviar ayuda para llevártelas- Alisha dudo un momento

-No recuerdo tener nada pendiente que tuvieras que traerme-

-Fueron unos paquetes que llegaron hoy a la empresa y el mensajero dejó dicho que había que entregarlos con urgencia y no tuve más remedios que traértelos-

Alisha suspiró, ni siquiera en su día de descanso podía tener 5 minutos para ella.

-espera un momento, ya bajo, Cristian no está aquí-

Colgó y guardó el celular en el bolsillo trasero del short. Bajo las escaleras hasta el garaje en el primero piso. El lugar era amplio y estaba iluminado por los grandes cristales de las paredes que daban al exterior. Había un sin números de carros, incluyendo los dos de ella, un Ferrari y una camioneta del año, que los estacionaba en un área reservada al final.

-Ania- llamó a su secretaria cuando no vio a nadie. Un sentimiento incómodo la invadió.

Al no recibir respuesta después de un segundo llamado y no ver ningún carro fuera de la filas comenzó a retroceder nerviosa, sus instintos le advertían que volviera a su casa, no debía haber salido, incluso si fuera por su secretaria. No podía creer que ella le hubiera tendido una trampa.

Un disparo a su espalda rompió todo raciocinio. Un grito agudo salió de su garganta al sentir el golpeteo sobre el suelo y corrió detrás de uno de los autos protegiéndose. Otro disparo rozó cerca de su cabeza al impactar contra la cubierta del auto. Alisha se cubrió la cabeza temblando. Alguien la quería muerta ahí y ahora. Sintió unos pasos en la lejanía y su adrenalina se disparó. El asesino venía por ella. Dejándose llevar por la poca cordura que el miedo le permitía utilizar, avanzó agachada revisando por los retrovisores de los autos buscando a su atacante pero otro disparo cruzó cerca de su oreja derecha quemando la piel. Alisha retuvo un grito y se tiró al suelo. Podía sentir su rostro húmedo entre el sudor y las lágrimas pero si se detenía en ese momento su vida terminaría. Y donde demonios estaba Cristian, era un buen momento para que estuviera ahí. Maldito el momento en que recibió una llamada de no sabía qué superior y había tenido que dejarla sola, también ella tenía parte de la culpa por haber salido cuando él le repitió al menos 5 veces que se quedara dentro de su casa. Ahora ella estaba ahí, con un tipo detrás de su pellejo y que no vacilaría en terminar con ella.

Se arrastró debajo de un coche y se quedó allí un minuto buscando al menos los pies del asesino. Necesitaba saber su ubicación para saber a dónde ir. Los latidos de su corazón golpeaban en sus oídos y sus manos temblaban dolorosamente. Tomó el teléfono en su bolsillo, agradeciendo de haberlo llevado consigo y marcó el número de Cristian con dificultad. Estaba en parte molesta con él pero era la única persona que podía ayudarla en ese momento.

Sintió el timbre del otro lado. Y rezaba esperando que contestara

-Meyer, que suc-

-El asesino está detrás de mí- le interrumpió atropellando las palabras debido al temblor incontrolable que la recorría y los sollozos atrapados en su garganta- sácame de aquí.

-Dónde estás- sintió el sonido del auto de fondo, oírlo en camino de dio esperanza-

-En el garaje, debajo de un auto- tragó sonoramente- tiene un arma, está disparando, no sé cuánto le tomara encontrarme.

-Solo espera unos minutos estoy llegando, no te muevas de ahí a menos que sea necesario- Alisha sintió la agonía en la voz de él.

Un disparo sonó cerca de ella y soltó el teléfono cortándose la llamada en el proceso. Alisha se tensó. Cristian le había dicho que se mantuviera en el lugar, pero el agresor ya sabía su ubicación, y estaba cerca. Se arrastró hacia el otro auto y se incorporó mirando agitadamente hacia los lados buscando una salida. Los pasos estaban cada vez más cerca, lo sentía, aunque no pudiera verlos.

Un rayo de esperanza le llego cuando vio a su derecha a unos metros una puerta que daba a una de la salida de emergencia. Sabía que si se quedaba allí las posibilidades de sobrevivir serían nulas y cada célula de su cuerpo indicaba que corriera hacia allí. Otro disparo rompió el parabrisas del auto de al lado activando la alarma. El sonido fue tan fuerte que su mente su nubló y la mandó directo en dirección a la salida como un cervatillo aterrorizado.

Casi. Solo faltaron cinco metros cuando un dolor profundo atravesó su tórax y la llevó al suelo cayendo duramente. Su aliento se contuvo cuando el líquido caliente inundó su espalda y su pecho. Había sido alcanzada por una bala. Intento moverse pero su cuerpo se negó tras una ola de dolor que le nublo la vista y disminuyó todos sus sentidos. Moriría allí, lo sabía y no le gustaba ni un pelo.

Lo último que recordó, fueron unos brazos levantándola del frío suelo, antes de perderse en la oscuridad.

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