CAPÍTULO 7. VERDAD DESCUBIERTA

Alondra estaba nerviosa, se vistió con mucho cuidado, procurando lucir sexy y deseable se dijo: “Este chico me trae coladita hasta los huesos”, y soltó la risa, se miró al espejo y se veía hermosa, se vistió con una braga blanca y se dejó suelto su cabello que le caía como una cascada por debajo de sus hombros, se lo cepilló seguidamente hasta sacarle brillo, solo se pintó los labios con un labial tono carne, se colocó unas sandalias bajas de color negro, pues aunque quería estar bella y elegante, también deseaba la comodidad, últimamente la moda ya no era todo para ella, se dio cuenta de que había cosas más importantes que bien valían la pena.

Justo al terminar de arreglarse, sonó su celular, al atenderlo era el hombre por quien su corazón latía acelerado. —Bonita, ya estoy en la puerta de tu casa.

—Listo Pir. Voy saliendo —. Respondió un poco agitada, por el esfuerzo de estar lista con premura.

Al verla, él se bajó del carro, acercó su cuerpo a ella y la pegó al suyo abrazándola mientras con suave voz le hablaba al oído. —Estás hermosa, no he podido dejar de pensarte, a cada instante estás presente en mi mente —le mordisqueó el lóbulo de la oreja y fue recorriendo su cuello, sus respiraciones se entrecortaron producto del inmenso deseo que los consumía, hasta que fueron interrumpidos por una bocina de un auto y un grito de alguien diciéndoles —¡Llévatela sola!

Los dos soltaron las carcajadas, él le abrió la puerta del auto y la ayudó a subir

—¿Dónde quieres ir? —. La interrogó Pir.

— Quiero cenar y luego irme a la playa contigo, otra vez—. Propuso sonriente.

—Entonces eso será lo que haremos —manifestó acariciándole suavemente su mejilla—. Te llevaré a un Restaurante de comida venezolana ¿La has comido?

—Una vez en unas vacaciones, pero ya casi no recuerdo, viajamos con unos amigos que a su vez tenían una amiga que su mamá es de esa nacionalidad. Solo que yo no soportaba a esa chica de niña y bueno tampoco de grande, pero a estas alturas, ya no me causa enojo, porque cesaron las razones que me hacían odiarla.

—¿Puede saberse por qué esa chica te causaba odio? Ese es un sentimiento bastante fuerte para sentirlo por alguien —. Quiso saber el hombre.

—Porque a ella le gustaba el chico del cual yo estaba enamorada o tal vez viceversa; realmente ya no estoy segura, lo cierto es que primero le gustaba yo, pero fui una creída esperando que suplicara mi atención, y en ese ínterin ella logró ganar su corazón.

Él se enamoró de ella y se dio cuenta de que lo que sentía por mí no era real, yo me llené de enojo y le hice una jugarreta a la chica para separarlos, de lo cual hoy me arrepiento. Lo que no sabía es que cuando el amor es verdadero siempre sale vencedor y ellos dos se amaban profundamente, pero en ese momento en mi ignorancia sobre el tema no lo sabía.

Pir hizo un gesto de desagrado—¿Y aún amas a ese hombre? —Preguntó serio.

Ella esbozó una gran sonrisa. —Me di cuenta de que no lo amaba, era solo capricho. Ahora se la dif…. —Pir la interrumpió.

—¿Cuánto hace de eso? —Interrogó con un tono de molestia.

—Unos días antes de empezar a trabajar en los almacenes, un poco más de un mes tal vez dos —. Respondió Alondra.

Él hizo un gesto de molestia. —Fue poco tiempo para darte cuenta o tal vez se deba a que eres una caprichosa.

Ella se quedó viéndolo con un rastro de tristeza — Veo que a veces no es bueno ser sincero. Tal vez es mejor que me regreses a mi casa.

Pir vio la cara de decepción que se dibujó en su rostro —. Lo siento Bonita, no debe molestarme por algo que no pasó en mi momento, me dio un poco de celos que otro chico despertara en ti esos sentimientos ¿Cómo sabrás que soy especial para ti, si antes te has confundido?

—Simplemente porque sus besos, apenas un par que le di no tienen punto de comparación con los tuyos, cuando me besas y me acaricias, tengo la impresión de que un incendio se produce dentro de mí consumiéndome. Todas mis terminaciones nerviosas se activan, mi cerebro deja de pensar, solo puedo sentir esas emociones que nunca antes había experimentado con ningún hombre ni siquiera teniendo sexo con ellos ¿Entiendes?— espetó casi molesta—, es una sensación de euforia, no sé cómo explicártelo.

—Lo sé Bonita, porque es lo mismo que experimento contigo y te juro que eso nunca antes me había pasado tampoco con ninguna mujer —afirmó el chico.

Así siguieron hasta un pequeño Restaurant llamado El Maíz, ubicado en la vía Tolemaide. Se situaron en una de las mesas del fondo, cuando llegó el momento de pedir ella expresó —Tú eres quien tienes ascendientes venezolanos. Así que escoge tú, porque en verdad no tengo idea de que pedir.

—Bueno pediremos unos patacones mixtos —.Pronunció con alegría porque era una de sus comidas favoritas.

—¿Eso qué es? —Interrogó Alondra elevando sus cejas, entretanto Pir mostraba una hermosa sonrisa, que le provocaba un cosquilleo en el estómago.

—Bueno son originarios de un estado ubicado al occidente de Venezuela, llamado Zulia, es un plato que se hace con plátanos pintones, se cortan a la mitad, luego se rebanan al medio y se sofríen hasta que estén un poco dorados, luego se saca y se aplasta, después se ponen a freír nuevamente hasta que estén tostados, a la par o un poco antes preparas la carne o el pollo mechado, la cuales aderezas bien, picas lechuga, tomates pintones en rueditas y cebolla, cilantro ó perejil al gusto, tomas dos ruedas de los tostones que freíste y lo haces como especie de sándwich agregando todo lo que te indiqué, también le puedes colocar queso amarillo, jamón y para finalizar debes aderezarlos con salsa de tomate, de maíz, de ajo, mayonesa y mostaza.

—Se escucha delicioso —afirmó ella con la boca agua de lo apetecible que se escuchaba el plato. Minutos después le sirvieron el plato con una Coca Cola. Alondra empezó a comer y le encantó, mientras comía se llenó de salsa la comisura de la boca y él se le acercó y la retiró con su lengua, ella estaba extasiada comiendo, a tal punto que hasta cerraba los ojos. Escuchó a Pir pedir dos patacones más y abrió los ojos y con vergüenza dijo—Me ha encantado demasiado ¿Puedes pedir otro para mí?

—Ja ja ja —se carcajeó Pir —, ¿Y tu dieta? —interrogó para fastidiarla.

—Yo soy de naturaleza delgada, puedo comerme lo que sea y no me engordo nunca —. Eso debo agradecerle a mi genética.

—Mi pobre hermana te envidiaría porque a ella le encanta comer, pero si no presta atención a lo que consume engorda con rapidez, aunque a ella no le hace falta estar delgada, porque es tan encantadora como su hermano, o sea yo —habló sonriente.

—¿Y es tan creída como tú? —. Bromeó ella.

—No, Milla es un encanto, algún día cuando la conozcas se harán muy buenas amigas. —Habló con seguridad.

—Eso espero, que sea como una hermana para mí, solo tengo un hermano y con él no puedo hablar cosas de chicas y no tengo amigas, todas mis amistades son hombres.

—Serán admiradores, que andan babeando por ti —. Expresó en broma.

—No tengo la culpa de ser tan irresistible —. Enunció Alondra soltando una carcajada.

Así terminaron de cenar entre bromas y pullas que ambos se daban para provocar al otro, ella se comió dos patacones y Pir se comió cuatro, ella se sorprendió y le dijo: — ¿Cómo haces para no engordar?

—Me entreno dos horas diarias de las cuatro a seis de la mañana, y a veces también dos horas en la noche de siete a nueve —. Respondió Pir.

—Eres un obseso de tu cuerpo —pronunció Alondra.

—Es justo y necesario —. Comentó el hombre.

Pir pagó la cuenta se despidieron y caminaron tomados de las manos hasta el carro, como era su costumbre le abrió la puerta y la ayudó a subir. Salieron con destino a Gaeta, un puerto marítimo de la costa occidente de Italia, ubicado a dos horas y diez minutos de Roma, a orillas del Golfo de Gaeta, perteneciente a la Provincia Latina en la región del Lazio, una hermosa ciudad ubicada en un acantilado rocoso sobre el Mar Tirreno.

La zona antigua de la ciudad está conformada por calles estrechas y torcidas y edificios antiguos, aparcaron el vehículo y de allí caminaron hasta la Playa de Fontania, ubicada al noroeste de la playa Serapo, es una piscina que comunica con el mar. Llegaron y se sentaron en la orilla, a ella no le importó su ropa blanca, continuaron hablando era la una de la mañana, se abrazaban, acariciaban y disfrutaban de la fresca brisa marina que corría por la playa.

Después se levantaron y caminaron hasta una gran roca, él se recostó de una piedra, mientras habría sus piernas y le permitía a ella colocarse dentro de ellas. Siguieron conversando el sueño había huído, solo querían disfrutar de estar uno al lado del otro, él se levantó, activó el flash y comenzó a tomarle fotografías, ella realizaba diferentes poses y rostros sonrientes, en algunas salía con los ojos cerrados producto de la luz que emitía el flash y la cegaba.

La sonrisa de su chica lo deslumbraba, no sabía lo que pasaba, pero no dejaba de pensar en Alondra ni un solo momento, siempre la tenía presente, eso lo estaba volviendo loco, nunca había sentido semejante deseo por ninguna mujer, ella hacía que lo demás no le importara, solo importaba ella, su boca, su mirada, esa hermosa melena que caía como cascada enmarcando su rostro, Alondra simplemente era genial.

Estaba totalmente cautivado por la chica, con solo mirarla le producía una multitud de sensaciones, de inmediato su erección se comenzó manifestar, trataba de ocultársela, pero no podía parecía que en medio de su pantalón tenía una carpa, la abrazó a ella y la puso de espalda para que no viera lo que le estaba pasando, sin embargo, segundos después, ella dio un respingo cuando sintió en su derrier, el producto de la excitación de Pir.

—No quería que me vieras así —sin embargo, la volteó y comenzó a besarla, descendió por su cuello, besó sus hombros y bajó el cierre trasero de su braga, solo cargaba un brasier tipo strapless, se lo apartó y comenzó a besar sus senos. Los succionó hambriento, mientras ella se arqueaba hacía atrás para darle mejor acceso a sus pechos.

Pir jugó con sus pezones, necesitaba hacerla suya, porque si no explotaría, —Quiero estar dentro de ti Bonita por favor, te juro que no te vas a arrepentir —el deseo tenía la mente de Alondra totalmente nublada, apenas alcanzó a mover afirmativamente su cabeza.

Él la levantó, la cubrió y caminó con ella detrás de las rocas, la recostó en el suelo y la fue desnudando poco a poco. Comenzó a transitar todo su cuerpo, no hubo espacio de Alondra que no recorriera, ella lo enloquecía, su olor, su sabor era deliciosa, sus gemidos eran como música a sus oídos.

Alondra acariciaba sus pectorales, quería besarlo, lamerlo, pero él estaba sumergido en darle las más deliciosas sensaciones, sentía como cada lamida, cada caricia que le daba causaba un descomunal incendio en su interior, le daba miedo que pereciera por combustión espontánea, sintió que se alejaba, pero era para desabrocharse el pantalón liberando su hermosa masculinidad, sacó un preservativo y se lo colocó con rapidez, le abrió las piernas y se introdujo en su húmeda femineidad, nada la había preparado para esa deliciosa sensación, se movió un poco para permitirle el acceso con más comodidad, su hombría la sentía en lo más hondo de si, los músculos de su vagina se contraían de manera involuntaria, apretando el sexo del hombre provocando gemidos en él.

De esta manera comenzaron una danza al unísono, ella levantaba sus caderas, cada vez que él salía y entraba de su interior con fuertes embestidas, ella iba a su encuentro, lo que iba provocando un hormigueo en el cuerpo de Alondra. Jamás se imaginó que la unión entre un hombre y una mujer pudiera provocar tan sublime sensación, nunca en sus relaciones anteriores lo había vivido, fuertes jadeos salieron de su boca, mientras sentía su cuerpo convulsionar con un intenso orgasmo y segundos después, Pir la acompañó tras su propio clímax, había sido un momento inigualable, perfecto.

Él levantó su cabeza y se quedó mirándola con una tierna mirada, la luz de la luna llena alumbraba claramente el hermoso cuerpo de su amada, deseable, palpitante producto de la intensidad del momento que habían vivido, ella lo observó y sus pómulos se ruborizaron. Pir se sonrió —Te ves más hermosa con ese rubor en tu rostro —pronunció acariciando sus mejillas con sus nudillos —. Nada debe avergonzarte, eres maravillosa.

—Tú eres espectacular, no sabía que se podía tocar el cielo con las manos —pronunció sin dejar de mirarlo con intensidad.

—Solo puedes ir conmigo —le expresó con un tono presuntuoso.

—Lo sé, aunque esto alimente más tu ego, jamás me sentí tan compenetrada, completa, ha sido la experiencia más fantástica que he vivido —manifestó con sinceridad.

—Yo también, no quisiera apartarme jamás de tu lado, quiero ver el amanecer contigo —Pir se quitó el preservativo y lo puso a un lado, se colocó el pantalón, y le dijo a ella que lo esperara allí, tomó su camisa y la mojó en el agua del mar y se regresó para limpiarla, luego la ayudó a vestirse, tomó el preservativo y camino a la orilla hasta encontrar un bote de basura donde lo desechó. Se quedaron sentados en la orilla hasta que vieron el alba, tomaron nuevamente fotografías con el teléfono de Pir, dejando reseñada en cada una de ellas, los hermosos momentos vividos.

Después de presenciar la aurora, con su hermosa refracción de luz, caminaron tomados de las manos hasta el vehículo y emprendieron su camino a Roma, Pir, no soltó su mano mientras manejaba y cada cierto tiempo la besaba.

Al llegar a la casa donde tenía Alondra la habitación arrendada le dijo —No quiero apartarme de ti, ¿Puedo pasar contigo el resto del día? —interrogó develando sus blancos y perfectos dientes, visibles a través de una hermosa sonrisa, que de inmediato aceleró los latidos de su corazón y le provocaron un cosquilleo en su estómago.

—Debo trabajar —. Afirmó ella.

—Yo soy tu jefe, te doy el día libre —. Anunció sonriente.

—Eso no es posible, la gente hablará, me ha costado mucho ganarme el respeto de todos —. Declaró la chica con firmeza.

—Nadie se los dirá, por favor Bonita, quiero volver hacerte el amor —. Le suplicó con la mirada y la sonrisa más encantadora que ella había visto en su vida.

—Eres un manipulador, con esa sonrisa sabes que puedes conseguir todo de mí, me desarmas con ella. —Pir la tomó por la mejilla y la besó, le encantaba tocarla, besarla, su sabor lo embriagaba como el más delicioso de los vinos, dulce como uvas rojas.

Alondra se estaba convirtiendo en el mejor antídoto para dejar de pensar en lo demás, aunque eso no era conveniente, debía tener siempre su cabeza bien puesta, pero ella, era su mayor distracción desde el día en que la conoció.

Entraron a su habitación, ella buscó una ropa en el closet e iba a entrar al baño, pero Pir la detuvo —¿Dónde vas mi bonita?

—Voy a bañarme, me visto y vengo a hacerte compañía—. Le manifestó con una sonrisa Alondra.

—No es necesario, puedo acompañarte y te ayudo a enjabonarte —. Pronunció con picardía.

Alondra se mordió el labio inferior, mientras pensaba, la proposición era muy tentadora, pues quería volver a fundirse con él, sentir sus manos juguetear con sus senos y sus pliegues, de inmediato sintió como su vagina se humedecía con solo evocar los dulces recuerdos.

Ella tiró las cosas en la cama y se acercó a él, quien la fue desnudando y besaba mientras juntos caminaban al baño, abrieron la ducha mientras Pir la tomaba la puso de espaldas a él, la inclinó un poco hacia adelante, se introdujo en ella desde atrás, Alondra se sintió llena, era tan deliciosa esa sensación que su cuerpo flaqueó.

Él le colocó las manos en sus caderas, penetrándola con fuertes embestidas, las cuales con cada estocada se hacían más violentas, mientras ambos jadeaban enloquecidos, el sonido que se producía él golpeteó de su trasero con la pelvis de Pir, la llevaba más allá de los límites de la excitación.

—¡Oh Pir! Es genial, no te detengas, por favor ¡Esto es demasiado maravilloso!—. Así siguieron hasta que ella sintió la vorágine que le produjo el más potente orgasmo que había sentido en su vida. Minutos después él la acompañó, pero se había salido de ella y había vaciado su semilla en su redondeado trasero, pues no había llevado preservativos al baño.

Ambos quedaron sin aliento, se terminaron de bañar y luego se fueron hasta la cama donde continuaron dando rienda a su pasión, se entregaron sin reservas, Alondra a pesar de que había tenido en su vida sexual algunas relaciones con anterioridad, nunca ninguno y nada la había preparado para los placenteros orgasmos que experimentó, jamás se había sentido tan completa como hasta ahora, de hecho debía admitir que en el pasado había fingido mucho más de un par de veces su clímax.

Sin embargo, con Pir, no había desperdicio, ese hombre era maravilloso, podía hacerse adicta a él, porque sabía dónde y cómo tocarla, para hacerla llegar, él se abocaba a brindarle el mayor placer, cuando la veía a ella retorciéndose y gimiendo como una posesa y solo después de estar seguro de que ella había alcanzado la cúspide del placer era cuando se decidía a seguirla para la liberación de su propio éxtasis, era un amante muy considerado.

Pasada las dos de la tarde, ambos hambrientos, pidieron pizza a domicilio en Pizza Turbo, pidieron una de queso y salchichón español y la otra napolitana, comieron estando aún ambos en la cama, sentados, desnudos, hablaban y en cada mordisco que le daban a un trozo de pizza, terminaban besándose. Comieron hasta saciarse, sin embargo, uno de los celulares de Pir, los sacó de su romántico momento.

Él se levantó de la cama y caminó hacia el baño, dejando expuesto su hermoso cuerpo, el cual Alondra no pudo dejar de observarlo, le llamaba la atención lo misterioso que se volvía cada vez que lo llamaban, eso le causaba suspicacia, “¿Sería soltero ese hombre? ¿Por qué era tan misterioso? ¿Ocultaría algo?”, pensó que su instinto de supervivencia le había pedido que huyera de él, sin embargo, había hecho todo lo contrario, allí estaba enredada y había pasado desde la noche anterior revolcándose con él.

“Por Dios Alondra, ¿Será que un día aprendes?”, pero no tenía la culpa, ese hombre era la tentación personificaba y nunca ninguno la había hecho sentir completa, tenía una imaginación desbordante, se vio haciendo posiciones que ni remotamente se le hubiesen ocurrido, y menos a los desabridos con quien estuvo, pensó haciendo una mueca, en ese momento recordó a Cristiano y la preocupación la invadió ¿Y si resultaba que ese chico era su mejor amigo? ¿Qué le habría pasado? Debía averiguarlo, no podía arriesgarse a que Pir lo supiera por otra vía, ¿Y si ella lo descubría? ¿Sería capaz de contarle la verdad?

Siguió en esas cavilaciones mientras decenas de preguntas se acumulaban en su cerebro ¿Cómo uno podía justificar lo que no tenía ningún tipo de justificación? ¿Por qué se portó así con Cristiano? Lo hizo porque le provocó, simplemente era por eso, no podía inventarse que no sabía lo que hacía, que estaba confundida, la verdad lo hizo por placer, por sentir que dominaba la situación por despertar admiración entre los presentes, que supieran que ella no estaba con sensiblerías estúpidas y si le gustaba un chico, se acostaba con él y ya, cuando le dejaba de gustar no le importaba y pasaba la página y punto, quería dar una imagen de mujer dura.

Aunque realmente eso último, no había sido del todo así, tampoco era una promiscua, con Cristiano tuvo una relación de más de dos meses y medio, fue su relación más larga, y con los otros dos chicos, apenas un par de semanas.

Pero el sexo con Pir había sido apoteósico y con solo imaginárselo todas sus terminaciones nerviosas se contraían, un cosquilleo en todo el cuerpo la recorría, sería feliz con que él estuviera poseyéndola a cualquier hora del día, ese pensamiento la asustó, no era bueno darle poder a otro sobre uno, porque eso te hacía más débil, frágil y para completar, últimamente se sentía que no estaba en todas sus facultades, en las últimas semanas las pesadillas eran persistentes, provocándole demasiada angustia, por más que intentaba alejarlas, siempre estaban presentes, eso la tenía vulnerable, aterrada, incluso evitaba lo máximo posible dormir, para evitar encontrarse con sus demonios, aunque no entendía por qué los tres hombres la atacaban sexualmente, será que eso era premonitorio, pensó mortificada, mientras cerraba los ojos.

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Pir no podía creer lo que estaba escuchando, definitivamente a la vida le encantaba jugar sucio, no podía creer lo irónico de la situación, tanto tiempo detrás de la desgraciada que destruyó a su amigo y ahora resulta que era la misma mujer con quien se había enredado, estaba en la habitación contigua y era la chica con la cual había pasado desde la noche anterior teniendo el sexo más caliente de toda su vida, ella era simplemente una afrodita, una diosa de la belleza, del amor y el sexo, era complaciente, abierta a la hora de hacer el amor, no se cohibía, por Dios que era la lujuria personificada.

Eso explicaba por qué puso de cabeza a Cristiano, pero él no era un jovencito inexperimentado como su amigo, ella no podía jugar con él, porque sencillamente sabía cómo jugar sucio, se las sabía todas, disfrutaría un tiempo más de su cuerpo, apenas lo había probado no podía quitarse el dulce de la boca sin haberse empalagado.

El mentado Pir Roldán, haría que Alondra Sophía Sebastini Madrid, se volviera loca por él, que se hiciera tan indispensable en su vida, que cuando la dejara, quedaría tan destruida como había quedado Cristiano, "al que hierro mata a hierro muere", se dijo para inyectarse un valor que no sentía.

Colocó el teléfono en la repisa del baño y comenzó a echarse agua en el rostro, tratando de calmarse, ella no debía sospechar que había descubierto que aparte de ser una niña mimada millonaria, se había burlado de Cristiano y por culpa de ella este había atentado contra su vida acabando… no pensaría en eso —Calma Pir, todo el control del mundo, la venganza es un plato que se come frío —se dijo en voz alta.

Quien iba a pensar que la niña de hermosos ojos entre ámbar y verdes, que había visto muchos años atrás, que lo había cautivado a su corta edad, por eso se le hacían conocido, se convertiría en una mujer fatal; sin embargo, pensándolo bien, aunque era bella, era una prepotente de lengua viperina.

—Qué empiece la función bonita, te vas a arrepentir toda tu vida de haberle hecho la existencia miserable a mi hermano, hasta tal punto que perdió las ganas de vivir, nadie evitará que vaya por ti, ojo por ojo y diente por diente. Lástima por lo que pudo ser y ya no será —expresó mientras decidía salir a la habitación, no obstante no se sentía bien, un halo de remordimiento comenzó a instalarse en su interior, atenazándolo de tal manera que sintió que le faltaba el aire y no podía respirar.

“La ira es un veneno que uno toma esperando que muera el otro”. William Shakespeare.

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