CAPÍTULO 6. LA TRAMPA

Luego de salir del parque se fueron a cenar, pero justo cuando habían pedido la comida, Pir recibió una llamada —Aló, Roldán, debes presentarte para la entrega de esta noche.

—Pero ustedes no me habían avisado —respondió molesto, mientras veía que Alondra se mantenía lo más neutra posible, sin emitir ningún gesto, le daba un poco de temor que ella descubriera algo que la hiciera alejarse de él, pero es que esa parte de su vida no la hablaba con nadie, ni siquiera con su padre con quien tenía una absoluta confianza, solo se lo había enunciado a su abuelo y a muy groso modo, por supuesto que no le había agradado nada, diciéndole que prefería mantenerse en la ignorancia.

—Acaso no sabes que debes estar como los boy scout—expresó su interlocutor con burla —, “Siempre listos”, “Siempre alertas”, no te descuides Roldán, porque te tengo en la mira y lograré ir por ti así sea lo último que haga.

—Por favor Giuseppe, el que va a actuar no amenaza, no te tengo el mínimo miedo, puedes venir tú y quienes quieran —espetó sin titubeos.

—¿Qué tal si voy detrás de esa linda criaturita que tienes? ¡Se ve apetecible! Con esos hermosos ojos ámbar verde y esas ricas caderas para acogerme, es que me la imaginó gimiendo debajo de mi, ¡Oh por Dios! con solo pensar en ella una parte de mi cuerpo se pone muy dura y lista para introducirme en ella —concluyó con una carcajada.

Pir se levantó de la mesa con violencia, se paró con su rostro enrojecido de la furia que tenía y que hervía en su sangre a punto de explotar. Caminó hacia afuera y espetó —¡Maldito desgraciado! Ni se te ocurra acercártele porque hasta ese día vives, porque te destrozaré con mis propias manos y no es amenaza, es una predicción ¡Maldito malparido!  ¡Hijo de puta!

El hombre se carcajeó placenteramente —¡Vaya que sorpresa! Así que la chiquilla esa es tu talón de Aquiles, resultó muy interesante esta conversación, muchísimo más de lo que me imaginaba —pronunció mientras le cortaba la llamada, no sin antes expresar una sonora carcajada.

De inmediato Pir marcó a Manolo —Debes enviar hombres leales, totalmente de confianza para que cuiden y protejan a Alondra, perdí los estribos con el mal parido de Giussepe, me provocó y caí. Revelé muchísimo  y la he puesto en peligro. Encárgate de ese desgraciado como mejor te parezca, no lo quiero ni un día más jodiéndome la vida.

—Veo que te alteró más de lo que imaginaba, porque sólo de esa manera entendería que mandes a encargarnos de él, al mejor estilo de la mafia, sabes que si haces eso, todos se darían cuenta de quién fue el responsable de todo.

« En la organización conocen de tus piques con él ¿Por qué crees que Giuseppe no ha mandado a desaparecerte? Porque está claro, que si te pasa algo, será el principal sospechoso; esa es la razón por la cual no debe pasarle nada a ninguno de los dos, porque de sucederles algo a alguno, automáticamente sabrán que fue el otro quien accionó. Él está jugando a sacarte del quicio, para que cometas un error y ya descubrió de que pie cojeas.

Pir se pasó la mano por su cabeza, Manolo tenía razón, debía pensar con cabeza fría, capaz lo había seguido y había descubierto su relación con Alondra o alguien de su círculo cercano le había pasado información, por eso debía andar con pie de plomo y proteger a Alondra —Está bien, tienes toda la razón. Pero por favor, designa a un par de hombres para que la cuiden.

—Pierde cuidado, me encargaré personalmente de su protección —señaló con firmeza Manolo.

—Vente al Restaurante La Matricianella, en la vía dell Leone, te espero aquí —manifestó con firmeza, despidiéndose de su interlocutor.

Pir caminó hacía la mesa donde se encontraba Alondra. Al llegar ella ya estaba comiendo, lo recibió con una gran sonrisa, que lo derritió totalmente e hizo que todo su enojo se disipara —Bonita has empezado sin mí, ¡Qué cruel eres!

—Buenmozo, lo siento, pero es que estaba famélica, desayunamos en la mañana y durante el día solo nos hidratamos, perdóname por no esperarte —concluyó torciendo su boca ligeramente hacia arriba en un gesto encantador y seguidamente llevaba un bocado de sus bucattini all´amatriciana

—Tranquila Bonita, discúlpame tú por haberte dejado sola, es que debí atender esa llamada. Terminamos de cenar y te llevo a tu casa, es que necesito hacer algo que no puedo eludir.

Al oír sus palabras, hizo un gesto de tristeza en su rostro que a Pir no le pasó desapercibido —Entonces ¿Nos despediremos en un momento?

—Sí, pero te prometo nos veremos mañana en el trabajo —afirmó acercándosele y besando sus labios —. Sabes a un exquisito Champagne —la tomó de la mano y comenzó  a hacerle pequeños círculos en la palma con movimientos leve, lo que provocó en ella una excitación instantánea, necesitaba estar con ese hombre, porque si no se consumiría por auto combustión.

—Saliste un tanto turbado o molesto ¿Pasa algo? —preguntó.

—No, fue una pequeña disputa laboral nada que no pueda resolver. Alondra no vayas a abrirle la puerta de dónde vives a ningún extraño, tampoco hables con personas que no conozcas, no camines sola por lugares poco transitados —manifestó el chico con preocupación.

Alondra soltó una carcajada —Pir, ¿Qué son esas indicaciones que parecen dadas a un niño?

—Bonita, por favor no te lo tomes a broma, estoy preocupado, no me preguntes porqué. En un momento llegará un amigo que quiero que conozcas, si no me localizas en algún momento puedes dejarme recado con él.  Si necesitas algo ó te encuentras en alguna situación de peligro, guardarás su número y lo contactaras a él. A Manolo le confiaría mi propia vida —expresó vehementemente.

—Pir, no sé qué pasa, pero esa actitud me parece un tanto preocupante ¿Hay alguna razón por la que crees que debo tomar previsiones? —interrogó un poco nerviosa.

—No princesa, es sólo previsiones por las amenazas que te dije que había recibido hace un par de días, por eso estoy extendiendo a ti mi protección, porque eres muy importante para mí, creo enloquecería si algo llegase a pasarte. Te prometo que voy a contarte todo y entenderás —sus palabras fueron pronunciadas con tanta sinceridad, que lograron conmoverla en gran manera, al percatarse que le interesaba a Pir, al extremo de enviarle protección porque no quería que nada le pasara.

—Está bien, haré como me estás diciendo —aceptó resignada. Minutos después llegó Manolo, se lo presentó, conversaron un momento, hasta que Pir manifestó que tenía que irse, pero que su amigo la llevaría a su casa y pagaría la cuenta, Manolo hizo un gesto de inconformidad que causó risa a Alondra. 

El chico se despidió con un beso, la abrazó y quedó en verla temprano al día siguiente, salió del restaurante con paso firme sin mirar atrás, dejándola al cuidado de Manolo. Minutos después, luego de pagar, la llevó a su casa  y le envió un mensaje desde varios móviles para que guardara sus números telefónicos.

Al llegar a su residencia, Alondra se bañó, se puso su pijama y tomó el peluchito que se habías ganado ese día, abrazó al pequeñín, encendió el televisor para ver un programa, sin embargo, inmediatamente producto del cansancio se quedó dormida feliz por el hermoso dia que habia tenido.

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Pir había llegado al sitio acordado, prefirió pasar primero por donde el “Don”, se anunció y a los pocos minutos lo hicieron pasar, estaba sentado en su despacho, un hombre alto, aunque no más que él de un metro ochenta de estatura, piel clara, ojos negros de aproximadamente un poco más de sesenta años, pero aparentaba menos—¿Qué haces aquí? ¿Acaso Giuseppe no te informó que serías el encargado de la entrega en el puerto, porque él se encargaría  de la otra ruta?

—Don Carozzo, recibí las instrucciones, solo que me extrañó que no me las hiciera llegar usted mismo ó mediante Basciano, por eso vine a verificar la información.

—¿Pir estás cuestionando mi forma de actuar? —interrogó el hombre con molestia.

—Para nada Don Carozzo, sabe que sus deseos son órdenes para mí, es que simplemente no confío para nada en Giuseppe.

Al oírlo el hombre se levantó con violencia de la silla y se le paró enfrente enojado, decían que no podían hacer enojar al "Don Carusso” porque era muy impetuoso y cuando le llevaban la contraria no tenía que ver y se ensañaba en contra de quien se atreviera hacerlo, pero Pir no era cualquiera. A pesar de la rabia que demostraba el hombre, el chico se mantuvo inamovible, observándolo fijamente —¡Maldita seas tú, mocoso! —espetó con enojo—, despiertas mi cólera y aún así te mantienes erguido y mirándome desafiante. Todos mis hombres tiemblan frente a mi actitud, por menos que eso he llevado a unos a sus tumbas, si no fuera porque me gusta esa expresión de suficiencia hace tiempo hubiese acabado contigo o dejado que Giuseppe lo hiciera.

—¿Ve? Allí está la razón por la cual no confío en ese hombre, usted mismo se ha dado la respuesta —afirmó apretando su mandíbula.

—Giuseppe y tú van a acabar con mi vida, él no pierde oportunidad de mal ponerte frente a mí, dice que ha sacrificado sus mejores hombres por tu culpa, porque casualmente, diferentes miembros de las distintas secciones han caído, menos los hombres tuyos. Dice que escondes algo y lo va averiguar. Le respondí que si comprueba que tiene razón, le entregaré yo mismo tú cabeza —concluyó el hombre mirándolo con intensidad, como buscando un indicio de su deslealtad.

Pir no bajó su cara, mantuvo mirándolo a sus ojos sin ningún reparo y con su misma actitud —No tengo la culpa  que sea más listo que ellos, si eso es esconder algo, entonces soy culpable —manifestó con un gesto de suficiencia.

—Por eso, si yo llegase a faltar, serás mi reemplazo, más nadie me enfrenta como tú lo haces, eres mi muchacho, el hijo que nunca tuve —dijo el hombre con orgullo, esbozando una sonrisa y abrazándolo.

Pir dentro de sí decía, “Ni lo quiera Dios, gracias tengo un padre honrado, integro, de una calidad humana extraordinaria, ni por todo el oro del mundo lo cambiaría por un delincuente mafioso como tú”. El chico se despidió del hombre y salió con rumbo a Civitavecchia, una ciudad ubicada a ochenta kilómetros del noroeste de Roma.

Antes de llegar hizo una llamada importante, debía avisar que se encargaría él de la entrega y que activaran el plan b. Así lo hizo, realizó la entrega mientras maldecía al desgraciado de Giuseppe, “¡Ese maldito! hijo la gran puta, se las pagaría. Los hombres lo miraban con desconfianza —¡¿Qué quieren?! Revisen ustedes mismo que todo este a su completo agrado —declaró con una mueca.

—Siempre tan creído Roldán, tiene razón Giuseppe eres una pécora —manifestó el hombre.

—¡Y tú un imbécil! Pareces una mujercita de lo chismos— el tipo se enojó y sacó su arma para apuntarle a Pir, pero este fue más rápido y le colocó la suya en la frente, mientras con los labios simulaba un — , ¡Pum! —y soltaba la carcajada mientras veía el miedo reflejado en el rostro del individuo y los hombres de cada bando se apuntaban unos a otros —, Son unos cobardes—les indicó a sus acompañantes que bajaran las armas. Tomó los maletines con el dinero, se dio media vuelta y salió dándole la espalda a la otra banda. Sin sospechar de la trampa que le acechaba, hasta que todo se manifestó, no le quedó más alternativa que repeler el ataque, sin embargo, sintió que un par de balas lo alcanzaban mientras se desplomaba en el suelo por el impacto, de inmediato uno de los hombres que lo acompañaba, quien lo arrastró para ponerlo a cubierto.  

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Al día siguiente Alondra, se levantó temprano, se bañó, vistió y cuando iba a salir al trabajo Manolo la estaba esperando en una camioneta. Le abrió la puerta para que subiera y le entregó el desayuno que le había comprado, ella le dio las gracias y así fueron conversando. Llegó al supermercado, inició su trabajo, pero pasó la primera parte de la Jornada y no vio a Pir, y aunque quería llamarlo resistió las ganas de hacerlo, no podía convertirse en una mujer intensa de esas que perseguen y acosan a los novios y maridos. Ya la llamaría él.

Salió a almorzar con dos compañeros, mientras conversaba animadamente, cuando ya faltaban diez minutos para regresar recibió una llamada de un número no identificado, atendió al segundo repique —Hola Bonita, ¿No me has extrañado? Creo que no los has hecho porque como te encuentras acompañada de un par de apuestos caballeros, a quien le ríes muy entusiasmadamente  —comentó celoso.

Alondra soltó una fascinante carcajada, y él sintió entrarle por su oído y recorrer su cuerpo como un corrientazo, que le erizó la piel y causó una excitación en su cuerpo, que se reflejó en el centro de su anatomía, haciéndole un gran bulto en el pantalón, se movió para evitar su prominente erección, esa mujer lo volvería loco.

—¿Estás celoso buenmozo? Pues déjame decirte que no tienes razones para estarlo —pronunció ella mientras se levantaba del asiento—, te he extrañado mucho.

—No más que yo, no he dejado a pensar en ti desde anoche que te dejé en ese restaurante, pero no pude desocuparme antes de ahora, tuve unas complicaciones, pero ya está todo bajo control —“No pudo evitar recordar cuando los hombres de la otra organización le dispararon por la espalda, pero para su buena suerte era un hombre previsivo y antes de llegar al sitio de encuentro, se había colocado un chaleco antibalas reforzado.

El impacto lo tiró al suelo, pero no le causó daño y repelió el ataque, lo que originó muchas bajas del bando contrario. Después de salir de allí debió enfrentarse a Don Carozzo, quien no podía creer que Los Gotti se hubiesen atrevido atacar a su gente. Al llegar a la base de los Camarros, estaban todos reunidos y Pir fue directo a Giuseppe, lo tomó por el cuello y empezó a caerle a puñetazos en el rostro, otros de los hombres iban a intervenir y el Don los retuvo — ¡Maldito desgraciado! Me preparaste una emboscada para que Los Gotti me mataran, lo que no sabes es que soy mil y un millón de veces más inteligente que tú —le espetó furioso.

—¡Yo no fui! ¿Cómo crees que pondría en peligro una operación de esa magnitud y arriesgar los intereses de Carozzo?

—Porque eres un maldito malagradecido infeliz, que quieres acabar conmigo a como dé lugar, lo que no creo que logres nunca porque tienes el cerebro del tamaño de un maní —expresó enfurecido —. Y espero que con esto usted sepa Don que a este infeliz, le he declarado la guerra y no descansaré hasta verlo tres metros bajo tierra, ya sea con su venia o sin ella —concluyó saliendo enfurecido de la sala.”

—Tierra llamando a Pir Roldán —expresó ella con una dulce voz.

—Lo siento Bonita. Estoy ansioso por verte, ¿Puedo recogerte a las siete de la noche por tu casa?

—Por supuesto, esperaré anhelante tu llegada —expresó mientras se despedían.

“La envidia se esconde en el corazón humano como una víbora en su agujero” Honoré de Balzac

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