CAPÍTULO 3. NO ENTREGUES TU LEALTAD A QUIEN NO LO MEREZCA

Marino se quedó pensando en lo que acababa de decirle Martín, nunca perdía la capacidad de asombro con Amarantha, ella es una manipuladora, voluntariosa, poseedora de una increíble capacidad para terminar saliéndose siempre con la suya, aún cuando se viera que habían pocas posibilidades, ella terminaba ganando y obteniendo lo que quería, así fue cuando comenzó a seducirlo fue insistente, lo persiguió y acorraló hasta que irremediablemente cayó en sus garras.

No pudo evitar que los recuerdos de la primera vez que intentó ligar con él, surgieran en su mente con la rapidez de un rayo, cuando la conoció no le gustó la actitud de ella, duró más de seis meses coqueteándole, cuando solían salir juntos a discotecas, y veía que Martín no estaba observándola, se subía la falda o vestido que cargaba, entreabría sus piernas mostrándole mucho más que su ropa interior, los roces a su cuerpo, sobre todo en partes sensibles de su anatomía eran constantes, huyó de ella por mucho tiempo como a la peste hasta hacía cuatro meses en que cayó irremediablemente.

Había recibido un mensaje de texto de Martín, para que pasara a buscarle unos documentos que había dejado en su apartamento y que era necesario llevarle al aeropuerto, pues se iba de viaje y no podía regresarse.

Ese día, Martín iba a sostener una reunión en Roma con un posible cliente y se había llevado a Amarantha ó eso era lo que él había creído pues fue lo que le explicó en el mensaje, aunque después supo la verdad. Transcurrido treinta minutos de haber recibido el mensaje, llegó al departamento de su amigo, él tenía una llave del inmueble desde hacía mucho tiempo atrás, por si en algún momento surgía alguna emergencia.

Marino abrió la puerta y entró a la sala, había pétalos de rosas rojas y blancas en la sala, frunció el ceño pensando que su amigo le había dado una sorpresa a su novia por lo cual no le hizo mucha mente a la situación.

Buscó los papeles en una de las bibliotecas y no los encontró por lo que decidió ir a la habitación de su amigo, todo el pasillo seguía cubierto por rosas, abrió la puerta de la habitación y su sorpresa fue grandioda, cuando en el centro de la cama se encontraba Amarantha desprovista de toda ropa, solo un collar que posaba en su cuello y caía tentadoramente en sus senos, Marino al verla se quedó petrificado, ella al observarlo dubitativo, se levantó de la cama y se le tiró encima.

Marino intentó quitársela de encima, pero ella se pegaba con fuerza besando su cuello, colocó una mano en la masculinidad del hombre y comenzó a tocarlo con provocativos movimientos, le tomó una mano y se la colocó en sus senos guiándolo en su movimiento, él temblaba y luchaba entre no traicionar a su amigo o dejarse llevar por esas tentadoras caricias, luego de unos minutos de disputa con él mismo y de provocaciones por parte de ella, perdió la pelea. 

Finalmente no se resistió más y la tomó por el cuello, la besó con pasión, no pudo evitar poseerla, ella lo envolvió con su artimaña, pues Amarantha misma había escrito desde el teléfono de Martín mientras estaba en el aeropuerto despidiéndose y le había montado esa trampa, aunque lo peor vino después, cuando él le juró que eso no se repetiría, ella allí mismo le hizo saber que había grabado el encuentro y que si no cedía, poco le importaba enviárselo a Martín para que descubriera la clase de amigo que tenía, pero que la decisión era de él, desde ese día no habían parado y no necesitaba que lo chantajeara, porque ya estaba totalmente colado por ella.

—¡Marino! Tierra llamando a Marino—exclamó sonriente Martín—¿Qué me dices podrás quedarte aquí o ella allá o darle vuelta?—escuchó al otro lado del teléfono.

Una sensación de incomodidad por esa situación estaba acabando con él, no pudo evitar ponerlo de cierta manera en sobre aviso—Martín, no confíes en nadie, la gente tarde o temprano termina traicionando.

—Lo sé amigo, por eso te pido el favor a ti, yo te confiaría hasta mi vida si es necesario porque sé que nunca me traicionarías, nuestro vínculo es mayor a la sangre, es uñ vínculo de lealtad.

Esas palabras se encajaban como puyas en su conciencia, pero lo ayudó a tomar una decisión por encima de sus deseos, aunque había preparado ese plan para alejar a Martín, ya no estaba seguro, lo mejor sería que se fuera también de viaje, no entraría al juego de Amarantha, esa relación clandestina tenía que llegar a su fin, por ello le respondió —No puedo hacer de niñera de tu novia, voy también de viaje.

—¿Acaso este viaje te lo acabas de inventar? Me parece extraño que no me hayas dicho nada con anterioridad cuando siempre me cuentas todo, ¿No será que estás huyendo para no tener que hacerme el favor? —interrogó Martín tratando de dilucidar la negativa de Marino, su tono era brusco y hasta un atisbo de rabia se percibía en sus palabras, ¿Qué diablos pasaba allí? Tanto odiaba a Amarantha que no quería soportarla, ni siquiera para hacerle compañía si lo necesitaba.

—Créeme Marino, no soy esa misma persona que te cuenta todo, desde hace cuatro meses dejé de serlo—pronunció con tristeza, mientras en su mente decía “Soy un maldito cobarde que traicionó nuestra amistad follándote a tú mujer".

—Siento que algo te pasa, y si no es porque debo irme en un par de horas, ten por seguro que no te dejaría en paz, hasta que me dijeras porque hablas de esa manera y descubrir lo que te está pasando—pronunció con un deje de inquietud, extendió su mirada hacia su novia y allí estaba ella pálida, parecía descompensada—debo dejarte, hablaremos luego, Amaranttha me necesita—concluyó la llamada Martín despidiéndose.

Enseguida al verla descompensada Martín corrió hacia ella preocupado —¿Qué te pasa mi reina? ¿Te sientes mal?

Ella inclinó su rostro sosteniéndoselo con las piernas—No me pasa nada mi amor, es solo una leve jaqueca que me ha dado de repente.

Él le levantó el rostro y se lo acarició con ternura besando suavemente sus labios, luego se levantó se dirigió al botiquín de primeros auxilio y le extendió una pastilla para la cefalea, le sirvió un vaso de agua. Mientras ella lo tomaba pensaba que el desgraciado de Marino se había arrepentido de estar con ella, pero nadie la despreciaría, era lla quien dejaba no al contrario.

Vio a Martín con su rostro de preocupación y le produjo una mezcla de ternura y excitación, por eso ignorando su malestar, se levantó y comenzó a besarlo, lo desnudó hasta dejarlo disponible todo para ella y sin mayor preliminares ella tomó el control, dirigiendo su hombría a su interior, comenzó a moverse encima de él con fuertes embates hasta que sintió el dulce placer del orgasmo, sin embargo, se dio cuenta que él no la acompañó en su desahogo hasta que sintió que se vació en su vientre.

Amarantha pensó, que precisamente eso era lo que no le gustaba de él, siempre usaba protección con ella y solo dos veces contando esa, no lo había hecho, pero nunca acababa en su interior por más que le dijera que usaba otro método de contracepción, nunca se dejaba llevar era demasiado metódico, organizado y eso era lo que lo exasperaba sobre manera, pues a veces le daba la impresión que no tenía sangre en las venas, mientras que su amigo era un fenómeno atmosférico que arrasaba todo a su paso.

Luego de estar juntos, Martín se bañó, terminó de arreglarse ella lo llevó y despidió en el aeropuerto hasta que tomó su vuelo con destino a Palermo, de allí se fue a casa de Marino, llegó cuando justo estaba saliendo con su maleta.

—¿Piensas huir de mi?—interrogó ella molesta—¿Cuándo vas a entender que no huirás de mí y que esto se acaba cuando yo quiera? ¿Te cuesta entender eso?—interrogaba la chica sin esperar respuesta.

Amarantha tenía sus tácticas de convencimiento y al final el hombre terminó cediendo ante sus caprichos, a tal punto que ella se instaló en su casa.

Así fueron pasando los días,  transcurrieron tres semanas desde la partida de Martín, mientras él llevaba a cabo su trabajo para el proyecto que estaba trabajando, Amarantha y Marino se dedicaban a ellos a pasar tiempo juntos, sin embargo, había una situación que empañaba sus momentos, ella se había sentido mal durante esas tres últimas semanas, pensaba que había sido una comida que le había causado indigestión, sin embargo, siempre en la tarde terminaba mejorando, por lo que terminaba ignorando la situación.

Martín la llamaba diariamente para saber cómo se encontraba, era tan detallista que incluso contrató los servicios de una floristería para que le llevaran durante sus días de ausencia, un ramo de flores con deliciosas cajas de chocolate que le entregaban en su oficina , la agencia de modelo donde trabajaba.

Martín, era un hombre que no perdía oportunidad de demostrarle lo importante que era en su vida. Precisamente el día que se estaban cumpliendo sus tres semanas de ausencia, la llamó como a las siete de la noche estaba ansioso por verla, hablar con ella, hacerle el amor, a tal punto que un chico que no estaba acostumbrado a realizar llamadas subida de tonos, decidió efectuar una con ese fin, ella lo atendió al cuarto repique, su respiración era agitada.

Al escucharla en ese estado  el joven frunció el ceño —Hola mi reina ¿Qué estabas haciendo que se te nota tan alterada?

Ella un poco molesta le respondió—Haciendo el amor con mi amante—cuando se dio cuenta de lo que había dicho, soltó una carcajada—discúlpame mi amor pero es que me haces una pregunta—respondió con un gritito—acabo de llegar a nuestro departamento y como estaba s-sucio comencé a hacer ejercicio limpiándolo y eso me tiene agitada—dijo la chica mientras ahogaba un gemido, pues en ese momento, era cierto que estaba en el departamento que compartía con Martín, pero no estaba agitada producto de los quehaceres del hogar, sino que justamente,  Marino se encontraba dentro de sus piernas dándole una deliciosa sesión de sexo oral.

—Te extraño Amarantha, quisiera estar en este momento contigo, rozar las cúspides de tus senos, introducirlos en mi boca, saborearlos primero de manera suavemente y luego con intensidad—ella repetía sus palabras y Marino la miraba con el ceño fruncido, ella le guiño el ojo.

—¡¿Quieres sexo telefónico novio?! —exclamó extasiada.

—Si mi diosa, no puedo aguantar más sin ti, sin imaginarme que te tengo en mis brazos, que beso cada parte de tu cuerpo, es un tormento no estar cerca de ti—pronunciaba Martín con sinceridad, extrañándola con cada célula de su piel, pues no creía que pudiera amarla más.

La chica reía extasiada, le contaba como vestía, como se sentía, sus emociones, mientras Martín le hablaba con voz grave, diciéndole lo que quería hacerle, cada palabra o parte del cuerpo que él decía que se tocaba en su honor, la repetía en voz alta mientras que Marino la ejecutaba, para ella era su sueño hecho realidad, estar con los dos hombres que la enloquecían aunque sea de lejos, los gemidos y gorgoteos que salían de su boca eran producto del placer infinito que le provocaba Marino, mientras que Martín ingenuamente pensaba que era producto del efecto de sus palabras.

Más de media hora después, ella había acabado en un sorprendente orgasmo de la mano de Marino, mientras que Martín daba sus últimos movimientos a su mano para llegar a su propia satisfacción, se despidió de ella 

—Te amo mi reina, mi diosa, mi mujer, mi todo, no  tienes idea de cómo extraño tenerte en mis brazos.

—Yo también te amo, no sabes cuánto disfrute este momento contigo, lo anotaré como uno de los momentos más preferidos en mi vida—concluyó dibujando en su rostro una sonrisa de satisfacción.

—Yo también mi Antha, eres lo mejor que me ha pasado en la vida y jamás podría desear a una mujer distinta a ti, te has robado mi corazón y no puede estar en mejores manos que en las tuyas, así el mundo completo se oponga a nuestra relación, jamás te dejaré, eres la mujer que escogí para que fuese parte de mi vida—siguió conversando por otro par de minutos con ella y después se despidió cortando la llamada.

Entró a la ducha se bañó, se vistió y salió de su habitación porque estaba en Milán, se había quedado con su familia, al bajar se encontraban sus hermanos y sus padres. Al verlo su madre emocionada enfatizó—Mi primogénito, príncipe de madre—pronunció su madre dándole un par de besos en cada mejilla—he preparado tu plato preferido, porque seguro esa mujer con la quien vives ni siquiera debe alimentarte o atenderte, es una creída que se cree la dueña del mundo.

—María Martha—pronunció Martín molesto—no te permito que hables mal de la mujer que amo y que pronto se convertirá en mi esposa—habló con firmeza—no tengo ni idea porque ella no es de tu agrado madre, pero es la mujer que escogí para formar una familis y debes respetar mi decisión, no permitiré que quieras intervenir, Amarantha es una mujer maravillosa, que me ama y me respeta, es leal y por eso me casaré con ella.

—Ella no es de fiar, mi instinto de madre me dice que no confíe, es una mujer que nunca muestra su mirada, siempre es esquiva, cuando alguien se comporta de esa manera, es porque sus sentimientos no son puros, ella no es sincera Martín, esa chica no te conviene. En cambio mi ahijada Dara Malika, es una chica buena, la he invitado a cenar esta noche con nosotros para que la conozcas.

La expresión de Martín era de absoluta rabia por lo entrometida que era su madre —¿Cómo te has atrevido mamá? —interrogó golpeando molesto la mesa—no estoy interesado en insignificantes chicas que no son capaces de conseguirse un hombre por sí misma sino que necesitan de la madre o la madrina para que se los busque. Te voy a dejar claro algo madre, no me interesa ninguna otra mujer, quiero que eso te quede claro, amo con locura a Amarantha y será mi esposa por encima de quien sea—mirando a toda su familia les dijo—si no pueden o no quieren entenderlo, entonces lamentablemente hasta aquí llega mi relación con ustedes, porque la prefiero a ella, jamás la sacrificaría. Lo siento porque los amo, pero no me obliguen a escoger porque entonces me alejaré de ustedes.

En ese momento sonó el timbre de la puerta y su madre le dijo —Aceptaré a tu novia con la condición de que conozcas a Dara.

—Pues, no la acepto o echas a esa chica de aquí en este momento o me voy de esta casa en este momento.

—No te cuesta nada conocerla y compartir mesa con ella, no podría hacerle ese desplante.

—Entonces está decidido, en este momento tomo mi equipaje y me voy, espero que cambies de opinión madre—pronunció molesto, levantándose de la mesa sin probar bocado.

—Yo espero que nunca tengas que tragarte tus palabras hijo, pero si eso pasa, sabes que aquí estará tu familia para apoyarte—señaló mientras él se daba la vuelta y subía las escaleras molesto para alejarse de su familia.

“No se trata de quien sea bueno en tu cara, sino de quién sea leal a tus espaldas”. Anónimo.

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