Dara sentía que su corazón se agrietaba, al verlo acompañado de la chica, quien la observaba con una amigable sonrisa, para su tormento era una mujer bonita y amable, quería llorar y gritar, pero inmediatamente pensó que no se rebajaría, Amarantha se lo había dicho, los hombres como Martín eran un tesoro y cualquier mujer se daría cuenta de lo maravilloso que era. Unas lágrimas intentaron escapar de sus ojos, pero se las limpió con rapidez, las piernas le temblaban estaba a punto de desvanecerse cuando vio a su mamá Tabata parada a su lado sosteniéndola.
—Hola, Martín, ¿Cómo has estado? —interrogó Tabata.
—Muy bien señora—saludó con amabilidad, pero luego dirigió su interés a Dara, su corazón quería salir disparado de su pecho y que su cuerpo saliera corriendo a abrazarla y besarla, sin embargo, su cerebro se resistía y en vez de eso, expresó en un tono más severo de lo que pretendía —¡¿Qué haces aquí Dara?!
—Venía a conversar contigo—manifestó, tomando fuerzas y m