CAPÍTULO 4. TRAIDORES

Subió a su habitación, preparó su maleta, volvió a bajar, cuando estaba abriendo la puerta de la casa, escuchó la voz de su madre —¡Qué conste Martín Andrés! Nadie te ha echado de tu casa, eres tú mismo quien ha decidido marcharse, sin embargo, las puertas de esta casa siempre estarán abiertas para ti.

—Si aquí no es bien recibida la mujer que amo, tampoco lo soy yo—respondió con decisión—por eso no volveré a pisar tu casa.

—¿Tanto la amas para dejar a un lado a tu madre? —lo interrogó incrédula María Martha.

—Ella es lo que más amo en la vida, y con quien quiero formar una familia y nadie me impedirá forjarme un futuro con ella, ¿Te queda claro madre o necesitas que te lo explique detalladamente? —pronunció de manera soberbia, apretando los dientes del enojo.

No se despidió de nadie, ni siquiera de su madre que estaba junto a él, salió de la casa azotando con fuerza la puerta. Atravesó el jardín, hasta el portón de entrada, tomó su teléfono y pidió un uber. Se agachó a esperar la llegada del vehículo, la aplicación le indicó que llegaría en diez minutos. Se pasaba la mano por la cabeza con preocupación, no entendía porque su madre tenía que meterse en su vida, buscándole mujer, como si él no tuviera la capacidad de encontrárselas por sus propios medios.

Se sentía mal, no acostumbraba a pelear con su familia, siempre eran muy unidos, y aunque su madre la mayoría de las veces era un tanto entrometida, nunca lo hacía con mala intención, y a decir verdad, debía confesar que casi nunca se equivocaba, pocas veces lo hacía. 

No entendía porque se comportaba de manera indiferente y hasta cruel con Amarantha, ella era una chica no solo hermosa por fuera, si no por dentro, era atenta, cariñosa, servicial, un poco tímida y a veces hasta un poco ingenua. La amaba profundamente, ella era la razón de su existencia, no se imaginaba la vida sin ella.

Inmediatamente llegó a su mente la sesión de sexo telefónico que habían tenido hacía un par de horas, fue él quien guió todo el procedimiento porque para ella esa situación era nueva, con solo pensarla su corazón comenzaba a palpitar aceleradamente.

Estaba en esas cavilaciones cuando se presentó el Uber, subió al auto con sus cosas, debía buscar un hotel para hospedarse, tomó su teléfono  y comenzó a ubicar uno, luego de varios recorridos, logró hospedarse en el hotel Barceló Milán ubicado en el distrito financiero, se hospedó en una habitación moderna con pisos de madera, decorada de manera elegante inspirada en el Feng Shui.

Al llegar organizó sus cosas en el closet, sacó una ropa interior y sus utensilios de higiene, se desnudó y se dirigió al baño, inmediatamente su mente fue invadida por las imágenes del cuerpo de Amarantha, sus ojos, su boca, sus labios entreabiertos, sus gemidos, definitivamente esa mujer lo enloquecía, bajó su vista y pudo observar su potente y grueso miembro excitadísimo con solo pensar en ella, no le quedó más remedio que tomarlo con su mano izquierda y comenzó a masturbarse cerrando sus ojos, imaginándose a la sorprendente mujer que era su Antha, hasta que inevitablemente de solo suponérsela, llegó a un potente  y maravilloso orgasmo.

Terminó de bañarse, se colocó un bóxer y encendió la televisión, tenía ganas de llamarla pero al ver la hora, supuso que estaría dormida, y generalmente cuando dormía sola en casa le costaba conciliar el sueño, no quería perturbarla.

Al día siguiente era sábado, quizás si se animaba a irse a Nápoles, pensó, total había adelantado bastante trabajo, podría verla. En ese momento comenzó a transcribir un mensaje para comentarle el deseo tan grande que sentía de estar junto a ella, y que por esa razón viajaría temprano al siguiente día, sin embargo, en el último momento se arrepintió de enviarlo y lo borró.

Se quedó con el celular en la mano pensativo, tenía un par de días que no hablaba con Marino, de inmediato marcó su número repicaba de manera insistente pero no contestaba.

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Entretranto Marino se encontraba en el departamento de Martín,  sostenía a Amarantha de los cabellos mientras daba las últimas acometidas  en su interior, esa mujer era fabulosa, lo enloquecía hasta más no poder, lo convertía en un ser irracional, pero es que con ella siempre el sexo era sublime, no había ternura, ni delicadeza, era rudo, fuerte, salvaje. Cuando terminó cayó encima de ella cansado, intentando recuperarse. Escuchó que su celular repicaba, cuando  lo iba a responder, ella le sostuvo la mano.

—No respondas. No es hora de estar llamando. Ni siquiera el cursi de Martín me molesta a esta hora—comentó haciendo una mueca.

—Amarantha ¿Será que tú si amas a otra persona que no seas tú? —la interrogó molesto.

—¿Qué te pasa Marino? ¿Por qué la molestia? —interrogó ella.

—Porque no entiendo como lo insultas, lo llamas cursi, te coges a su mejor amigo, ¿Por qué no lo dejas? Si no lo amas termina esa relación. —declaró en tono de reproche Marino.

—No lo dejo porque no se me da la gana—respondió soberbia—Además, claro que lo amo, Martín es el hombre perfecto, es el chico que los padres quieren para sus hijas, y el que uno quiere para cuando quiere asentar cabeza, de esos que no te serían infiel ni con el pensamiento. Además sabes que soy una mujer muy caliente, sensual, —dijo subiéndosele encima—y tú eres mi segundo hombre preferido—expresó mientras le acariciaba el cuello con una mano y con la otra estimulaba su hombría, volviéndolo loco de inmediato.

Sin embargo, Marino quería darle una lección, le retiró la mano de su parte intima y tomó el celular pero sin ver quien llamaba, al escuchar la voz de Martín su cuerpo se enfrió y se incorporó, sintió unos terribles nervios que por más que intentó controlar no pudo hacerlo.

—Hola Marino, Discúlpame que no te había llamado, pero he estado full trabajo. ¿Cómo estás?

—¡Martin! —exclamó con su boca seca, de inmediato Amarantha dejó de besarlo pero comenzó a sonreírse como el gato que se toma la leche y dirigió su mano al centro de Marino y comenzó a masajearlo. 

Este dio un respingo y por más que intentaba detenerla no pudo hacerlo, como tampoco pudo evitar los gemidos que salieron de su boca—¡Bien! Mmm, ¡Oh por Dios!

Martin se sonrió, su amigo a parecer estaba con una chica y él lo estaba interrumpiendo—Hermano creo que estás ocupado y yo estoy siendo inoportuno, pero es que extraño tanto a mi princesa, quisiera estar en estos momentos con ella como estás tú con tu chica, por cierto ¿La conozco?

La pregunta puso nervioso a Marino e hizo que se levantara totalmente de la cama, sin embargo, la mujer se arrodilló ante él y comenzó a darle placer oral —Y-yo, este, p-pues, Si, Mmmm, no, quise decir no, por s-supuesto que no la conoces, tal vez un día de esto te la p-presento—titubeó Marino.

A Martín le pareció extraño su actitud, pero tal vez sería por lo que estaba haciendo y su amigo estaba bastante necesitado de una mujer porque los últimos meses no le había conocido ninguna en serio, solo chicas muy ocasionales, cuando era el hombre más mujeriego que conocía, que extraño había resultado eso, se despidió de él y se quedó recostado en la cama ¿Qué estaría haciendo su Antha? Dios la extrañaba demasiado, llamó a la línea aérea y de inmediato reservó, a las seis y veinte de la mañana, debía estar al aeropuerto una hora antes, preparó su equipaje, colocó el reloj despertador para levantarse muy temprano, debía viajar a estar con su novia el fin de semana.

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Marino, después de cortar la llamada con Martín, tuvo una fuerte discusión con Amarantha—¡Por Dios! ¿Por qué eres así? Pareciera que nadie te importara, todo lo haces por capricho, ¡Pero ya no más!, esto se acabó, no quiero seguir con esto, no es justo para Martín—concluyó afectado.

—Piensas que en verdad, puedes controlar lo que sientes, te toco y tú explotas, estás adicto a mí, por eso no puedes terminarlo porque quien tiene el control soy yo, esto se acaba en el momento que yo lo decida. Y toma en cuenta, que esto igual sucedería, contigo o sin ti.

Marino se quedó viéndola sabía que era verdad, quería huir de esa mujer, si Martín algún día se enterara jamás lo perdonaría y perdería a la única persona que había confiado y apostado por él, pero en algo tenía razón Amarantha, ella era su droga.

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Martín se levantó temprano, en el mismo hotel tomó un taxi y se dirigió al aeropuerto de Malpesa en Milán, abordó el avión a la hora estipulada, era una hora y veinte minutos de vuelo, pensó en enviar unos mensajes para avisar a la cadena de supermercados y a Marino, pero algo lo retuvo, tampoco quiso llamar para avisarle ni a su novia, ni a su amigo, desde que había tenido la conversación el día anterior con su madre, no había dejado de pensar en todo, y allí surgió una pregunta que le causó temor y se inoculó como un desagradable frío en su interior “¿Será que estaba sobrestimando a Amarantha? ¿Será que su familia percibía algo que él no hacia?, no, estás loco, no dudes de ella, es perfecta, es tú novia, tú amante y será tu esposa, la madre de tus hijos".

A las siete y cuarenta de la mañana estaba aterrizando, su vuelo en el Aeropuerto de Nápoles Capodichino, solo había llevado un equipaje de mano por lo cual no fue necesario esperar en las correas de entrega de equipaje, salió y tomó un taxi, le dio inmediatamente la dirección de su departamento, después de menos de treinta minutos, llegó a su edificio, cuando los oficiales de seguridad los vieron, se pusieron blancos y hasta uno sintió que lo había observado con lástima, frunció el ceño extrañado, pero no hizo mayor hincapié en su reacción.

Llamó al ascensor subió, abrió la puerta de su departamento y entró, había velas, aromáticas y de colores por todas partes, un ambiente afrodisiaco impregnaba el ambiente— ¡No puede ser! —se dijo, ¿Será posible que su novia intuyó de su llegada y le había preparado un recibimiento? Pensó sonriente.

Se dirigió a su habitación contento, abrió la puerta, lo que vio, lo dejó completamente congelado, su mundo se había derrumbado cual castillo de naipes, allí en su habitación, en su cama, estaba su novia, su amante, la mujer que amaba, por la que incluso había sido capaz de rechazar a su familia, copulando con su mejor amigo, su socio, su hermano, ambos gozosos sumergidos uno en brazos del otro, ajenos a lo que sucedía a su alrededor, incluyéndolo a él, que no podía dejar de observarlos, mientras sentía al mismo tiempo como su alma se desgarraba a jirones y el odio se movía de manera voraz en su interior como si una cerilla hubiese sido puesta a un tanque de combustible.

"Por muy dura que sea la verdad, siempre es más dolorosa y de peores consecuencias la mentira" Anónimo.

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