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La esposa de la mafia sin vuelta atrás

La esposa de la mafia sin vuelta atrás

Vincenzo Moretti era el magnate financiero más joven de Nueva York. Dirigía un conglomerado tecnológico valorado en más de diez mil millones y se había convertido en la nueva leyenda de las portadas de las revistas de negocios. Pero muy pocos sabían que, en realidad, era el Padrino que controlaba el núcleo de la mafia de la Costa Este. Para él, la riqueza, el poder y el destino no eran más que fichas de cambio. Y yo había sido una pieza que usó para apuntalar la alianza de su familia. En diez años de matrimonio, se acostó con mis amigas y compañeras de trabajo; cada una era alguien en quien yo confiaba. Aquella mañana llevé en brazos a nuestro bebé, recién cumplido el primer mes, a un chequeo médico. Su amante más reciente, Sienna, me atropelló con su auto. El niño lloraba sin parar; le supliqué que nos llevara al hospital. Cuando Vincenzo llegó, traía el gesto cargado de desprecio. —Isabella, ¿desde cuándo sabes fingir accidentes para estafar? —Aunque te mueras frente a mí, no te voy a dedicar ni una mirada. Dicho eso, tomó de la mano a su nueva conquista y se dio la vuelta para irse. Cuando por fin me llevaron al hospital, el bebé que llevaba en brazos ya había muerto por asfixia. Al enterarse, a mi madre le dio un infarto y no lograron reanimarla. Permanecí en coma dos días. Al despertar, Vincenzo no había ido a verme. El padre de Vincenzo, Renato Moretti —el verdadero viejo padrino—, se paró junto a mi cama. Yo, tranquila, le dije: —Déjeme ir. Lo que le debía a su familia ya lo pagué con mi vida. Tiempo después, ese marido mafioso que me había tratado con frialdad se arrodilló frente a mí y me rogó que volviera a casa. Pero yo ya no era la mujer sumisa y humillada que esperaba a que él mirara atrás. Era la esposa de la mafia que se da la vuelta… y no vuelve a mirar atrás.
Cuento corto · Mafia
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Liberarme de un Amor Roto

Liberarme de un Amor Roto

Llevo tres meses enteros sin ver a mi esposo mafioso, Lucas Martín, y a nuestra hija Dora. ¿Y por qué ha sido? Porque su madre, Fiona, dijo que Dora debía quedarse con ella “por un tiempo”. ¿Y qué hay de Lucas? Ha estado igual de “ocupado en los negocios” como siempre. Así que cuando Lucas finalmente llamó y me dijo que vendría a recogerme para una reunión familiar en la villa, me alegré muchísimo. Pensé que tal vez, solo tal vez... podría finalmente volver a abrazar a mi niña. Paseé todo el maldito día por la ciudad, comprando sus muñecas favoritas, las chucherías que le gustaban, un vestido rosa nuevo, todo lo que pensé que la haría volver a sonreír. Pero cuando llegó el auto, no fue como lo imaginé. Antes de poder decir ni “Hola”, Dora se dio la vuelta, me echó un vistazo... y luego abrazó aún más fuerte a María, la criada. Escondió su cara en el cuello de María como si yo no estuviera ahí. Como si María fuera su mamá. Intenté acercarme a ella, pero Dora me dijo directamente que no quería viajar en el mismo auto que yo. Y María, con esa sonrisa falsa y a la vez cortés, seguía tratando de convencerme con gentileza de darle a Dora “un poco más de tiempo”. Miré a Lucas, esperando que interviniera. En cambio, solo se molestó, como si no le importara levantar ni un solo dedo para ayudar a arreglar las cosas entre nuestra hija y yo. Estaba claro que no me querían ahí. Entonces, ¿para qué intentar subir al auto? Me alejé de la caminoneta. Luego Lucas se volvió hacia mí y me dijo: —Quédate aquí. No tardaré. Lo que él nunca pudo entender era que... ya estaba harta de esperar por él.
Cuento corto · Mafia
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Mentiras de Memoria: Cuando el Amor Cambia de Cursillo

Mentiras de Memoria: Cuando el Amor Cambia de Cursillo

Desperté después de varios días en coma por una fiebre alta. La cabeza me daba vueltas y la luz de la habitación me resultaba deslumbrante. Lo primero que vi al abrir los ojos fueron dos hombres sentados junto a mi cama. Uno era mi novio, o… al menos, eso creía. Intentando aliviar la tensión, solté una broma: —¿Y ustedes son...? Ricardo Paredes señaló a su mejor amigo con una expresión complicada. —¿No te acuerdas? Tu novio estaba desesperado... y, bueno, como buen amigo, no podía dejarlo solo esperando. Me quedé helada. Pero Joaquín dio un paso al frente, con una sonrisa tranquila: —Claro, soy yo tu novio, Joaquín Ríos.
Cuento corto · Romance
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Para Complacer a Su Primer amor, Él Mató a Mi Madre

Para Complacer a Su Primer amor, Él Mató a Mi Madre

Mi mamá ha sufrido tres años de insuficiencia renal. Después de tres años de espera, finalmente encontró un donante adecuado. Sin embargo, mi esposo, Romeo Ruiz, un reconocido profesor en nefrología, ¡le dio en secreto el riñón a la madre de su primer amor, Rita Gómez! Y me dijo con indiferencia: —La madre de Rita ya no puede esperar más. Tu madre ha estado en diálisis, ¿no? Ella puede esperar un poco más… Al final, mi madre falleció por su enfermedad. Le llamé a Romeo por la última vez, pero fue una mujer quien me respondió: —¿Estella? Romeo está en la ducha. ¿Para qué lo buscas? Mirando la sonrisa bondadosa en la lápida de mi mamá, me sentía completamente inconsolable. Le dije: —Nada especial, solo quiero divorciarme de él.
Cuento corto · Romance
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La Madre Renegada y el Nuevo Comienzo

La Madre Renegada y el Nuevo Comienzo

Soy la verdadera heredera quien estaban buscando para casarse en lugar de la falsa. Por eso la noche en que me comprometí con Andrés Castro, él me besó y me prometió: —Verónica Álvarez, dame un hijo y te daré un hogar. Fue por esa precisa promesa, arriesgué mi vida para dar a luz a su primogénito, Mateo. Soñaba con tener un hogar propio de verdad y ser feliz con una bonita familia. Hasta que años después, se le dio por aparecer a la supuesta falsa hija tomando de la mano a mi Mateito mientras él niño le decía: —¡Qué bonito sería si tú señorita Camila fueses mi mamá! —Si ya dejo ser el hijo de la amargada de mi mamá, ¿vendrías tú a ser mi mami entonces? La impostora solo se reía, mientras que Andrés los miraba con ternura desde un lado, como si ellos fueran una verdadera familia.
Cuento corto · Romance
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Mi Compañero: Sin Arrepentimiento, Sin Retorno

Mi Compañero: Sin Arrepentimiento, Sin Retorno

Estaba sentada en el Ayuntamiento, a punto de firmar ese maldito certificado de vínculo de compañero con Diego, el Alfa de las Garras Lunares del Este, cuando su teléfono vibró. Le dio una mirada, tras la cual se levantó como si lo que estábamos haciendo solo fuera otro trámite más. Ni siquiera se inmutó cuando dijo: —Surgió algo, dejemos la firma del vínculo para otro día, ¿sí? Y así como así, se fue. Me dejó sentada sola, rodeada de parejas vinculadas, todas irradiando esa vibra empalagosa de «felices para siempre». ¿Por qué? Porque Elena, su querida compañerita de manada desde la infancia, se había torcido el tobillo durante el entrenamiento de velocidad de manada, tratando de seguir el ritmo de los lobos avanzados cuando apenas había pasado los aspectos básicos. Diez minutos después, recibí un mensaje: «La lesión de Elena es medio seria y tengo que quedarme con ella. Movamos la boda, ¿está bien?» Solo era una vez más, como tantas, que Diego la elegía a ella por encima de mí. Pero esta vez… No hubo lágrimas, súplicas o rabia de mi parte. La empleada me dirigió una mirada silenciosa, como si ya supiera cómo terminaba la historia. —Señora... ¿aún desea proceder? Saqué mi teléfono, no esperé a que él cambiara de opinión. Negué con la cabeza y marqué a casa. En el momento en que mi hermana Beta contestó, dije: —Dile al Alfa, a papá, que regresaré a La Cresta hoy. Hubo una pausa, tras la cual me preguntó: —¿Estás segura? —Sí —dije, poniéndome de pie, con voz firme—. Ya terminé aquí. Y, así como así, me fui. No solo del edificio, sino lejos de él.
Cuento corto · Hombres Lobo
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Luna Envenenada: La Ira de la Loba

Luna Envenenada: La Ira de la Loba

Mi padre es el Beta de la manada, y en nuestra familia siempre ha existido la tradición de establecer alianzas matrimoniales con el Rey Alfa. Un día antes del compromiso, arriesgué mi vida para salvar a mi hermanastra Isabella Ramos, entrando sola al territorio de los lobos solitarios: el Nido Salvaje. Al día siguiente, durante la ceremonia del vínculo de apareamiento, proyectaron frente a todos un video en el que era humillada por los hombres lobo errantes. El Rey Alfa, furioso, se negó a marcarme e Isabella tomó mi lugar como Reina Luna. Para los demás me convertí en una cualquiera. Gritaban que debía ser exiliada y entregada noche tras noche a los hombres lobo errantes, olvidando que todo había sucedido porque intenté proteger a la manada… y castigándome por ello. En mi momento más oscuro, el hermano menor del Rey Alfa, Damián Silva, me ofreció su corazón. —Sofía Delgado, siempre te he amado en silencio. En nombre de la Luna, quiero ser tu compañero eterno. Acepté, profundamente conmovida. Un año después de casarnos, el médico de la manada me dio una noticia: podía quedar embarazada de un cachorro. Corrí emocionada a buscar a Damián, pero, por accidente, escuché una conversación que me rompió el alma. —Damián, fuimos nosotros quienes ayudamos a los hombres lobo errantes a infiltrarse en la manada. También usamos a Isabella para atraer a Sofía al Nido Salvaje. ¿No crees que nos pasamos? Mira cómo confía en ti ahora... Damián suspiró con pesar. —Era la única forma de que Isabella se casara con mi hermano. Sofía... tenía que ser la sacrificada. Pagaré su dolor con el resto de mi vida.
Cuento corto · Hombres Lobo
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FREYA

FREYA

Freya fue destruida en su totalidad en manos del hombre que creyó amaría por el resto de su vida, deseando la muerte tras verse en un espejo y no poder reconocerse a sí misma, pues ya no quedaba nada de lo que una vez fue. Pero la vida le dio una segunda oportunidad por algún motivo, quizá porque el amor y la fe de su familia eran tan grandes que no permitieron que ella muriera o porque aún tenía propósitos que cumplir. Cual fuera el caso, en medio de su agonía, odio propio y desagrado por su rostro, un amor del pasado tocará nuevamente su corazón y la hará preguntarse si alguien como ella, que ha perdido la vida, merece amar de nuevo y ser feliz luego de haber estado por mucho tiempo encarcelada en un infierno que teme volver a vivir. ¿Podrá permitirse amar ahora que el amor ha tocado la puerta de su corazón por segunda vez? ¿Podrá Freya dejar sus miedos e inseguridades atrás y permitirse ser feliz?
Romance
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La doble vida de un mentiroso

La doble vida de un mentiroso

Alberto Prondell era un joven empresario modelo, dueño de viñedos donde se producían los vinos más selectos del país, también era el titular de varias fábricas. Su vida era perfecta, su reputación era impecable, su esposa era una de las mujeres más bellas y elegantes de la alta sociedad, muchos envidiaban su familia, su porte y su dinero. Sin embargo, no todo lo que reluce es oro. Al viajar a la capital del país, por negocios, su vida era otra, sus noches las pasaba con acompañantes, las mejores, las más caras, no recordaba ni a su fría mujer ni a su hijo, se sentía libre y su comportamiento era mundano. En una de esas noches, el diablo metió la cola, conoció a una hermosa y joven mujer, sensual, dulce y humilde, Cupido le lanzo una flecha que dio en su corazón, no era como esas modelos a las que le abona al finalizar la noche, ella era todo lo que un día había soñado. La hizo su novia, ocultando que no era un hombre libre. Separarse no era una opción, había mucho dinero en juego en se matrimonio. Las mentiras crecieron y la doble vida se acentuó.
Romance
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Esta Familia Ya No Es Mía

Esta Familia Ya No Es Mía

Ese invierno, nuestra familia se fue a esquiar a Aspen, Colorado, en Estados Unidos. Era el lugar donde más acudía la nobleza de la manada y la gente con dinero. Pero, cuando la avalancha pegó de repente, papá cargó a Susana —la hija adoptiva que dormía profundamente, y salió corriendo. Mamá, aunque en pánico, no olvidó de llevarse al perrito callejero que la Susana había recogido. Regresaron esa misma noche a la Manada Sombra Lunar, y subieron más de diez fotos al Facebook de la Manada, celebrando que la familia había salido ilesa. Nadie se acordó de mí. Yo, la hija biológica, seguía enterrada bajo la nieve, esperando que alguien me rescatara. Después, cuando finalmente me encontraron, acepté sin pensarlo la oportunidad que me dio mi mentora de irme de la Manada a estudiar. Me fui a Ciudad Central a estudiar medicina y no volví a humillarme suplicándome para que me quisieran otra vez. Pero ellos empezaron a mostrarse cada vez más nerviosos: —Lucia, ¿por qué ahora no compites por el cariño de Susana?
Cuento corto · Hombres Lobo
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