Arvid
Besé el cuerpo de la mujer que me hace perder la puta cabeza. Cuando la veo, solo deseo abrirle las piernas y perderme en ella. Es fuego puro. Pero estas últimas semanas no solo me he conformado con follarla, sino también con escucharla hablar; su sola presencia logra calmarme.
Hay algo en ella que me tiene hipnotizado, es hermosa en todos los sentidos. Tenerla a mi lado por lo de mi hija ha sido fundamental; jamás pensé sentirme tan en calma al lado de una mujer, y sentir su apoyo solo me hizo enloquecer más por ella.
La miré desde mi posición, agitada, con su boca entreabierta y sus hermosos pechos balanceándose al ritmo de sus movimientos. Le encantaba tomar el control, subir sobre mi polla y cabalgarme hasta cansarse. Era jodidamente sexy y ardiente. Su cabello revuelto, pegado a su cara debido al sudor; sus gritos de placer puro no eran fingidos. Esa imagen me ponía más duro y despertaba mi lado más animal.
La había moldeado a mi gusto, le había hecho probar la lujuria y to