El aire en el túnel subterráneo estaba cargado de humedad y óxido. Cada paso resonaba con un eco metálico, interrumpido únicamente por las instrucciones susurradas por los auriculares del equipo. Isabella lideraba el avance, flanqueada por Karina y Rayan. Sebastián avanzaba unos metros detrás, guiando al segundo grupo con Fabio, Vanessa y Sienna. En total, eran nueve infiltrados… y cada uno sabía que no habría una segunda oportunidad.
Las puertas de acero oxidado marcaban la entrada a la vieja infraestructura Von Heist. Isabella colocó la mano sobre el panel de acceso. Para sorpresa de todos, se encendió una luz verde. —¿Cómo es posible? —murmuró Rayan. —Reconocimiento genético —respondió Karina en voz baja—. Isa… tú eras la llave. Isabella tragó saliva. Apretó el puño. Ya no era momento de temer. Entraron. El corredor principal se abría como un vientre industrial: